La primera ministra británica, Theresa May, anunció que formará un gobierno en minoría y confirmó en sus puestos a los principales ministros, resistiendo pedidos de renuncia luego de que su Partido Conservador sufriera el jueves un duro voto castigo que lo privó de la mayoría parlamentaria y que vuelve más difícil e incierta la negociación del Brexit con la Unión Europea.
Tras haber anticipado los comicios para reforzar su control del Parlamento y su posición de cara al divorcio de la UE, May, inesperadamente, vio evaporarse su mayoría, lo que la deja políticamente mal parada y cubre de nubarrones las negociaciones del Brexit, a diez días de su esperado inicio.
La jefa de gobierno conservadora insistió en que respetará el cronograma del Brexit, pese a haberse visto obligada a pactar una alianza circunstancial con un pequeño partido de Irlanda del Norte que le permitirá permanecer en el cargo pero que no le dará la estabilidad y el poder que necesita y buscaba originalmente.
Con rostro adusto, May dijo que su Partido Conservador y el Partido Unionista Democrático (DUP) formarán un nuevo gobierno “que puede dar certidumbre y conducir a Gran Bretaña en esta hora crítica”.
“Este gobierno guiará al país a través de las cruciales conversaciones del Brexit y cumplirá con la voluntad del pueblo británico de sacar al Reino Unido de la Unión Europea”, dijo la dirigente, luego de haber obtenido la autorización de la reina Isabel II para su nueva e improvisada alianza.
Horas después, desoyendo las voces opositoras y críticas a su gestión, la jefa del Ejecutivo británico confirmó en sus puestos a los principales ministros del gabinete, entre ellos al de Economía, Phillip Hammond. También se confirmaron el ministro de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, de Interior, Amber Rudd, de Defensa, Michael Fallon, y el ministro para las negociaciones del Brexit, David Davis.
El llamado de May a elecciones anticipadas fue la segunda apuesta electoral conservadora con eje en el Brexit que produce el efecto contrario al buscado. Su antecesor, David Cameron, convocó un referéndum el año pasado para que los británicos decidieran si querían permanecer o no en la UE.
Al parecer confiado en que sus compatriotas no iban a querer cercenar su red de lazos con el continente, Cameron había prometido la consulta durante la campaña electoral de 2015, que dio a los conservadores una sorpresiva mayoría legislativa.
Cuando los británicos dejaron estupefactos a Europa y al mundo al votar por el Brexit, Cameron renunció, dejando a May a cargo de tener que lidiar con el desastre político.
Autoridades de la UE, enfrentadas inesperadamente a la posibilidad de negociar con un liderazgo británico débil, se mostraron razonables ante el problemático resultado, pero, aunque dejaron en claro que darán tiempo al Reino Unido para resolverlo, no aceptarán una extensión de dos años para negociar el Brexit.
Asignadas ya las 650 bancas de la Cámara de los Comunes, los golpeados conservadores de May obtuvieron 318, ocho menos de los 326 necesarios para tener mayoría absoluta y 12 menos que los 330 que tenía el partido cuando a May se le ocurrió hacer rodar el dado electoral.
Lejos de dimitir, May se aferró al salvavidas de una alianza con el DUP, que obtuvo diez bancas. Pero incluso este arreglo se ve tambaleante.
El gran ganador de la elección fue el líder del opositor Partido Laborista, Jeremy Corbyn, cuya agrupación incrementó el número de bancas de 229 a 262, silenciando las premoniciones de que sus posturas francamente izquierdistas alienaran a los votantes, incluso a los propios.
Exultante, Corbyn, de 68 años, multiplicó las presiones sobre May para que renuncie, diciendo que el pueblo ya tuvo suficiente de las políticas de ajuste y austeridad de los conservadores, al punto que descartó potenciales acuerdos o pactos con otras fuerzas progresistas del Parlamento.
Cuando comenzó la campaña, los laboristas estaban a 20 puntos de los conservadores, pero empezaron a ganar terreno en las últimas semanas de campaña. La agrupación logró un enorme apoyo de los jóvenes, cuya participación fue superior a la esperada.
Empero, la primera ministra May no fue la única perdedora. En un fuerte revés a sus intenciones de celebrar un segundo referéndum de independencia de Escocia del Reino Unido, el Partido Nacional Escocés (SNP), de la líder Nicola Sturgeon, perdió 21 de sus 54 escaños en los Comunes.
Entre los diputados del SNP que perdieron sus bancas se incluye a Alex Salmond, el ex líder de la formación y una de sus máximas figuras. La líder de los conservadores escoceses, Ruth Davidson, dijo que la idea de un nuevo referéndum en Escocia “está muerta”.
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