El libro La expulsión de lo distinto plantea numerosas cuestiones acerca del cuerpo social. Han muestra en las páginas de su obra una gran erudición y realiza precisos y profundos análisis de la sociedad desde una perspectiva filosófica.
Lo distinto y lo diferente quedan postergados en la sociedad actual en la que predomina el hiperconsumo y la sobreproducción. De hecho, se margina a lo que se sale de la uniformidad general y parece raro o fuera de lo habitual. No es extraño que se esté olvidando el valor intrínseco de la cultura. Lo que triunfa es lo banal, lo divertido y lo insustancial en muchas situaciones aunque no siempre, afortunadamente.
En este ensayo filosófico de Byung-Chul Han se percibe el poder de lo igual. Y las personas no tienen que ser todas iguales. No existe lo que se denomina la normalidad social. Lo que no significa que no existan unas leyes que deben obedecer y cumplir todos los ciudadanos.
La crítica al sistema de vida del neocapitalismo por parte de Han es rotunda: “A los consumidores se les ofrece continuamente aquellas películas y series que se ajustan por entero a su gusto, es decir, que les gustan. Se les ceba como a ganado de consumo con lo que siempre vuelve a resultar igual”. Parece que la lectura o el escribir tienen un valor secundario y son algo artificioso que no es necesario y debe estar supeditado al disfrute de lo que se ve en las pantallas en películas y también en los programas de numerosos canales de televisión. Es la tendencia que, a mi juicio, está prevaleciendo de forma general en la sociedad líquida y posmoderna en la que vivimos.
La transformación de lo diferente es lo que marca el sentido de la experiencia. Y la negatividad de lo distinto también. En este sentido, la uniformidad de costumbres y sobre todo de actitudes no es algo que genere una existencia más rica y profunda, sino todo lo contrario. Es algo que me parece que se deriva de los análisis y reflexiones de Han.
El saber, por ejemplo, supone un proceso de aprendizaje que no es ultrarrápido como la adquisición de información. Y los macrodatos no nos dispensan de pensar. La realidad se puede cambiar y esto parece que se está olvidando en un mundo conectado digitalmente de forma total. El conformismo es lo que impera en algunos ambientes sociales.
Y es que la percepción y la comunicación en la sociedad actual han cambiado enormemente. Hace tres o cuatro decenios las formas de vida eran más sosegadas, aunque ya se estaba iniciando el consumismo y empezaba a vislumbrarse un notable cambio social.
Lo que es evidente para los filósofos políticos es que el sistema del neocapitalismo liberal actual precisa de ajustes muy profundos para que no exista marginación económica de los menos favorecidos.
La intervención del Estado es, en mi opinión, del todo necesaria desde una perspectiva económica para igualar en lo posible el nivel económico de los ciudadanos. El mismo Han lo afirma también al escribir en su libro que “El neoliberalismo engendra una injusticia masiva de orden global. La explotación y la exclusión son constitutivas de él”.
En efecto, es absolutamente indispensable avanzar en una política vital como la que propone claramente Alexander Rüstow. Porque la solidaridad, el civismo y los valores éticos deben dirigir la actividad política en todos los países.
Y que existan conflictos no debe asustar a nadie. Los problemas son lo característico del curso temporal de la vida humana. No puede ser de otro modo. Si bien sucede que como indica Han: “La diversidad solo permite diferencias que estén en conformidad con el sistema”.
Y esto no es lo justo y adecuado en una sociedad del bienestar en el que todos los ciudadanos poseen unos derechos que no son papel mojado, ya que tienen que ser garantizados por los gobiernos estatales.
Se está perdiendo solidaridad en la sociedad consumista y neoliberal. Y la negatividad y la muerte no tienen que ser vaciadas de sentido y ocultadas de forma deliberada, porque son las que delimitan el campo de lo posible. Se comprende que Han diga: “La individualización que acompaña a la pérdida de solidaridad y a la competencia total provoca miedo”. Las soluciones comienzan a materializarse, si se piensa solidariamente y se actúa para plasmar en la realidad políticas igualitarias de verdad y que creen un auténtico bienestar para todos los ciudadanos.
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