A diferencia de la política institucional, de la política partidaria y de la política académica, la nueva categoría que proponemos refiere a todas las acciones que no están contempladas en la dinámica del hacer político cotidiano en donde se desarrolla la misma, que instituyen y constituyen nuestras democracias actuales.
La política institucional, es la figura en el plano de los poderes en que se divide el estado y que se manifiesta en los actos de gobierno, tanto ceremoniales como simbólicos, como también reales, verbigracia las sesiones que se llevan a cabo mediante el legislativo y las resoluciones que a diario se ejecutan en el resto de los poderes.
La política partidario o ideológica, es la que se lleva a cabo, eminentemente en la etapa o período electoral, que determina la constitución y la legitimidad formal de la política institucional y que cada tanto, también puede expresar, matices en cuanto a la conformación de políticas públicas o de líneas, programas y proyectos a llevar a cabo en relación a la administración o manejo de un estado mediante su gobierno. El ejemplo más contundente es el que la división que se arrastra de la asamblea francesa entre quiénes se hubieron de sentar a la derecha o la izquierda de un determinado centro.
La política académica es la que brinda el sustento científico-racional-positivista que deviene en la manifestación de estados de derechos acendrados en lo normativo-legal, que cada tanto brindan cuestionamientos controlados o perfeccionamientos en el andamiaje de lo publicado, por intermedio de los más media, que ejercen una suerte de rol, antitético o de contralor, para que finalmente las síntesis, siempre sean, modificaciones que se conducen mediante las otras políticas, up supra descriptas (la partidaria como la institucional) pero que nunca se apartan de la cuadratura del sistema occidental-democrático tal como lo conocemos desde un tiempo a esta parte.
La política de los pobres, tal como la definimos, caracterizamos o categorizamos, es la que deambula bajo definiciones ambiguas, tras la oscuridad de escondites que la prohíben emerger tal como se manifiesta. La política de los pobres, es ni más ni menos que el ejercicio político de los que carecen. Sea una manifestación que no está contemplada por ningún partido legal, y que reclama una situación que no fue atendida por ninguna de las instituciones que brinda el sistema, actúa por tanto, sin libreto ni formato, ni menos metodología, dado que tampoco recibe letra ni la lee, desde la política académica. La política de los pobres, que muchas veces es nombrada, signada, señalada, como política popular, espontánea, ciudadana, o no expresada formalmente, tiene como destino el poder acoplarse, encajarse, en el resto de las categorías políticas establecidas. Sin embargo, al no estar reconocida, ni planteada como tal, es decir en su existencia real, como parte integrante del sistema político, colisiona mucha veces, o no termina de acomodarse en el concierto en que desandamos nuestras experiencias democráticas.
Urge dejar en claro que la política de los pobres, entendiendo la pobreza como el que carece desde lo político, el que está desguarnecido, desprotegido de los otros categoriales tradicionales de lo político, no se manifiesta como una suerte de contraposición, contrapeso o desde una posición adversarial, sino que tiene como destino el complementarse, el terminar de orbitar dentro del sistema mismo y no deambular, con extrañeza, complejidad y ajenidad, tal como lo hace en el presente.
La política de los pobres es lo que en la actualidad no termina de comprenderse, bajo los significantes académicos actuales (demostrando lo poco democrático de este ámbito en donde se desanda lo político, siempre performativamente, es decir encontrando justificaciones para una imposición), lo que tampoco se encuadra para la política institucional (que presente el desafío de cómo reaccionar ante una manifestación ciudadana, o pueblada, sí reprimiendo desde el momento mismo de su convocatoria, bajo una lógica del bastón o de mano dura o mediante una flexibilidad que pueda generar cansancio y hastío para los afectados por estas movilizaciones y que poseen tantos derechos como los reclamantes) y lo que desborda a partidos políticos como a expresiones políticas ideológicas (generando incluso la pregunta, al punto de obviedad de ver que representan entonces estas agrupaciones o agrupamientos que antaño formalizaban la legitimidad de lo político).
La política de los pobres, de los que no estamos en relación directa con el poder, y de los que no es tamos contemplados por las formas políticas en donde, se reparte, se administra, se divide ese poder, de acuerdo a lógicas y a reglas que también se discuten entre los que pertenecen a ese mismo circuito del poder, donde vive, pervive y se sostienen las categorías políticas reconocidas, tiene una presencia, real, contundente, expresa y sideral.
La política de los pobres, no es solamente, la pobreza que no resuelven las formas o categorías políticas clásicas, sino también todo lo que podemos hacer, a través de esta ausencia, todo lo que no está contemplado, realizado, pensado o manifestado.
La política de los pobres, a diferencia de lo que podría pensarse a prima facie no puede ser entendida bajo la semántica de que sea más fuerte o débil, sino que tiende, por su posibilidad de nutrirse de lo incierto, de lo que no hay, y por tanto, desempolvara el pliegue más creativo, más liberador y más auténtico de las posibilidades de aumentarse las mismas o de correr los límites de lo posible, para el pobre en su condición de carente de lo material, como asimismo libre de las ataduras del cordel de la cosificación, del corset de la automatización que proponen, casi inercialmente las políticas en serie, seriadas o no pensadas, sentidas o experimentadas desde lo descarnado de lo humano.
La política de los pobres, es el campo fértil, desde donde el humano tiene la posibilidad de sembrar una mejor versión de sí mismo. La política de los pobres es el espacio sustentable que a diferencia de las extensiones yermas de los categoriales acabados, apocados y derruidos, ofrece las mejores perspectivas para que la política termine expresando el ejercicio, cotidiano, en donde cada uno de nosotros hace lo mejor de sí, pensando siempre que será lo mejor para los demás, sin que el otro se nos presente o aparezca bajo el temor de que sea quién esta como para imposibilitarnos la posibilidad de ser más felices durante nuestra estancia en la granja colectiva que dimos en llamar planeta tierra.
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