Haidar y su hermana dudaron si sobrevivirían las torturas de los extremistas en Mosul. Ahora, con el apoyo del ACNUR, están haciendo frente a sus experiencias.
DOHUK, Kurdistán Iraquí, 10 de enero de 2017 (ACNUR) – Cada vez que Haidar* ve un auto negro en el campamento para desplazados iraquíes, el joven de 20 años teme que alguien lo esté buscando para secuestrarlo.
Hace cinco meses, Haidar fue raptado en las calles de su ciudad natal, Mosul, por extremistas, quienes lo arrastraron ante una corte.
“Tenía los ojos vendados y un juez me acusaba de publicar poemas incendiarios en internet”, recordó el joven.
“Yo negué los cargos y sabía que me habían tomado porque mi padre trabajaba para las fuerzas iraquíes. Yo no sabía que también habían tomado a mi hermana, Zaineb, hasta que la escuché en otra habitación suplicando que nos dejaran ir”.
Más de 100.000 residentes de Mosul y sus alrededores han huido desde que las fuerzas gubernamentales lanzaron una ofensiva el 17 de octubre para retomar la segunda ciudad más grande de Irak.
Algunos, como el caso de Haidar y Zaineb, quienes ahora están a salvo en la región de Kurdistán Iraquí, bajo el cuidado de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, relatan los terribles sufrimientos que pasaron bajo el régimen de los extremistas.
Haidar se agita cuando relata cómo él y su hermana fueron separados cuando sus captores los llevaron de la corte a una prisión. Después empezó la tortura.
“Durante 18 días, ellos pusieron cables eléctricos en mi lengua y me daban choques eléctricos, diciendo que era por haber hablado en contra de ellos. Me colgaban de cabeza y me golpeaban en la cara, la espalda y las piernas con tubos. Era tan doloroso que les pedí que me mataran con una bala. Ellos me dijeron que no me darían ese regalo, pero dijeron que un día yo sería ejecutado”.
En otra parte de la prisión, Zaineb, quien fue acusada de ser bruja, fue forzada a ver cómo ejecutaban a otras compañeras. La joven castaña de 23 años habla suave y con tristeza. “Ellos decapitaron a dos mujeres frente a mí. Una de ellas era una oficial de policía”.
“En mi caso, muchas veces recibí choques eléctricos en la cabeza, la nariz y las piernas. El dolor era insoportable. Por la noche, iba a dormir sabiendo que me despertaría el día siguiente para ser torturada de nuevo”, dijo Zaineb. “Todos los días estaba segura de que moriría”.
Mientras ellos estaban detenidos, Rima, su madre de 50 años, pasó cada día en la corte dirigida por los extremistas, rogando que liberarán a sus hijos. En el veinteavo día de su cautiverio, Haidar y Zianeb finalmente fueron liberados, sin explicación alguna. Rima tuvo que pagar $1.000 dólares por su liberación.
Los hermanos están ahora en un campamento administrado por el ACNUR, junto con otros 16 miembros de la familia. Sin embargo, ellos continúan luchando con los recuerdos de la tortura y la violencia que presenciaron.
“Siento que esto no ha terminado, y que ellos regresarán por mí”, dijo Zaineb. “Yo necesito un doctor. Siento dolor en diferentes partes de mi cuerpo por los choques eléctricos. Mentalmente, no me siento bien, necesito sentarme y hablar con alguien”.
Su hermano concuerda. “Yo también quiero ver a un doctor, porque tengo dificultad para hablar desde los choques que recibí en la lengua”.
Con el aumento en las cifras de desplazamiento desde Mosul, el ACNUR está comprometido con fortalecer el apoyo psicosocial y los servicios de consejería en media docena de campamentos que ha abierto desde el inicio de la liberación de la ciudad, hace más de dos meses.
Muchas de las personas que huyeron de Mosul presenciaron las muertes de parientes, amigos o vecinos, y aún luchan con esos recuerdos en los campamentos recientemente abiertos. El ACNUR y sus socios brindan asistencia psicológica básica, la cual incluye consejería especializada conocida como “escucha reflexiva”, así como evaluación de necesidades y ayuda apropiada.
Oficiales de protección del ACNUR realizan visitas regulares a Haidar, Zaineb y su familia, y están organizando atención médica y apoyo psicológico a través de una ONG local. Después de una experiencia terrible como esta, por lo menos ahora pueden ver hacia el futuro.
“También estamos felices de estar en el campamento”, dijo Haidar. “Es lo mejor de estos dos años. Estábamos viviendo entre la muerte y el infierno. Ahora sentimos que renacimos”.
*Todos los nombres han sido cambiados por razones de protección.
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