El 2018, fue un año muy activo en materia electoral, el 2019 lleva un ritmo similar. Un ciclo electoral muy activo que abarca 15 de 18 países de América Latina en los últimos dos años, resulta un buen termómetro para medir la madurez democrática de nuestros países.
Con procesos que comprenden desde referendos constitucionales y consultas populares, hasta elecciones municipales, regionales, legislativas y presidenciales, hay una figura con un rol muy importante en el desarrollo de los mismos, a la vez, con una función de vigilante y garante del ejercicio democrático y del pleno cumplimiento de la legislación electoral de cada país donde se ejerce la observación, asegurar la imparcialidad y crear una atmósfera de confianza pública, me refiero al observador electoral.
En esta oportunidad quiero destacar la labor altruista y de compromiso que realizan quienes optan por ser parte de una Misión de Observación Electoral (MOE), contado desde mi propia experiencia. Ser parte de los procesos que fortalecen la democracia en la región Centroamericana y en uno de los países donde aún se conservan pueblos indígenas, ha sido una de mis mayores satisfacciones como profesional, y poder hacerlo con uno de los mejores y más comprometidos de los organismos que contribuyen a estos objetivos, es mejor aún.
Tuve la oportunidad hace aproximadamente un (1) año de participar de una Misión electoral fuera de mi país (República Dominicana), una gran experiencia, un nuevo aprendizaje junto a un cuerpo de profesionales y expertos en el tema de más de 25 países. Fruto de esta experiencia y la gran oportunidad que se me brindó, pude constatar en el campo un proceso electoral en toda su extensión, participando desde el otro lado de la acera y no como un espectador o elector, como hasta ese momento había sido mi rol.
Reconocer la excelente labor que realizó cada uno de los involucrados en este proceso, una logística impresionante, el despliegue de un equipo de trabajo al más alto nivel, un cuerpo de observadores comprometidos con el trabajo y con el deseo de dar lo mejor para brindar informaciones oportunas y fiables del proceso observado, que garantizaran la legitimidad del mismo, definitivamente es algo por lo que vale la pena trabajar.
Admirable la participación en esa jornada electoral que invitaba a todos los ciudadanos de ese país en edad de votar a ejercer la democracia desde las urnas, una gran participación ciudadana y de demostración cívica. Puedo afirmar que a pesar de encontrarme en una de las zonas más vulnerables y pobre de aquel país centroamericano (parte fronteriza Sur) y con gran presencia de indígenas, la manifestación patriótica y de empoderamiento de sus pobladores, fue ejemplar, una alta tasa de mujeres participando y siendo parte del proceso, y que decir de los jóvenes, quienes dijeron presente desde distintos ámbitos. Una gran movilización en el Departamento y las distintas aldeas y caseríos donde nos tocó observar a unos escasos 208. 8 KM de distancia de la capital del país.
Con una carretera no acta para cardiacos, una travesía inolvidable la realizada para llegar al centro de votación donde me tocaba hacer la observación principal conjuntamente con otros seis (6) centros más. Las tres de la madrugada de la fecha indicada para dar inicio a uno de los días más emblemáticos en materia profesional para mí y que marcarían un antes y un después en la manera de ver un proceso electoral y sobre todo, la función del observador.
Fui testigo y quedó grabada en mi memoria, además de la gran pobreza característica de muchas zonas fronterizas, el entusiasmo de su gente que veían en este proceso una oportunidad de esperanza, así como también de la encomiable labor en favor de la democracia desarrollada por la Organización para la cual ejercí la función de Observadora Electoral y de los más de 80 participantes que por aproximadamente ocho (8) días estuvimos allí visitando los distintos Departamentos que integran el país sede de la observación. Culminada nuestra labor como observador (a), más no la labor del organismo, regresamos a nuestros países de origen, con la satisfacción de la misión cumplida por nuestra parte.
En mi caso particular, me tocó durante el transcurso del finalizado año leer en las redes sociales muchos ataques contra dicho organismo y sus observadores, y pensaba que fácil es hablar cuando hay desconocimiento sobre algo. Tener la responsabilidad de observar un proceso electoral fuera de la zona de confort, es una labor loable y admirable por parte de quienes son llamados y aceptan. Moverse rumbo a un país desconocido, con legislación distinta, costumbres e ideologías diferentes, pero con un mismo sentir, contribuir al fortalecimiento de los procesos democráticos, a través del medio que como ciudadanos nos permite decidir, el voto, es una oportunidad imperdible.
Sin lugar a dudas, el observador electoral contribuye a establecer estándares de respeto, que garantizan la celebración de elecciones libres y transparentes, toda vez que protegen los derechos del votante, por su función imparcial y de compromiso con los procesos democráticos, la participación del observador electoral es vital para continuar dando credibilidad a los procesos y garantizar una participación democrática.
Finalmente, para quienes osan criticar la labor de los observadores y de los organismos que estos representan en su momento, les invito a formar parte de uno de estos procesos, a salir de la zona de confort para que sus críticas vayan fundamentadas en la experiencia y no en las informaciones mediáticas manejadas por los medios y por quienes se prestan a criticar dichos procesos y solo buscan empañar la labor de un equipo de hombres y mujeres que con entrega y compromiso, dan lo mejor de cada uno para que se garantice el civismo en cada país donde se realiza la observación.
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