Benigno Blanco (en la imagen) afirma que las opiniones sobre sexualidad afectan a la humanidad y pertenecen al terreno propio de las libertades de pensamiento, ideológicas y religiosas y no a la esfera legítima de intervención de los poderes públicos en una sociedad democrática
Por otra parte, Antonio Cañizares, habla del ataque a la libertad y a la familia que supone la ideología de género y de su carácter incompatible con la visión cristiana del hombre. La ideología de género es una antropología radicalmente opuesta a la cristiana y así lo han dicho los últimos Papas, tanto Benedicto XVI como Francisco.
Es evidente que la agenda política de género es, junto al fundamentalismo islamista, la mayor amenaza a las libertades que existe hoy en el mundo occidental, pues ambas ideologías exigen que los poderes públicos hagan suya e impongan a todos la visión de la persona y la sexualidad de unos pocos acabando así con la libertad de pensamiento, ideológica y religiosa.
El «lobby» autodenominado LGTBI quiere suprimir la libertad de pensamiento en materia de sexualidad en nuestra sociedad y aprovechan para atacar, atemorizar y aplastar a quienes tienen otra visión de la sexualidad y así imponer la suya propia como la única que se puede exponer y defender. Es el nuevo totalitarismo de género que amenaza nuestras libertades y empieza a concretarse jurídicamente en las leyes que se van aprobando y que imponen la ideología de género en todos los sectores de la vida pública, empresarial y en el sistema educativo con notorio desprecio a la libertad de pensamiento en materia de sexualidad.
Obligar a educar en clave de género en todas las escuelas es totalitario y desconoce los derechos humanos básicos, aunque lo aprueben por unanimidad los parlamentarios de todos los partidos políticos. Defender la ética sexual tradicional cristiana es tan legítimo como defender la de género; y los poderes públicos no pueden imponer ni la una ni la otra.
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