¿Queremos que nuestros hijos crezcan en un mundo donde se sientan excluidos o marginados? ¡No! Queremos que crezcan en un mundo justo, inclusivo, pacífico, en el que la diferencia esté aceptada, valorada. El medio para lograrlo es elegir representantes que compartan esta idea. En su primer discurso como presidente de Argentina, Alberto Fernández demostró estar a tono con el leitmotiv “un mundo justo, inclusivo, pacífico”. Desde el cambio de nombres de secretarías o ministerios hasta la mención de los diferentes como parte del sistema: “en nuestra Argentina hay mucho sufrimiento por los estereotipos, los estigmas, por la forma de vestirse, por el color de piel, por el origen étnico, el género o la orientación sexual. Abrazaremos a quienes sean discriminados. Porque cualquier ser humano, cualquiera de nosotros, puede ser discriminado por lo que es, por lo que hace, por lo que piensa. Y esa discriminación debe volverse imperdonable.”
La democracia debe ser un objeto de interés para las políticas públicas llevadas adelante por un gobierno. Parece obvio pero no lo es. Al menos, en los últimos cuatro años, muchas de las decisiones relacionadas con las políticas públicas tomadas por gran parte de los gobiernos latinoamericanos favorecen a unos pocos y dejan a la mayoría fuera del sistema; lejos de verse reflejados, se les niega visibilidad.
Indefectiblemente, en la región es preciso fortalecer la democracia; para eso, hace falta voluntad política y, por sobretodo, visión de futuro. En el discurso de Alberto Fernández se percibió la voluntad de escuchar los pedidos de la ciudadanía y de contribuir con políticas públicas a un único propósito: el estado de bienestar.
El discurso fue efectivo. ¿Qué supone hablar de un “discurso efectivo”?
Me refiero a un abordaje pensado desde la reconstrucción de una educación para la democracia y la paz, dirigido a un auditorio devastado económicamente, un discurso inspirador pero preciso en todos los puntos que se propone poner en marcha.
Un discurso que apunta al desarrollo de valores, intenta promover la convivencia social donde todos participen, compartan y se desarrollen plenamente. “Para reordenar la economía necesitamos salir de la lógica de más ajuste, más recesión y más deuda que se ha impuesto en los cuatro años que hoy acaban. En esa acción de reordenamiento, vamos a proteger a los sectores más vulnerables.”
Un discurso que señala desde el inicio de su gobierno, el cuidado del más vulnerable, pidiendo a los que más tienen que piensen solidariamente; sin dudas, un rasgo diferencial entre un gobierno democrático y otro que no lo es.
Un discurso que promueve la equidad entre todos, desde la construcción de una base sólida para una convivencia social positiva, en la que todos puedan sentirse parte y estén dispuestos a ofrecer su colaboración.
Un discurso que plantea la participación como un proceso multidimensional entre todos los actores. “Quisiera que mis palabras expresen, del modo más fiel posible, el eco de millones de voces que aún siguen resonando en toda nuestra Argentina. (…), vengo a convocar a la unidad de toda la Argentina en pos de la construcción de un nuevo contrato de ciudadanía social”, enfatizó Fernández.
Las palabras que utilizó Alberto Fernández resuenan, emocionan y tranquilizan, al menos hasta la puesta en marcha de cada uno de los puntos.
Por ejemplo “Ni Una Menos debe ser una bandera de toda la sociedad y de todos los poderes de la República”: con esas palabras se puso al frente de los reclamos de las mujeres.
Un discurso conciliador, en el cual estamos todos contemplados, todos somos parte, un discurso que observa a los marginados y los integra. Los últimos serán los primeros o primero los de abajo. Esperemos entonces que la política pública que se llevará a cabo durante los próximos cuatro años involucre a todos los actores sociales. Lograr el consenso será su premisa y, a su vez, el desafío más grande. La travesía ha comenzado: recuperar ministerios claves, tomar medidas de inversión social -como por ejemplo, otorgar préstamos a tasas bajas a empresas y personas para dinamizar la economía, buscar la renegociación con el FMI, entre otros objetivos.
Se avecina una convivencia democrática, con eje en la inclusión y la divulgación de la cultura de paz.
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