La pandemia declarada por la Covid-19 ha venido a colocar el mundo al revés, generando un panorama distinto para la democracia de algunos países que tienen en agenda la celebración de elecciones para elegir sus presidentes y representantes al Congreso, ejemplo, Bolivia, Estados Unidos y el caso que nos ocupa, República Dominicana.
Hace alrededor de unos meses, hemos venido dando seguimiento al acontecer político de la República Dominicana a través de una serie de publicaciones en diversos medios internacionales donde hemos analizado los escenarios políticos de cara al proceso electoral de este año, de la misma manera, lo que está en juego en las elecciones. Con este artículo continuamos dando seguimiento al proceso electivo del país, aunque en esta oportunidad las circunstancias actuales han dado un giro
Marzo marcó un nuevo panorama político
Con la llegada de marzo se marcó un nuevo panorama electoral, no solo por los resultados de las elecciones municipales, el partido de gobierno perdió terreno, en tanto, la oposición aprovechó para avanzar y obtener gran parte de las principales plazas a nivel municipal, entre ellas, la del Distrito Nacional, demarcación territorial que estrenó su primera alcaldesa desde su existencia; también porque este certamen pospuesto inicialmente tuvo el elemento de celebrarse bajo la amenaza del coronavirus. Tres días después de celebrado los comicios (20 de marzo), se declaraba a República Dominicana en estado de emergencia, generando con ello un escenario político más complejo de cara a las elecciones presidenciales y congresuales con fecha de celebración el domingo 17 de mayo.
El próximo 12 de junio, República Dominicana estará culminando su periodo de cuarentena vigente desde el 20 de marzo, fecha en la que el Congreso aprobó el estado de emergencia, disposición que fue necesaria ir extendiendo como parte de las medidas con las cuales se pretendía mantener controlado el brote y propagación del Coronavirus en el país. Entre la fecha de inicio y la señalada para finalizar la medida de excepción habrán transcurrido alrededor de 85 días de confinamiento y toque de queda. Al momento de terminar esta columna, el Poder Ejecutivo había solicitado al Congreso una nueva extensión del estado de emergencia por 17 días más.
Conforme transcurre todo este tiempo y los infectados por la Covid-19 han aumentado, a la fecha 21,437 contagiados, el gobierno dominicano en la misma medida ha ido anunciando disposiciones que avisaban que la situación era más delicada de lo que el ciudadano podía observar, pero que para esa fecha se espera una desescalada que permita volver a la ‘’normalidad’’ y poder celebrar las elecciones en la fecha acordada.
Sin embargo, con el estado de emergencia llegaron una series de medidas emanadas desde el Poder Ejecutivo, entre ellas las ayudas sociales en sus distintas modalidades y que al parecer, no solo vinieron para ayudar a los más desposeídos, también a dar ventajas a uno de los candidatos, tal como publicaron algunos medios e igualmente, en las redes sociales. Es que la pandemia de la Covid-19 agarró al país caribeño en un momento crucial y determinante para su sistema democrático, tiempos de elecciones.
Mayo marcaba la meta, pues era el mes en el que debían celebrarse las elecciones presidenciales y congresuales. El 17 de ese mes era la fecha prevista para que se llevará a cabo el proceso electivo en República Dominicana como un mandato constitucional, el cual se vio frustrado, aunque en esta oportunidad no se trató de un algoritmo, sabotaje o algún fallo en el software del voto electrónico. En esta ocasión la responsabilidad recae sobre el coronavirus, el huésped que no esperábamos. La presencia del virus dio un giro no solo en la cotidianidad, también influyó en la forma de hacer campaña de los candidatos, que tradicionalmente se ha caracterizado por el mano a mano, el cara a cara, las caravanas y los mítines donde hay alta concentración de personas y, por ende, no se puede mantener el distanciamiento social.
