Los indignados de España, Londres y Wall Street expresaron su inconformidad con el sistema y lo hicieron en las plazas públicas más emblemáticas. Los árabes fueron más lejos, pues derrocaron gobiernos que llevaban décadas en el poder. En este lado del globo terráqueo, los guatemaltecos se lanzaron a las calles y sacaron un gobierno corrupto. En todos los casos había algo en común, le había llegado el fin al status quo.
En República Dominicana, lo que empezó con el nombre de Marcha Verde, pronto se convirtió en todo un fenómeno que hoy se conoce como el Movimiento Verde, marchas multitudinarias que crecen y contagian ciudades como Nueva York y Madrid, hogar de la mayor diáspora dominicana.
Los verdes–como le llaman a los simpatizantes–se han cansado de la indiferencia del gobierno, de la poca transparencia gubernamental y exigen un gobierno abierto que rinda cuentas en casos de corrupción como el de Punta Catalina y la compañía brasilera Odebrecht, virus que se propagó en Latinoamérica con más rapidez que el Zika.
Igualmente, los verdes están exigiendo justicia en el caso de sobreprecio en la compra de los aviones brasileños–sí, otra vez Brasil–Super Tucano. La pureza de este movimiento radica en que no quiere mezcolanza con los partidos políticos, lo que no quiere decir que no llegue a convertirse en uno.
El presidente Danilo Medina, es un hombre que no le gusta dar muchas declaraciones al pueblo, pues prefiere que sus obras hablen por él. El problema es que sus obras no tienen una voz suficientemente fuerte para acallar el reclamo de transparencia. Como ningún gobierno está blindado, la solución sería recordarle que la primavera árabe se llevó a Zine El Abidine Ben Ali en Túnez, a Hosni Mubarak en Egipto, a Muamar Gadafi en Libia y a Ali Abdullah Saleh en Yemen. En la Siria de Bashar Al Assad, la lucha continúa. Ya de este lado del mundo, Otto Pérez Molina fue sacado del poder en Guatemala, en 2015.
En el caso de Brasil, el pueblo tuvo posiciones encontradas, a favor y en contra de la destitución de Dilma Rousseff. Los legisladores que destituyeron a Dilma son los mismos que ahora salvan a Michel Temer de una situación similar. ¿Machismo político o todos se cubren las espaldas? ¡Es tema para otro día!
En 2013, un informe del Think Tank–centro de pensamiento–Center for Strategic and International Studies (CSIS), con sede en Washington, sugería que República Dominicana se encaminaba hacia un Estado de partido único. Ese informe fue acribillado por el partido oficialista. La realidad es que desde el 1996 hasta el 2017, la oposición solo gobernó en el periodo 2000-2004, erráticamente. Esta situación no se debe exclusivamente al partido de gobierno, más bien a una oposición desorganizada y fragmentada que no se pone de acuerdo. Por omisión, la oposición ayuda a este sistema de partido único y solo se le ocurre intentar colarse en la Marcha Verde, pero Los Verdes no ceden.
Dicen que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen, pero no menos cierto es que los pueblos no pueden ser ignorados porque solo conocen dos mecanismos de expresión: las urnas o las calles.
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