Tal como si respondiera a nuestros interrogantes más actuales, acerca de los tópicos que se nos presentan como desafíos: inmigración, marginalidad, pauperización, los ensayos seriados, a los que nos empieza a acostumbrar el autor (una mezcla o mixtura de artículo académico, con nota periodística, clase magistral, conferencia, charla de amigos u observación sesuda en un diván, en una plaza o bar) nos sitúan en lo que considera la disputa entre el número y el concepto, entre lo que nos hemos enajenado como posibilidad, africanizándonos institucional como democráticamente en todas y cada una de las aldeas de occidente.
La séptima obra (El macabro fundamento, El hijo del pecado, El Voto Compensatorio, La democracia incierta, El acabose democrático e Interdicciones filosóficas, políticas y psicoanalíticas) del autor oriundo de Corrientes, Francisco Tomás González Cabañas, acaba de ser editada por el sello Español “Camelot” que inaugura seccional Latinoamericana, desde la empresa, el coordinador general de la misma Manuel Pérez Pétit, tiene prevista una serie de presentaciones a lo largo y ancho de las fronteras en donde González Cabañas se supo granjear una comunidad de lectores.
En septiembre de 2017 fue constituida Ediciones Camelot América como la expansión natural de la matriz española, Ediciones Camelot, y como un proyecto integral en el conjunto de Latinoamérica. El eje geográfico y estratégico del mismo es México, país en que finalmente editarán en el conjunto de 2018 un total de 23 títulos, como también este mismo año la incorporación de Argentina, con cinco títulos, Colombia, con tres, y Chile, con dos. Una de esas obras, es la “La democracia africanizada” del ensayista correntino Francisco Tomás González Cabañas, a quién desde la editorial lo acompañarán en la presentación del mismo para finales de julio en la Argentina.
Como un sello indiscernible de su prolífica pluma cuando se habla de un texto de González Cabañas, nada mejor que sus palabras para que se definan, definiendo la política, como nuestras democracias actuales:
“En las diferentes latitudes, que por lo general conviven dentro del sintagma de Occidental, la democracia se acrecentó, se fortaleció, se galvanizó, mediante elecciones que acendraban el ejercicio cívico de la ciudadanía que creía, a ciencia cierta o positivamente, que estaba eligiendo algo que tenía mucho que ver con su destino político. Lenta y progresivamente, la tensión, la aporía, la tirantez arquetípica entre las nociones-conceptos de libertad y seguridad, al no ser asimiladas, tratadas, incorporadas como el desafío, por antonomasia, de la cosa, de la cuestión pública, derivó en que se precise, se necesite de un sanctasanctórum, de un fetiche simbólico, que nos protegiera, socialmente de aquella incapacidad de poder afrontar nuestros límites y temores.
Cómo percibíamos, sobre todo en otras democracias, hasta llegar a las nuestras, a las de cada uno de los que nos decimos occidentales, que eligiendo no elegíamos, y no pudimos hacernos cargo de tal tensión, del desafío público de adentrarnos en esa problemática, profusa y profunda que nos pudiera haber conducido a desatar el nudo gordiano, nos amparamos en la inercia, en el amparo, falso, de la sensación, acomodaticia del símbolo, lo sacralizamos, lo deificamos, lo constituimos en fetiche ”. (González Cabañas, F. “La democracia africanizada”. Editorial Camelot. México. 2018)
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