México se halla en un punto de inflexión que como país nos obliga a ser analíticos y cautelosos frente a la delicada situación que hoy enfrentan los mandos castrenses y el gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
La información confidencial hackeada por el grupo autodenominado Guacamaya dinamitó en horas la privacidad de los principales mandos militares del país, cuya vulnerabilidad fue expuesta para amenazadoramente anunciar que viene un alud de escándalos para el hoy mandatario AMLO y la relación que durante su gobierno ha establecido con el ejército mexicano.
El grupo de hackers entregó al medio de comunicación latinus 6 terabytes de información equivalente a 36 millones de documentos, más de millón y medio de fotos y mil horas en video.
Las primeras revelaciones sobre los episodios ocultados sobre la salud del mandatario presidencial y su intervención directa en la liberación de Ovidio Guzmán (hijo del Chapo) son peccata minuta frente a la información que seguramente se irá ventilando.
El duro golpe a la información confidencial del Ejército Mexicano llega en un momento donde México se convulsiona tras la develación de los horrores ocultados en la desaparición de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa y la coparticipación de militares con la delincuencia organizada para consumar la muerte de los jóvenes.
La publicación del libro “El Rey del cash” es un dardo envenenado para la médula de la cúpula morenista, el círculo más cercado de Andrés Manuel quien sabe que quien lo escribe (Elena Chávez) conoce las entrañas de esa cofradía “izquierdista” que disfrazó de aportaciones del pueblo, el financiamiento oculto que durante años le permitió al hoy Presidente de México hacer una campaña permanente para llegar al poder.
La crisis de gobernabilidad no es sólo por las acciones erráticas de un gobierno obtuso y empecinado en apuntar sólo a opositores, ignorando y desdeñando todas las acusaciones de corrupción que pesan sobre él.
Resulta preocupante que un ejército como el mexicano tenga una endeble seguridad cibernética que ya vimos pudo ser hackeada y expuesta ante quienes no se frenarán para ventilar de manera paulatina todos los enjuagues, pactos y negocios que desde siempre se han dado entre militares y los gobiernos en turno.
El escándalo estalla en un momento donde no sólo la figura presidencial luce aboyada, los militares también se encuentran en la mira de un país donde hoy se han hincado frente a la avasalladora intromisión de hackers que asestaron uno de los robos de información más importantes en la historia política del país.
El poder que se les dio a los mandos castrenses en el actual sexenio es verdad que los fortaleció como aliados del gobierno morenista. Sin embargo los debilitó como un poder fáctico que tendría que estar enfocado a labores de seguridad.
Esto no ha sucedido porque los militares se convirtieron en socios del gobierno de AMLO. Los hemos visto como constructores de las obras insignia de este sexenio; también se les ha empleado en todo tipo de banalidades que nada tienen que ver con la seriedad de un ejército que hoy luce debilitado y dinamitado.
Si bien el Presidente Andrés Manuel intentó minimizar las filtraciones sobre su salud, su círculo cercano sabe que lo que viene será uno de los escándalos de corrupción sin precedente en la llamada izquierda de la transformación.
México vive una de las peores crisis políticas cuyos efectos se verán a corto plazo y cobrarán factura al maridaje construido entre gobierno y militares cuya complicidad hoy está marcada por la sombra contundente de la corrupción.
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