Alineadas con el discurso mesiánico, invisibilizadas y con un mínimo margen de maniobra en sus responsabilidades, así son las “Mujeres del Presidente”.
Todas ellas llegaron con una amplia expectativa de consolidar el llamado gabinete paritario muy lejos de ser realidad.
Varias de ellas han intentado opinar, maniobrar o simplemente equilibrar, pero son regresadas al redil con la clara instrucción que en la 4T todo funciona de manera piramidal, desde esa cúspide donde el gran Tlatoani veta o da el visto bueno a estas mujeres que son instrumento para ejecutar, más no para decidir.
A ellas les tiran línea, frente a sus ojos la política de género en México no se ve, no se siente, pero tampoco se menciona.
Cuando se trata de la voz ahogada de millones de mujeres inconformes frente a un gobierno indolente, todas ellas pasan de costado y evaden opinar, como si sus pares no existieran.
Hace décadas que en México no teníamos una Secretaría de Gobernación ignorada.
Los tiempos de Bucarelli donde se hacían amarres, se tenía la información, se maniobraba el cabildeo político, pasaron a mejor vida con el arribo de Olga Sánchez Cordero quien es un elemento meramente logístico y de adorno, pues ni siquiera puede decidir, ella sólo avala.
En la Secretaría de la Función Pública tenemos a una mujer del Presidente, tan es así, que Irma Eréndira combate la corrupción con los ojos de la 4T, cuidando los intereses de “casa”.
Para ella la corrupción no está en los negocios que hace su familia, sino en la crítica o inconformidad de quienes se atreven a señalar los errores presidenciales, a ellos son a los que persigue.
En la Secretaría del Trabajo está Luisa María Alcalde, una auténtica mujer del Presidente que sólo ha engrosado la nómina con familiares y amigos. Ha decidido como darle el pitazo a su papá para que asesore a los sindicatos, pero no hemos conocido un programa de política laboral pensado en las mujeres de México.
Graciela Márquez Colín en la Secretaría de Economía es meramente la pantalla que está como ventanilla de atención al público empresarial, una vez que las decisiones se toman en otro escritorio, como por ejemplo el de Alfonso Romo.
Alejandra Frausto en la Secretaría de Cultura ella hace trabajo de traspatio. Digamos que sólo prepara su mano para firmar cuando el Presidente anuncia la desaparición de fideicomisos o más apoyos invisibilizando a uno de los sectores que tendría que tener un gran respaldo en un gobierno como el de la 4T.
En Semarnat tenemos a María Luisa Albores muy conectada con las comunidades indígenas pero amarrada de pies y manos para frenar los proyectos que están en marcha y que impactarán al medio ambiente.
La polémica Rocío Nahle al frente de la Secretaría de Energía como guardiana del discurso de su jefe donde hay que regresar a la vieja tecnología y frenar las energías verdes. Contradictoria e ignorante.
Qué decir de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum quien señaló a una mujer por hacer activismo personal a favor de las mujeres feministas. Una caricatura de las rancias izquierdas.
En la Suprema Corte de Justicia de la Nación está Margarita Ríos Farjat haciendo la labor de camuflaje para fingir una autonomía que es dependencia y línea de Palacio Nacional.
La cereza pastelera es sin duda Rosario Piedra Ibarra una mujer que ha hecho de los Derechos Humanos una caricatura al no poder entablar un diálogo con las mujeres que feministas o no, reclaman una sola palabra: Justicia.
De las mujeres en el Senado y la Cámara Baja podemos decir que poco hacen para romper la línea de su bancada y el dedo flamígero del Presidente.
Todas estas mujeres bailan al son lópezobradorista sin darnos una mínima señal de congruente rebeldía frente a la invisibilidad que hoy enfrentamos las mujeres en México.
Ahí detrás de la cortina de humo, se haya la principal de todas: Beatriz Gutiérrez, diciendo no soy, no estoy, emulando lo que no es y quisiéramos que fuera.
Veneno dulce para las hadas feministas en estos tiempos de la cuarta deformación.
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