Por Ignacio Fernández y Yessika María Rengifo Castillo
La ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de una mano, escrito en los ángulos de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, surcado a su vez cada segmento por raspaduras, muescas, incisiones, cañonazos. Italo Calvino[1]
Históricamente la literatura latinoamericana se ha posesionado desde el “bom latinoamericano” que se instauró en los años setenta como contraposición a los sucesos reales de los campos socioculturales en la ficción. Acudiendo a voces como: Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Jorge Amado, María Luisa Bombal, José Donoso Yáñez, Gustavo Álvarez Gardeazabal, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Miguel Ángel Asturias, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sábato, Jorge Luis Borges, Elena Garro, entre otros.
Escritores permeados por movimientos literarios modernistas y vanguardistas del siglo XX. Acudían al surrealismo europeo para enfrentar las convenciones literarias de la época a partir del neologismo, las blasfemias y el lenguaje inoportuno, generando en los lectores una unión entre lo real y lo imaginario que causaba dudas. Desde esa perspectiva emerge el realismo mágico, quien se caracterizó por hacer de los eventos confusos algo cotidiano. Reflejando un estilo auténtico en el que predominaban los relatos que sucedían en espacios urbanos pero influenciados por los sectores sociales, culturales, económicos y políticos de los países de América Latina. El ejemplo más significativo de ese tipo de hechos en el realismo mágico es: el tiempo narrativo no es lineal. Lo que quiere decir que, un acontecimiento puede pasar de uno a otro.
Referida a este contexto, la relación entre la novela urbana de Argentina y Colombia situándonos a comienzos de este siglo, encontramos escritores cansados del exceso formal del modernismo, promoviendo deseos de expresión y temas nuevos, dejando de lado las limitaciones que el movimiento literario les imponía, recurriendo a sucesos cotidianos que se presentaban en los países latinoamericanos.
En Colombia y Argentina la ciudad y la historia se han destacado por estar interrelacionadas con el desarrollo de la literatura. En palabras de Luz Mary Giraldo:
“la ciudad y la historia se compenetran: no hay ciudad sin historia, ni historia sin ciudad: las dos aseguran la presencia de una cultura y trazan el perfil de las regiones sobre las que las ideas de la historia y la civilización ejercen influencia” (Giraldo, 1994: 18).
Lo anterior indica que los eventos socioculturales de Argentina y Colombia son himnos de la ciudad y la historia que las constituye.
Además, el recorrido de las novelas en la zona urbana que presentan Colombia y Argentina es el reflejo de un proceso histórico y social, que se evidenció en la masificación de las ciudades hecho relevante del siglo XX en Latinoamérica. Según Romero (1999), dice que la fundación de las ciudades fue un instrumento esencial en el sometimiento y ocupación de los sujetos con la llegada de los primeros españoles a América. Recordemos, que el imaginario colonial por España era una red de ciudades cuya fundación cumplía con erigir más que un espacio físico. Es decir, una sociedad urbana compacta que se caracterizaba por una ideología que se defendía.
En las anteriores palabras, advertíamos que los cambios físicos de los centros urbanos en la distribución de los espacios residenciales y laborales se convirtió en centros administrativos y comerciales. Indicando que era la unión de las oficinas estatales, las redacciones de los periódicos, oficinas de abogados, partidos políticos, universidades, teatros, cafeterías, bibliotecas y prostíbulos que convocaban a los intelectuales de la época a cuestiones laborales o de diversión a estos lugares.
Esto nos lleva al escritor, crítico y ensayista uruguayo que abarcó las temáticas de prácticamente todo el continente latinoamericano, Ángel Rama quien establece:
“ese cuadrilátero de diez manzanas por lado donde transcurría la vida activa de la ciudad y era el salón público de la sociabilidad, ese espacio en que, según la mecánica de las novelas de la época, los personajes siempre se encontraban, ¡casualmente!” (Rama, 2004: p. 179).
Es decir, que las ciudades latinoamericanas en este caso de Argentina y Colombia se convirtieron en diversos grupos sociales que comparten prácticas sociales. Este proceso social se evidencia en novelas urbanas, por ejemplo: Juan Pablo Castel el protagonista de El Túnel, que a pesar de amar a María su amante, sus celos enfermizos logran que la asesine. En el caso de Tránsito la protagonista de El día del odio, que atraviesa por todas las hostilidades que un campesino encuentra en las grandes ciudades. En ese mismo hilo emergen novelas que ayudan a comprender la zona urbana de Argentina y Colombia como: La virgen de los sicarios, Opio en las nubes, ¡Que viva la música!, Don Segundo Sombra, El juguete rabioso, Los lanzallamas, entre otros.
