Los muertos sin nombre

Los muertos sin nombre

Sin nombre y sin ser parte de la estadística, indígenas de las zonas rurales de México perecen por Covid-19 sin ser notados, casi en el silencio aterrador de una ignominia que por siglos los ha condenado a ser los últimos en quienes los gobiernos piensan.

Es verdad que los focos de infección hoy se centran en las grandes metrópolis mexicanas que no han podido revertir la ola desenfrenada de contagios que una y otra vez obliga a las cuarentenas escalonadas y a la parálisis económica.

Sin embargo, México es un país con una gran cantidad de zonas indígenas y rurales donde la pandemia ha llegado para terminar con la vida de aquellos que de por sí viven en la vulnerabilidad de la pobreza y de las carencias médicas y alimentarias.

Hasta ahora el Gobierno de México no ha dado un reporte sobre la población indígena que ha perdido la vida a causa del virus.

Sin embargo, la realidad rebasa a la ficción cuando se viaja a las regiones más recónditas del país, donde llega poca información, donde fluyen pocos medicamentos y la vida se sortea día a día con el trabajo en el campo o la peregrinación a las ciudades para vender productos de las zonas rurales.

Muchos indígenas mueren pensando que han contraído resfriado con temperaturas muy altas, mismas que alivian con los remedios caseros.

Varios de ellos mueren en sus casas en el silencio de no formar parte de esas estadísticas oficiales que el Gobierno de México trata de contener y que desde hace mucho han dejado de coincidir con la realidad que se palpa en las calles y en los hospitales.

Para ellos, los indígenas, la aplicación de las vacunas se vislumbra aún mucho más lejana, pues ellos siguen sorteando la pandemia como pueden y con lo que tienen.

El otro rostro de la Covid-19 son precisamente ellos, quienes tendrían que ser prioridad debido a las condiciones de pobreza que muchas de estas regiones siguen enfrentando.

La dureza de un virus se refleja en todos ellos, los que siguen muriendo sin nombre y sin ser contabilizados en el registro negro, que expone el abandono milenario que siguen enfrentando aquellos que siempre serán los últimos hasta en las pandemias.

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