Según dicen los medios Mas hará coincidir la separación de España con la disolución de las Cortes. Parece que subestima las funciones de la Diputación Permanente del Parlamento de nuestro país. Con un mínimo de 21 miembros se ocupa de las actividades esenciales, mientras se encuentra cerrado el periodo de sesiones.
La intención de Mas de aprobar una proclamación solemne del inicio de la independencia de Cataluña, si los soberanistas tienen mayoría, es un intento más de echar un pulso político al poder del estado español. Si bien sucede que, en unas declaraciones de este mismo mes de septiembre, el ministro de Defensa ya ha dicho que las Fuerzas Armadas no intervendrán en el proceso catalán si “todos cumplen con su deber”. Creo que la conclusión se deduce fácilmente.
Un Ejército plenamente democrático sabe, perfectamente, sus funciones, en un país que se fundamenta en el imperio de la ley y del derecho sobre la fuerza. Ahora bien en un escenario político en el que se consume la independencia, las herramientas que puede emplear, legítimamente, el poder ejecutivo pueden ser la policía, y el Ejército como último recurso. Así de claro y rotundo.
Lo lógico y lo deseable es que no sea necesario llegar a estos extremos. Y que se pueda dialogar sobre las competencias de Cataluña, sobre el IRPF, etc., pero siempre manteniendo la unidad de nuestro país. Aunque esto también tiene sus peligros. Porque, no es coherente ni justo, que unas autonomías tengan demasiados privilegios respecto a otras, en buena medida y, simplemente, para evitar que se marchen de España, por decirlo claramente.
Y la posibilidad que parece que va tomando fuerza, de ceder en algunas cuestiones ante la Generalitat catalana, y reformar algunas normas, o la Constitución, no me parece la mejor opción. Porque puede ser una vía inagotable, y que al final del proceso lo que quede sea una República Catalana en toda regla. Los peligros de este tipo de política de cesiones son evidentes, y llevarían a la descomposición de nuestro Estado de las autonomías.
El reto de Mas parece que es real, y no creo que sea un globo sonda para ver la reacción del Ejecutivo. Y en esta tesitura estoy convencido que no valen las medias tintas. Porque, si el Gobierno no reacciona con la contundencia que le permiten las leyes, la situación puede volverse irreconducible. Y una vez lograda la independencia de hecho, sería casi imposible darle la vuelta a las cosas.
Parece, en algunos momentos, una partida de ajedrez, pero si no se mueven, de la mejor forma posible, las piezas en el tablero puede haber jaque al rey, que representa a España. Y las torres, la reina, los alfiles, los caballos, etc., son piezas claves que pueden hacer que se gane la partida al independentismo.
A veces el ordenamiento legal democrático vigente tiene que hacerse cumplir con la fuerza de la razón. Es lamentable que pueda suceder esto, pero quizás sea la única alternativa para impedir la separación unilateral, e injustificada de una parte del país.
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