A lo que Giraldo (2004), dice: “puede afirmarse que la narrativa cuyo espacio enfrenta la mentalidad urbana se escribe como una concepción de vida y como una forma de asumir la cultura” P. 204.
Entonces, la narrativa urbana es un arcoíris de posibilidades para asumir la vida. A lo que Sarlo (2004), afirma que:
La ciudad y la técnica obsesionan la imaginación de Arlt: ambas lo empujan no sólo a ampliar un espacio temático, sino a construir una forma y un ideal de belleza. En el itinerario por la ciudad moderna, el escritor encuentra a la técnica; en su relación con la técnica aprende a ver una ciudad nueva para la literatura. Ciudad y técnica: no separadas sino unidas tanto en el movimiento de la ficción como en el impulso crítico, Arlt literalmente proyecta una ciudad porque, en sus textos, Buenos Aires es tanto una representación como una hipótesis.
Lo que nos lleva a decir que la ciudad es una representación de los fenómenos modernos. Fenómenos que contaminan al sujeto y la ciudad, que se puede apreciar en Endorsain personaje de Los Lanzallamas así:
El tictac del reloj suena muy distante. Endorsain cierra los ojos. Lo van aislando del mundo sucesivas envolturas perpendiculares de silencio, que caen fuera de él, una tras otra, con tenue roce de suspiro […] Ni siquiera percibe el latido de su corazón. Cuanto más, en el núcleo de aquella oscuridad que pesa sobre su frente distingue un agujerito abierto hacia los mástiles de un puerto distintísimo. Es única vereda de sol de una ciudad negra y distante, con graneros cilíndricos de cemento armado, vitrinas de cristales gruesos, y, aunque quiere detenerse, no se puede. Se desmorona vertiginosamente hacia una super civilización espantosa: ciudades tremendas en cuyas terrazas cae el polvo de las estrellas, y en cuyos subsuelos, triples redes de ferrocarriles subterráneos superpuestos arrastran una humanidad pálida hacia un infinito progreso de mecanismos inútiles.
La verdad es que Arlt presenta a la ciudad de Buenos Aires como una de las llamadas “ciudades tremendas” que son capaces de “arrasar una humanidad pálida.” Es decir que la ciudad ofrece un universo de posibilidades desde los factores sociales y culturales que invaden a los individuos.
En definitiva, la narrativa colombiana y argentina es un abanico de imágenes que confirman que lo urbano se caracteriza por ser de expresión, de sensibilidad, que nacen de la historia.
Para concluir, podemos decir que la literatura urbana en Argentina y Colombia es la configuración discursiva que va más allá de evoluciones literarias, resaltando las posturas sentipensantes de los sujetos que ven y habitan el mundo. De esa manera deberá ser abordada por literatos, historiadores y críticos como una alternativa de vida. Recordando que la literatura es una manifestación artística que da cuenta de las problemáticas de los sujetos en las grandes metrópolis.
Referencias bibliográficas
Arlt, R. (1999). Los Lanzallamas, 5ª ed. Buenos Aires, Losada.
Giraldo, L.M. (1994). “De cómo dar muerte al patriarca”, La novela colombiana ante la crítica. 1975-1990. Bogotá: Centro Editorial Javeriano, CEJA.
Giraldo, L.M. (2004). Ciudades escritas: literatura y ciudad en la narrativa colombiana.
Bogotá: Convenio Andrés Bello.
Osorio, J.A. (2008). El día del odio. Bogotá: Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A.
Rama, A. (2004). La ciudad letrada, Santiago de Chile. Tajamar Ed.
Romero, J. L. (1999). Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Medellín: Universidad
de Antioquia.
Sábato. E. (2007). El túnel. Madrid. Seix Barral.
Sarlo, B. (2004). La imaginación técnica. Sueños modernos de la cultura argentina. Buenos Aires. Nueva Visión.
Cibergrafía:
Imagen tomada de: https://carloscastrom.wordpress.com/2012/12/23/boom-de-la-literatura-latinoamericana-documental/
[1] Escritor, novelista, ensayista y periodista italiano nacido en Cuba, autor de “El barón rampante” (1957), “Cosmicómicas” (1965), “Las ciudades invisibles” (1972), “Si una noche de invierno un viajero” (1979) y “Por qué leer los clásicos” (1991).
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