Esto más que disminuir su presencia, todos los candidatos tanto a nivel presidencial como a los cargos al Congreso, se han dejado sentir, ver y escuchar mucho más durante la cuarentena, algunos han sido más aventajados que otros, sobre todo, aquellos pertenecientes al oficialismo. Medios de comunicación, ciudadanos y la oposición han criticado que el gobierno haya dejado que su candidato tome las riendas de los asuntos que el Estado debería gestionar, incluso violando el toque de queda, esto desde el inicio mismo de la cuarentena y la cuantiosa inversión que se ha hecho para posicionar al candidato del gobierno.
No solo se ha generado una guerra por demostrar quién da más, también una de encuestas, en las que unas dan ventajas al oficialismo y otras a la oposición, cada encuesta busca posicionar a un candidato x y crear una percepción en el electorado. El oficialismo basa el crecimiento de su candidato en el manejo que este ha tenido durante la pandemia, aunque cuando se está en el poder se tiene ventaja y más aún, cuando quien le acompaña como vice es la actual, quien repite y que, además, es la persona que maneja todas las ayudas sociales del gobierno, dada sus funciones es difícil separar los roles. Igualmente, se cuenta con los recursos del Estado a favor de dicho candidato, convirtiéndola en una campaña desigual en todo el sentido de la palabra.
La pandemia, además de cambiar el modo de hacer campaña vino a redefinir el panorama político de la República Dominicana, un país que al igual que otros de la región, tradicionalmente han centrado su política partidista en la dádiva y en la promoción del asistencialismo como parte de sus programas de gobierno y que podría al final tener un impacto en el candidato del partido oficialista, asistencialismo que ha sido usado para justificar el ‘’repunte’’ de casi 20 puntos porcentuales que en estos meses de confinamiento ha logrado Gonzalo Castillo, aunque esto no asegure su pase a la presidencia en primera vuelta. De aprobarse el nuevo estado de emergencia, el gobierno continuaría con su práctica clientelar disfrazada de ‘’ayudas sociales’’ para promover a su candidato por los próximos días.
A menos de un mes para las elecciones, los tres principales candidatos, Luis Abinader (PRM), Gonzalo Castillo (PLD) y Leonel Fernández (FP), han salido a buscar el favor de la ciudadanía, desafiando la presencia del virus, incumpliendo la cuarentena, el toque de queda, el distanciamiento social y, sobre todo, quizás, aprovechando los recursos del Estado.
De todo esto me duele que aún se continúe jugando con las carencias de los más necesitados, se aprovechan de sus escaseces y en lugar de enseñarles a pescar, les prometen seguir dándoles el pescado, negándoles las oportunidades de salir de la miseria para mantenerlos sumidos cada cuatro años a dádivas a cambio de votos.
Con un órgano electoral que poco vela por el cumplimiento de la Ley Electoral o la Ley de Partidos pasan todas y cada una de las violaciones en sus narices sin que alguien reciba sanción por ello.
El calendario va descontando los días y arrecia la campaña en redes sociales, ataques en todas las vías, un tono elevado en los debates, campaña con un enfoque en algunos casos centradas en lo personal, creación de miles de cuentas falsas para abultar encuestas y crear falsas percepciones, en fin, la pandemia en lugar de arreglar, los ha puesto peor, porque no hay nada más peligros que una persona detrás de un ordenador.
No obstante, la Junta Central órgano electoral dominicano ha estado tomando las medidas necesarias para que este 5 de julio, los ciudadanos puedan ejercer el voto de manera segura y que garanticen el distanciamiento físico, el uso de mascarilla, etc. Definivamente, votar no será más riesgoso que hacer una fila para entrar al supermercado.
Yo, con la confianza puesta en el electorado consciente, solo espero que estas elecciones culminen en una primera vuelta, ya que este país no aguanta cuatro procesos eleccionarios en tan solo seis meses, un gasto desmedido en campaña, y agrego a esto la crisis económica resultante de esta pandemia.
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