Alejandro Dumas aseveró que: “El mayor de los delitos es el suicidio, porque es el único que no tiene arrepentimiento”.
Muchos norteamericanos fallecen por armas de fuego que alzan contra sí mismos. Casi 20,000 de las 30,000 defunciones por armas de fuego, en los Estados Unidos, fueron suicidios, de acuerdo con las cifras facilitadas por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, comunica el New York Times. El número de suicidios ha crecido en un 12% en los últimos años, y suicidarse es la tercera causa de fallecimiento entre los jóvenes. Los intentos de suicidio con armas de fuego son letales, en el 85% de los casos se muere.
Las personas mueren, fundamentalmente, por infarto o carcinoma. Pero lo más alarmante es que las muertes por suicidio se colocan al frente de las defunciones. El suicidio es la primera causa externa de defunción; cerca de 3.500 personas se inmolan anualmente.
En los últimos años, una media de nueve mortales decidieron quitarse la vida cada día, según los informes proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística.
“Es importante subrayar que el suicidio es un acto morboso, decadente y cobarde”, afirmó el director de cine alemán Oliver Hirschbiegel.
También, las mujeres sucumben de padecimientos cardiovasculares e infarto cerebral. Le sigue la isquemia cardíaca. Sin embargo las muertes por el cáncer de mama vuelven a ser el más pernicioso, secundado por el cáncer de colon. Los mortales masculinos padecen de insuficiencia coronaria. El infarto y la angina de pecho son la primera causa de defunción entre varones.
Por otra parte, Japón es el país con el índice más elevado de suicidios del mundo, con más de 35,000 inmolaciones anuales. En el país del sol naciente, una persona se quita la vida cada 15 minutos.
Vivimos en una cultura de la muerte aunque esté oculta tras los ropajes del consumo y del bienestar. Basta profundizar un poco para que esta indigencia moral se presente tal como es, con un egoísmo feroz, una violencia agresiva y el poco respeto por la vida, que es un don divino. Hay que contraponer una “cultura de la vida”, localizada en el regazo de la familia, frente al “imperio de la muerte”.
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