El perro Paco, parece ser que fue un perro callejero que a finales del siglo diecinueve en Madrid, ocupó un protagonismo especial, no solo yendo a tertulias literarias, sino fue acogido por el pueblo madrileño, se hicieron artículos sobre él, y quizás como el destino trágico de este país, terminó sus días muerto en una corrida de toros.
Quizás deberíamos realizar algunas reflexiones sobre este hecho, con un conjunto más amplio de interpretación:
– Lo primero, es que un perro, fuese callejero o no, tan singular, quizás debido a explicaciones que Pavlov haría más tarde, o por otras razones, entre otras que todos los individuos animales de la misma especie no son idénticos, sino que son iguales pero diferentes. Un perro así merecería tener una escultura en Madrid. Por diversas razones, entre otras, por microhistoria ciudadana, por el valor o símbolo, por turismo, por tener un referente más en una ciudad, y en definitiva por y para la humanidad.
Son tiempos complejos, como todos, y quizás, este animal, de alguna manera, con rasgos humanoides, o que nosotros se los ponemos, nos pueden enseñar, quizás, algo que necesitamos ampliar y amplificar la humanidad. En definitiva enseñarnos algo de lo que somos y lo que podemos ser.
– Quizás, cosa que llevamos ya, al menos un siglo tengamos que plantearnos, la relación que tenemos con los animales, o los animales con nosotros mismos. Al final, somos también animales, aunque diría Aristóteles animales racionales, diría Tomás de Aquino, animales racionales con espíritu-alma.
Quizás, habría que encontrar un término, si no medio, más armonizado y más equilibrado, con estos seres que son sintientes, como nosotros, que son y están en el mundo como nosotros, y por tanto, diríamos que tienen deberes que su naturaleza, les obliga, y también, tienen derechos como seres que son, en estos casos, seres animados.
Por lo cual, tendríamos que buscar, no la casi adoración o fetichismo que algunos seres humanos tienen en relación con estos seres, que son nuestros compañeros en este avatar del mundo, y según la teoría de la evolución, todos los seres vivos, al menos en el cuerpo procedemos unos de otros, pero tampoco en el extremo contrario, que al animal se le trate como un mero objeto. Tenemos que buscar, una relación más adecuada con los seres vivientes, que denominamos animales, quizás, deberíamos denominarlos seres sintientes, porque sienten, sienten alegrías, y sienten dolores, sienten penas y sienten sufrimientos. Ciertamente, en una escala diferente, no es lo mismo un simio que una delfín, que un elefante, que un caballo, que un gorrión, que una abeja.
– Por otro lado, sin caer en los extremos, no podemos tampoco dejarnos de hacernos algunas preguntas, que durante décadas han chocado contra nuestra mente, sabemos, según los datos históricos, sucedido muchas veces a lo largo de la historia, que hay individuos, que tratan muy bien a determinados animales, recuérdese el caballo de Nerón, o algunos guardias de los campos de exterminio, por un lado, terminaban con vidas humanas por la mañana, y al rato jugaban con sus perros domésticos, o tocaban o escuchaban la gran música clásica de Occidente.
No sé si muchos fenómenos de la realidad humana, se pueden explicar por lo que se denomina psicópatas, ahora psicópatas integrados en la sociedad, personas que no cometen graves delitos, pero que hacen sufrir a determinadas personas de alrededor, según su influencia y su poder social, sean profesores que realizan y corrigen exámenes tan radicalmente estrictos o personas que en sus puestos de trabajo tienen a determinados subalternos a los pies de los caballos.
– Tan popular se hizo dicho animal, que se acuñó una frase o adagio o refrán, que es el que lleva el título este artículo. Ciertamente no podemos negar, que quizás si nos remontamos a Quevedo y a Cervantes y a Lope, este suelo patrio es una especie de mezcolanza, con diferentes ingredientes, tanto trágicos como cómicos, y combinaciones infinitas de ambas realidades. Y estimo, que en este caso, el sabor y saber popular, pero también de las elites, convirtieron a este animal, singular, nadie lo puede dudar, en objeto y sujeto, diríamos, de un yo colectivo. Es decir, como siempre, se utilizaba este animal, no solo como objeto de afecto, que nadie puede dudar, sino también, como reflejo y símbolo y metáfora de lo que somos y dónde estamos, es decir, servía para contar otras historias, es decir, el mundo humano de Madrid, y desde luego, del ser humano.
Para terminar, existe una película famosa, que cuenta la historia, en mayor o menor grado ficcionada, de un perro japonés que iba todos los días a recoger a su dueño cuándo venía del trabajo en tren.
No sé si deberíamos plantearnos, que no solo se hiciese una escultura en Madrid, quizás en la puerta del Sol, ya que ese era uno de sus lugares de su presencia, y quizás hacer una película o documental extenso sobre este animal. Pero también y sobretodo, que en los miles de pueblos y ciudades, que existen en el mundo, y en la Piel de Toro, se recojan historias, similares o parecidas, que han existido, de la relación de los animales y los hombres, sean burros, cerdos, caballos, perros…
No olvidemos, que nosotros también somos animales, no solo animales, pero también somos animales…
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