Estilo

Estilo

La publicación de unos cien mil libros o más cada año en España pone de relieve  que un buen estilo y redacción  es esencial para que la lectura sea un placer y no una tortura. A muchos lectores algunos libros se les caen de las manos, por el estilo poco refinado de su escritura. Esto no supone que todos los novelistas o ensayistas y filósofos tengan que escribir como Alejandro Dumas, Balzac y  Flaubert o como Ortega, Julián Marías o Zubiri.

Al escribir una novela histórica, por ejemplo, es preciso ser claro en lo que se redacta y no dar demasiadas vueltas y descripciones larguísimas que cansan a los lectores. Es verdad que Marcel Proust hacía eso pero tiene un estilo bellísimo y una profundidad difícilmente igualable. El objetivo principal de la escritura es hacerse entender y si se usa un vocabulario arcaico en una novela histórica y no se aclara suficientemente, la acción narrativa pierde interés, porque está condicionada negativamente por términos que pueden ser sustituidos por otros más actuales.

Existen muchos libros en el mercado  que no están bien redactados en el sentido de que son farragosos y parece que no avanzan en la trama, porque el desarrollo de las acciones está ahogado en un revoltijo de palabras y descripciones que no son expuestas con un lenguaje adecuado. Haría falta una corrección de estilo  de muchas novelas especialmente del género histórico.

En cambio, escritores de la talla de Santiago Posteguillo y otros son un buen ejemplo de cómo hay que escribir. Ya que aunque algunas de sus novelas históricas  sean de más de 700   páginas  se leen con interés hasta el final, porque han logrado un equilibrio perfecto entre las múltiples acciones y cuestiones narradas y las descripciones que dependen de las mismas. Por supuesto, en el ámbito académico los libros pueden ser técnicos, pero incluso este lenguaje especializado bien usado es bello y atrayente.

Las frases claras y precisas de los 30 tratados filosóficos de Xavier Zubiri son un ejemplo perfecto de cómo se escribe filosofía de alto nivel. Con una precisión y claridad que está puesta al servicio de cuestiones muy profundas  de tipo metafísico o antropológico y que se pueden clasificar como un realismo fenomenológico  o radical.

La terminología de Gustavo Bueno es la expresión de su materialismo filosófico con muchas especificaciones, que conforman una jerga inteligible con el estudio y análisis de sus obras y con el Diccionario filosófico de Pelayo García Sierra y otros libros que comentan su sistema filosófico.

Autores de novelas históricas como Marcos Chicot que también es psicólogo clínico demuestran que se puede escribir de una forma rigurosa y precisa y ser a la vez amenos, ya que no son cosas incompatibles. También es cierto que el buen estilo se puede aprender leyendo buenos libros. Por ejemplo, novelas y ensayos de grandes escritores. Lo que se observa es que en muchas novelas  a partir de documentación recopilada por el autor se pone en el libro, sin orden ni concierto, el contenido y con un lenguaje improvisado, que no responde a las condiciones o requisitos básicos de un buen estilo. En efecto, la redacción debe ser trabajada y pulida para que el texto escrito sea claro y preciso y no sea farragoso. Si no es así, los lectores se pueden desesperar y abandonar la lectura del libro.

Ser un buen escritor supone saber escoger las palabras más adecuadas, según lo que se quiere describir o explicar. No es lo mismo escribir tratados filosóficos   que escribir novelas. El castellano va evolucionando con el paso del tiempo y se puede redactar bien sin ser pedante, sin usar un lenguaje vulgar o arcaico. El formato y la época en la que transcurre la narración se puede expresar con un lenguaje actual con adaptaciones semánticas que sean fácilmente entendibles para los lectores. El orden sintáctico   también es esencial y en algunos libros esto no se respeta. Y los adjetivos y sustantivos  también deben estar bien colocados. Con una adecuada separación de los párrafos la lectura se hace más rápida y con  una coherente colocación de los términos, los libros se leen de forma más rápida y satisfactoria.

Con leer una o dos páginas de cualquier libro ya se puede saber si el estilo es como tiene que ser. Lo que no significa que  no pueda haber infinidad de formas de escribir aunque se deben respetar unos criterios mínimos en la redacción.

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