Pedagogía de Kant

Pedagogía de Kant

Kant fue un gran filósofo y también explicó en sus clases universitarias sus lecciones sobre pedagogía cuando le correspondía en el curso de sus enseñanzas.

En 1803 aparece publicada su Pedagogía en una edición autorizada por él y que es el resultado de los apuntes de uno de sus alumnos Rink en sus clases impartidas de cuestiones pedagógicas. Los planteamientos educativos y formativos de Pestalozzi están claramente influidos por el enfoque kantiano. Fichte también reconoce que en sus Discursos a la nación alemana está presente el planteamiento educativo general de Kant.

Desde la filosofía de Kant es evidente que la fundamentación moral y el rechazo de una forma inadecuada de enseñar la religión son las columnas sobre las que se sostiene el edificio formativo que propone  el sabio alemán. Lo que ha sido interpretado también como una forma de impulsar la enseñanza laica.

En cualquier caso, es clara la intención kantiana de poner como fundamento de la religión  el bien y la buena conducta  o  la moral. No deja de insistir en la necesidad de una educación a la altura de los tiempos que está viviendo y esto es extrapolable a los momentos actuales, sin ninguna duda.

Kant tiene muy presente que el esfuerzo, la perseverancia y la disciplina son los fundamentos de una auténtica educación liberadora. Escribe al respecto que «La falta de disciplina es un mal mayor que la falta de cultura; ésta puede adquirirse más tarde, mientras que la barbarie no puede corregirse nunca». Está convencido de que la formación busca el despliegue de las disposiciones naturales y el talento de cada persona, lo que significa que la verdadera esencia de la educación está en potenciar la autonomía y las capacidades y habilidades de cada individuo.

Ciertamente, los procedimientos educativos cambian a lo largo de los siglos  y de esto era plenamente consciente Kant. La interacción directa entre educación e inteligencia es reafirmada por el sabio prusiano con mucha claridad. El trasvase de los conocimientos de una generación a la siguiente está en su mente y también el aumento progresivo de los mismos con el paso del tiempo.

De todos modos, es destacable la significación que da a la moral y la prudencia en relación con la educación y la felicidad del género humano ya que escribe «¿Cómo se puede hacer felices a los hombres, si no se les hace morales y prudentes? La cantidad de mal no disminuirá, si no se hace así». Está a favor de las escuelas experimentales, en las que se prueban de modo muy controlado, nuevos procedimientos formativos que se ofrecen en el Instituto de Dessau de su época y que considera adecuados aunque puedan ser mejorados o perfeccionados.

Kant da mucha importancia a que los profesores tengan libertad de trabajar con sus propios métodos y también considera que el intercambio de experiencias pedagógicas es fundamental para el desarrollo de nuevas técnicas educativas que refuercen los aprendizajes y el pensar por uno mismo.

Está convencido de que «Una educación pública completa es aquella que reúne la instrucción y la formación moral». Lo que, a mi juicio, es aplicable también a los tiempos que vivimos. Si se parte del respeto y de los valores éticos todo es posible. Kant está en contra de la enseñanza puramente memorística ya que  escribe «Es necesario comprender lo que se aprende o se habla, y no repetir nada sin que se comprenda».

Además, vincula la memoria con la vida real y afirma la grandeza de la imaginación en los procesos de aprendizaje. La autonomía de los estudiantes en su aprendizaje es una de la metas a lograr. Producir o crear es un medio magnífico para aumentar la facilidad de comprensión, según Kant, y se entiende que lo afirme, ya que los procesos cognitivos como escribir y leer potencian la inteligencia.

El autoaprendizaje es puesto como ejemplo por él de lo que se aprende de una manera más profunda ya que dice «Lo que más o menos, se aprende por sí mismo, es lo que se aprende más sólidamente y lo que mejor se conserva». Como se puede observar las ideas pedagógicas kantianas son intemporales y siguen vigentes en relación con la educación. Por supuesto, la educación en Prusia en el siglo XVIII estaba muy influida por la religión y existía también la censura de la que no se libró el propio Kant en una ocasión. En definitiva, la actitud de cada estudiante es decisiva.

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