Un equipo de científicos de la policlínica Zucker Hillside, en Glen Oaks (Nueva York), ha localizado un cierto paralelismo entre el cerebro de los consumidores de marihuana y los dolientes esquizofrénicos, a través de una técnica llamada proyección de imagen del tensor de la difusión. El derroche diario de esta droga entre los jóvenes predispuestos hereditariamente a sufrir demencia, aumenta el peligro de sufrir un desarreglo cerebral a lo largo de su existencia.
Por otra parte, la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción ha divulgado una campaña para prevenir las secuelas del derroche de la cocaína bajo el lema: “60% más de sufrimiento”. Se está luchando por la vida que es sagrada y nadie ni nada debe atentar contra ella. La droga es la muerte, la inmolación de millones de seres ingenuos, en aras de uno de los más sucios y terribles negocios que ha conocido la humanidad. Luchar contra la droga; con una educación adecuada, con una menor permisividad, con un mayor respeto a la persona, con el ofrecimiento a la juventud de una perspectiva vital mas atractiva.
Los adolescentes juzgan que la droga más grave es la cocaína, seguida de las píldoras y el cannabis. Asimismo opinan sobre las ganancias de la dilapidación de estimulantes. El 89% de los muchachos juzgan que no gratifica nada el derroche de pastillas, el 87,1% opina lo mismo de la cocaína, el 70,8% del cannabis. Los dos enigmas básicos son de carácter relacional, peleas con los allegados: un 16% y de violencia un 14,2%. Les siguen los atropellos, con un 11,7%, y los aprietos mentales, el 10,4%.
La batalla contra el comercio y el derroche de narcóticos. La voluntad de paralizar esta dañina espada de Damócles para el tejido social, que origina el delito, la crueldad y favorece la devastación física y emocional de muchos de los consumidores, requiere un compromiso político, colaboración mundial y la ayuda de todos.
La droga cuanto más se consume, con más imperiosidad se necesita. El vendedor ofrece, al adolescente incauto, que le “llevará al paraíso”, pero se calla que el precio que pagará es la propia autodestrucción, el deterioro físico y psíquico y que transformará el paraíso de unos instantes, en un prolongado e insoportable infierno.
“He visto a los más grandes espíritus de mi generación, arrastrarse de madrugada por las calles de los negros, en busca de la droga urgente imperiosa”, afirma el poeta norteamericano Allen Ginsberg.
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