El caso Ayotzinapa sigue siendo buen caldo de cultivo para la creación de “verdades históricas” sexenales de acuerdo a las circunstancias de cada capítulo vigente en la política nacional.
Al cumplirse siete años de la desaparición de 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, se nos dio una probadita “de todo el arsenal” oculto que hay detrás de un caso que hoy representa una de las grandes vergüenzas del Estado Mexicano.
La liberación de videos y grabaciones que comprueban el armado de versiones por parte de ex funcionarios peñistas que como en un gran rompecabezas, fueron acomodando las fichas para darnos a conocer a cuenta gotas la trama de una noche de terror para estos 43 jóvenes, hoy contrasta con lo que se hace público y con todo lo que se oculta en aras de arropar a los grandes peces del Olimpo castrense.
Resulta que, en las nuevas verdades históricas, las responsabilidades recaen entre los elementos policiacos de iguala y sus nexos con la organización criminal Guerreros Unidos.
Sin embargo, la mano de los militares es borrada como por arte de magia.
En esta historia también tendrían que darnos a conocer esa información no revelada aún por el ejército mexicano y que con gran recelo resguardó y defendió con uñas dientes el ex Secretario de la Defensa Nacional en tiempos de Enrique Peña Nieto, Salvador Cienfuegos.
En el caso de la desaparición de estos 43 jóvenes, la presunta intervención del ejército se ha mencionado en diferentes momentos y versiones.
El general Cienfuegos hoy goza de la impunidad que otorga estar detrás de las grandes verdades históricas incómodas como para ser invisibilizado en los temas que pueden golpear y dejar muy mal parado a “sus muchachos” militares, a los que defendió en su momento e impidió fueran interrogados o citados para rendir declaración sobre el caso.
Ayotzinapa sigue representando la mejor muestra de barbarie entre los excesos que un Estado comete al amparo de muchas ligas de poder donde se mezclan la narcopolítica con los Abarca, la impunidad del crimen organizado con el grupo Guerreros Unidos, los vínculos de una policía al servicio del narcotráfico, la rebeldía y protesta de 43 jóvenes normalistas y el silencio impune de un ejército con muchas ligas de conexión que conducen a los altos mandos de las organizaciones criminales.
Sin embargo, el gobierno mexicano encabezado por Andrés Manuel López Obrador elige dejar al margen al intocable ejército mexicano que refrenda su peso en tiempos de un gobierno de izquierda, que parece ver en los militares a sus mejores aliados y socios.
Los comentarios están cerrados.