Florida no solo es la parte caribeña de los Estados Unidos, también es el hogar de una gran población de puertorriqueños que ha llegado al Estado para quedarse e influenciar, éxodo que se ha incrementado después del huracán María. En un estudio reciente del Centro de Investigación Pew, se evidenció que el número de puertorriqueños aptos para votar en Florida ahora es similar a la población cubanoamericana con influencia política.
Los puertorriqueños en Florida no solo están cambiando la demografía del Estado, también han importado el sabor que le ponen a las campañas políticas de la isla, un nuevo estilo para Estados Unidos. Por ejemplo, en Florida se han venido realizando caravanas al estilo boricua especialmente entre esta población, una muestra de esto la encontramos en la plataforma lanzada por el gobernador Ricardo Rosselló, Poder Puerto Rico, para movilizar el voto boricua.
En Puerto Rico estas manifestaciones son muy populares, es una manera “divertida” de hacer campaña casi siempre amenizada con buena música y sirve como una oportunidad para medir fuerza. Aunque con los años vemos que se ha reducido la participación en estos eventos, siguen siendo una de las principales actividades de la campaña. Recordemos que la isla es pequeña y se puede cubrir mucho territorio en poco tiempo, por lo cual esto sigue siendo parte de la estrategia política de movilización. Por otro lado, Florida es un “Swing State” importante con una población latina considerable, y los puertorriqueños son una fuerza en un sitio clave para la política nacional. Ante la falta de representación directa (voto) en Capitol Hill (excepto un Comisionado Residente sin derecho al voto), el sufragio y estas actividades de movilización de bases son sus maneras de ejercer presión a nivel federal.
Una de las características de las campañas y/o elecciones en Puerto Rico es la participación masiva, quizás porque hay un elemento emocionalmente importante, el tema del status de la isla. Puerto Rico usa técnicas modernas de campaña, pero está claro que siguen teniendo gran vigencia los eventos multitudinarios que son más animados.
En la Isla del Encanto, históricamente se hacen mítines grandes, dividiendo la isla en regiones, supongamos que se divide la isla en cinco o seis distritos, entonces los partidos (PNP, PPD, otros) realizan una gran caravana y en la cabecera del distrito o en un pueblo importante del distrito realizan un mitin.
El fin de semana antes de las elecciones, todos los partidos tienen un evento masivo, cuya asistencia ha ido bajando con el tiempo, pero es un acto que sirve de termómetro electoral, es un evento de todo el día, viene gente de toda la isla a San Juan, llegando a compararse el tamaño de las concurrencias pues eso brinda una idea del poder de convocatoria. La participación de ciudadanos de todos los rincones de la isla es un reflejo de entusiasmo. Ese espíritu latino que trae fiesta, música y algarabía se refleja de manera contundente.
Hace unos días, conversando con el abogado Gregorio Igartúa Hijo, quien ha acompañado a su padre en una larga batalla legal a favor de los derechos democráticos (el voto presidencial) de los ciudadanos Americanos de Puerto Rico, —quienes pueden votar en las primarias y elegir al candidato, pero no así en las presidenciales— señalaba que: “El nivel de participación histórico de los puertorriqueños en eventos electorales, lo que contrasta con el nivel de participación de los residentes de los estados, magnifica su potencial impacto político en los eventos electorales federales”.
En promedio podríamos decir que tradicionalmente Puerto Rico ha tenido una participación electoral no menor al 75% en sus certámenes electorales, aunque en sus elecciones generales de 2016 bajó a 55,09%, mientras que en los Estados (USA) la participación del público general es inferior. Por supuesto, este análisis lo hacemos en términos proporcionales debido a que Puerto Rico tiene una población pequeña, pero también hay que decir que la mayor parte de esta población está en los Estados Unidos continental, concentrada en algunos estados claves. Esto, combinado con la estructura del sistema electoral federal, presenta oportunidades políticas para estos ciudadanos.
Hay que destacar que, los aspectos demográficos del puertorriqueño que vive en florida y el que vive en el resto de los Estados son distintos, pues en Estados como Nueva York, Connecticut y otros, el puertorriqueño que allí vive es en gran parte descendiente de aquel que viajó a mitad del siglo pasado con otra situación socioeconómica y otra relación más cultural y menos presencial, con la isla.
Mientras que el puertorriqueño que vive en Florida, en su mayoría, ha llegado recientemente y mantiene un vínculo con la isla, no solo cultural, pero político también. Es decir, tienen una gran familia en Puerto Rico, ellos mismos vivieron allí, participaron en elecciones, están familiarizados con los candidatos, los debates y los partidos políticos de la isla. En consecuencia, no es lo mismo que un político boricua haga campaña en un Estado como Nueva york donde lo conocen solo por medio de la prensa a que ese mismo político se vaya a la Florida donde la comunidad boricua está acostumbrada al modelo de campaña que impera en la isla porque han votado y participado en campañas en Puerto Rico y por esta razón los puertorriqueños se movilizan de forma diferente en Florida. Esto nos explica en parte el fenómeno que se está dando en Florida con una nueva manera de hacer campañas.
Finalmente, como hemos dicho, si bien los puertorriqueños que residen en la isla no tienen poder político directo, pueden impactar significativamente las elecciones en un sitio como Florida que es estratégico y que tradicionalmente ha decidido muchas de las elecciones americanas. En ese sentido, tienen no solo una gran oportunidad colectiva, sino otro canal importante para que sus voces sean expresadas.
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