Los extraordinarios avances de la tecnología están dando lugar a nuevos enfoques de la realidad. Cada vez la existencia está más mediada por los aparatos electrónicos, especialmente, los móviles. El sueño de alcanzar la vida eterna, o de lograr la inmortalidad está presente desde hace miles de años en muy diversas culturas. Ciertamente, como escribió Unamuno el ser humano quiere: “Ser, ser siempre, ser sin término, sed de ser sin más”.
Están surgiendo nuevos procedimientos tecnológicos, como el uso de la nanotecnología, para aumentar la duración de la vida humana, y curar el cáncer. También se están realizando estudios e investigaciones en los campos de la criogenia, la biotecnología y la ciberconsciencia. Aunque también es cierto que la complejidad del organismo humano plantea numerosos interrogantes, acerca de la posibilidad de lograr las metas que son propuestas. Ya que estas técnicas no resuelven la multitud de cuestiones biomédicas que se presentan, si se pretende alargar la vida, y también mejorar la calidad de la misma, utilizando estos procedimientos artificiales.
Los avatares y los seres cibernéticos que propone Bruce Duncan, a mi juicio, pueden ser una especie de entretenimiento, pero no son la solución real a la cuestión de la mortalidad.
Porque un avatar o ser cibernético de un sujeto muerto no es el sujeto vivo, aunque se parezca en sus reacciones en pantalla, ya que puede actuar y contestar, según la carga de datos que ha sido grabada en su sistema digital. Es, en realidad, un simulacro de la personalidad del individuo vivo.
De todas maneras, no se sabe lo que sucederá en este siglo XXI. Las investigaciones en el campo médico, y en el propio de la Inteligencia Artificial pueden ofrecer nuevas posibilidades, e incrementar la longevidad de las personas.
Ahora bien, si existe una inmortalidad digital, pero en otro sentido. Ya que todo lo que se publica en Internet permanecerá para siempre. Algo que no parece gran cosa, pero que sí lo es. Hace cuarenta o cincuenta años, no era posible darse a conocer a través del ordenador, y de la red digital existente, y desde hace unas décadas, ya es una realidad innegable. Con la particularidad, bien conocida, de que lo que se escribe y publica en Internet al ser en formato digital no destruye árboles, ya que no se basa en el soporte vegetal o papel.
También es verdad que la difusión del conocimiento, y la libertad de expresión se han visto reforzadas con la publicación digital de contenidos en todo el mundo.
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