La detención del ex Secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda cimbró a un gobierno mexicano que una vez más, sucumbió frente a la plana que le corrige el Gobierno Norteamericano, desde donde se articuló la llamada “Operación Padrino” para la detención de uno de los hombres más duros del Ejército Mexicano.
Muchas son las versiones que corren sobre la investigación contra Cienfuegos, lo real es que agarraron en curva no sólo al ex secretario, sino también al gobierno de la 4T que ni las manos metió, pues le remitieron la información como a todos los demás.
Todo lo anterior quizá fue la clave del éxito de una operación donde no se dio la posibilidad de filtraciones o pitazos.
Hoy nos queda claro que el fiscal Alejandro Gertz Manero es una figura decorativa que no ha podido tomar los hilos en un país donde es un secreto a voces, que el narcotráfico permeó no sólo en el gobierno, sino en el ejército, en el sistema de impartición de justicia, en la política partidista, en las empresas y en una gran parte de los sectores de una sociedad, donde se ve y se siente la mano, el poder y el dinero de la delincuencia organizada.
Estados Unidos volvió a asestar un golpe a México con la detención de un militar cuya carrera castrense rebasa los 50 años.
Frente a esta detención por vínculos con el narcotráfico, venta y distribución de estupefacientes, protección a organizaciones criminales, podemos pensar que los hilos de la madeja llevan a varias direcciones donde seguramente hay muchos más implicados.
En las fuerzas castrenses se dice que hay una máxima que no falla y ha conservado perpetuidad. “Secretario pone Secretario para protegerse”.
En el ejército saben que Cienfuegos pensó en su sucesor como un garante para no abrir las cajas de pandora.
Por lo anterior, resulta precipitado el espaldarazo del Presidente Andrés Manuel López Obrador hacia el actual Secretario Crescencio Sandoval González, quien seguro tiene mucha información sobre los andares de su antecesor.
Durante sexenios, las fuerzas castrenses en México han estado rodeadas de un oscurantismo y hermeticidad propia de las cofradías donde se pactan silencios y excesos.
Los gobiernos han dado manga ancha a militares para tener en la práctica una autonomía que por momentos pareciera caminar al costado de gobiernos que han visto en ellos, socios, cómplices y puentes de negociación con las organizaciones criminales.
En la última década hemos visto las detenciones de Jesús Gutiérrez Rebollo y de Mario Arturo Acosta Chaparro, donde la constante ha sido la misma, sus nexos con la delincuencia organizada.
Hoy en México tenemos un ejército hincado frente a la marea de investigaciones donde saltarán muchos nombres, no sólo del área castrense, sino también de la política y el sector empresarial.
Sería bueno sugerirle al Presidente AMLO no madrugar inocencias, porque se puede quemar.
Resulta francamente doloso que los golpes certeros a la corrupción en México se den desde las cortes neoyorkinas y no desde la Procuraduría General de la República que hoy actúa como un paquidermo silencioso, muy silencioso.
Los militares en nuestro país recobraron oxígeno con el arribo de la 4T. La limpia no se ha dado, ahí están, los mismos que acompañaron a Cienfuegos una y mil veces en sus oprobiosos discursos contra la corrupción.
Como apunte anecdótico de la picaresca nacional, el Gobierno de México habría de hacer una llamadita a Turquía para hablar con su Cónsul Isabel Arvide, quien conoce muy bien al ex Secretario Cienfuegos.
México refleja una descomposición de Estado, donde la narcocracia ya es una forma de gobierno. El mismo gobierno que hoy tiene justo en los militares a sus principales socios.
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