Felicitaciones a Benedicto XVI que ha cumplido este domingo los 90 años. Es un ejemplo de una vida dedicada a la Iglesia y a los demás a través de su magisterio y de su enseñanza. Su entrega a la docencia universitaria ha sido digna de gran admiración y alabanza, por su dedicación y calidad académica y humana. La decisión de renunciar a las responsabilidades de ser Papa en activo ha sido un acierto en vista de la labor realizada por su sucesor el Papa Francisco. Él mismo ha pensado que ha sido lo mejor para sí mismo y para la cristiandad. Su inteligencia sigue siendo igual de aguda y lúcida, lo que llena de alegría a todo el mundo.
Ante el avance de la secularización en nuestro planeta parece que además de la fuerza espiritual que se desprende de la doctrina cristiana también se puede derivar un contenido ético muy valioso. En efecto, tanto si se es creyente como agnóstico o ateo es posible pensar en una humanidad en paz y en constante progreso.
Y para lograrlo es necesario que exista un dialogo amable y bienintencionado entre todas las personas. Y aunque esto pueda parecer algo utópico e inalcanzable debe dirigir los esfuerzos de todos.
Los obstáculos para lograr este propósito de paz, concordia y bienestar son evidentes. Está, en primer lugar, el predominio de la violencia en la sociedad sobre la razón y el respeto. En segundo lugar, un egoísmo excesivo en muchas personas y una indiferencia e ignorancia que causa mal, dolor, injusticia y problemas innecesarios. En este sentido, el cristianismo con su apelación a la bondad y el amor es lo opuesto a lo que con frecuencia sucede en el mundo actual.
El cultivo de la fraternidad, la solidaridad y la compasión parece que ha quedado como algo propio de una parte de la sociedad frente a otra que se olvida de la necesidad de propiciar un clima social más comprensivo y más solidario.
Los dos papas actuales, tanto el emérito como el Papa Francisco, son un magnífico ejemplo o modelo de acciones y conductas comprometidas con el bienestar de todos, sin marginaciones ni excepciones de ningún tipo. Y esto desde el profundo respeto a la libertad de expresión y sin cortapisas al libre ejercicio de la crítica y del análisis y la argumentación.
Un cristiano no puede ser indiferente ante el dolor y el sufrimiento en la realidad cotidiana. Y un agnóstico o ateo tampoco. Así de claro. Y el ser mezquino no es algo que tenga defensa, puesto que significa estar falto de sentimientos nobles y generosidad. Indudablemente, ser generoso, bueno y respetuoso con los demás es la asignatura pendiente de bastantes personas. Y por eso, entre otras causas, existen tanta injusticia, desorden, maldad y desigualdad en el mundo.
Se puede pensar en las guerras que azotan la realidad de una serie de países en el mundo actualmente. Son una muestra más de la crueldad inhumana existente. La intolerancia es uno de los vicios que corroe a la humanidad.
Aunque es cierto que, aún con este panorama desolador, se pueden ver multitud de actos buenos y generosos en todo el planeta. Realizados por numerosos hombres y mujeres que practican los valores éticos desde premisas religiosas o desde planteamientos laicos o cívicos. En el fondo, de lo que se trata es de conseguir un mundo más humano y más feliz para todos.
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