En el libro de Schopenhauer El arte de tener razón se exponen los mejores procedimientos para razonar con rigor y llegar a la verdad. El mismo filósofo alemán era un gran dialéctico y conoce perfectamente las leyes de la lógica. Como él escribe: «La lógica se ocupa de la mera forma de las proposiciones, la dialéctica de su contenido, su materia».
También afirma el pensador germano que de la perversidad natural del género humano se deriva que en las argumentaciones se quieran introducir, en muchas ocasiones, falsos razonamientos para vencer al adversario en las discusiones o disputas. Y es cierto que es habitual que la gente se lo tome a mal cuando uno no es de su opinión.
Es indudable que la forma de las proposiciones o frases es la plasmación de lo universal y el contenido refleja lo particular. La verdad lógica y la objetiva son fundamentales para tener razón, pero ya en tiempos de Schopenhuaer en el siglo XIX era dejada de lado en algunos casos, con la intención de defender ideas inconsistentes y destruir, por todos los medios, las del adversario en la controversia.
Se puede ser un hábil dialéctico con el objeto de triunfar en la discusión y tener razón, pero no es suficiente. Según Schopenhauer muy pocas personas saben discutir de verdad y, por tanto, no merece la pena disputar con ellas. Es básico no proponer cosas absurdas en la discusión desde un planteamiento lógico y también es absolutamente indispensable apreciar la verdad siempre.
La lógica es la ciencia de las leyes del raciocinio. Y, por tanto, ante las reglas lógicas no vale la fuerza ni la prepotencia, ni las falsedades o excusas. En lo relativo al fundamento de toda dialéctica o lógica de las discusiones se puede hablar de dos modos y métodos.
En relación con los modos es evidente que, si se discute una cuestión, hay que analizar la cosa en relación con su verdad objetiva. Para Schopenhauer los argumentos ad hominen o contra la persona no tienen ningún valor, como es lógico.
Respecto a los métodos en la refutación o negación directa se puede demostrar que los fundamentos de una afirmación son falsos y en la indirecta se prueba que se deriva una conclusión falsa. No cabe duda de que los mecanismos del entendimiento humano son esencialmente los mismos que hace cientos o miles de años.
Por eso el estudio de la lógica es tan positivo ya desde la adolescencia para ordenar la mente, de tal forma, que se sepa razonar con rigor y precisión. De esta manera se evitarían muchos desencuentros, equívocos y malas interpretaciones en las relaciones sociales.
El interés y el egoísmo tienen límites claros que son la lógica y las leyes que también responden a planteamientos puramente lógicos en su esencia y en su razón de ser. Frente a la fuerza y la violencia: el arte de razonar y de entender y sobre todo la verdad.
Es curioso como Schopenhauer se da cuenta en su época de esto y escribe: «Nada tan penoso como ver a alguien que discute con otro basándose en razones y explicaciones y pone todo su empeño en convencerle, creyendo que únicamente tiene que dirigirse a su inteligencia: y al fin descubre que su interlocutor no quiere entender». En realidad, si una persona no quiere aceptar la verdad y el razonamiento correcto acerca de alguna cuestión está demostrando mala voluntad y un egoísmo que quiere anular la razón mejor fundada.
En el libro de Schopenhauer se explican también diversas estratagemas dialécticas para ganar en los debates. El arte de discutir se puede ejercitar con debates sobre temas o asuntos bien determinados y con las adecuadas orientaciones se puede alcanzar la excelencia en las argumentaciones. Es una cuestión de práctica sobre todo.
En la palestra de las disputas debe utilizarse la deducción y la inducción de una manera rigurosa, lo que dará lugar a conclusiones correctas. La consideración de las falacias o falsos razonamientos es otra parte clave para evitar siempre los errores argumentativos que conducen a falsas conclusiones.
La cadena deductiva no puede ser rota o destruida por un paso deductivo falso e incorrecto. Las premisas deben ser verdaderas. Todo el proceso de discusión debe basarse en lo verdadero y no en lo falso para que tenga sentido lógico. También es cierto que en asuntos de opinión y no de razonamiento existe una gran libertad de expresión y esto es positivo.
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