Hay días que buscas/rebuscas el tema y la temática para el artículo periodístico y parece que huye y te rehuye. Mil cosas devienen y mil cosas se alejan. Comprendes y no entiendes.
En definitiva es la historia del mono por el cerebro, la fábula de Buda, como los tres monos van de una rama a otra del árbol-cerebro. Te vienen ideas y conceptos y datos e imágenes, que podrían ser-terminar en un artículo. El pasado y el presente y el futuro posible.
Te viene a la cabeza/conciencia, que al final, las ideologías o sistemas de ideas, casi siempre es para alimentar el estómago. Aquella incivil guerra civil, “unos tenían hambre y querían comer”, “otros no tenían hambre, pero no deseaban tener hambre”. Y, todo lo demás es ideas-conceptos-enunciados, para defender un punto o defender otro. Los que pasaban hambre, no pasarla, los que no pasaban, no acabar pasándola.
Te preguntas, debes continuar rellenando hojas de palabras, artículos-columnas-crónicas de ideas y hechos y datos y perspectivas. O, te enmudeces y callas y silencias. Al final, las columnas periodísticas es/son lo exotérico, es el mensaje dado a todos, de lo esotérico, que solo se queda para los que tienen un paladar más pasado por la ducha de lo académico. Es divulgación de las grandes ideas y grandes construcciones mentales culturales, trozos de ellas, como pequeñas ventanas o puertas o adornos de las grandes catedrales mentales conceptuales. Dárselas a cualquier persona, aquella, que está tomando su café, y con su móvil, puede estar releyendo este artículo…
Sin orgullo-vanidad-soberbia-petulancia-engreimiento, pienso que ya están estos artículos a la altura de la gran tradición columnística de esta Piel de Toro, de los grandes. Podrán decir, que me he pasado en el toreo del toro-coso-tronío del Mihura, pero modestamente, uno piensa o tiene o siente esa sensación. Sé que es mucho expresar, que una parte suficiente de todos los que llevan la firma de abajo, están a la altura, con otros estilos, de estos dos últimos siglos de articulismo en esta sociedad, columnismo de opinión o personal o literario, a la altura de los Larra, Mesoneros Romanos, Alarcón, Clarín, Azorín, Unamuno, Ortega, Ruano, Vicent, Umbral, Montalbán y otros cien, que me he dejado en medio…
Pero incluso sintiendo-pensando así, con rubor, pero con humildad, expreso el sentimiento profundo, de si uno, se pregunta/cuestiona, si tiene que alejarse de este género y actividad…
Mientras has colaborado en vestir a la media naranja, has visitado el Centro de Salud, has recorrido los pasillos de correos, has recogido un paquete de dibujos humorísticos devueltos, has vuelto a entrar en el vientre del vehículo ya en la senectud, has vuelto al rincón de tu castillo, has sentido el rociar agua por las mejillas y asilas, has abierto este instrumento de bits de información, y, has continuado con un/el artículo. Que no importa esta columna, sino que el lector tome conciencia de sus vaivenes de su pensar, y, de sus vaivenes de su recorrido por su microhistoria, micropaisaje, microtiempo, microideología, micropsicología…
Pero continúa la cuestión de este escribiente, que cada artículo tendrá diez lectores/as que abrirán esta puerta, y, quizás solo tres, terminan de leer y sorber y deglutir las palabras y las imágenes, ¿debe continuar rellenando estas hojas? Como hemos indicado pasar a lenguaje de la calle, entendible por todos/as multitud de cuestiones de la gran filosofía/literatura/estéticas/metafísica…, combinándolas con los hechos rutinarios y normales, una conversación, un no saber si continuar los artículos, una comida, un humorista gráfico, un estado de conciencia, un pensamiento, una visión, un temor del pasado, una esperanza del futuro, un dolor, una alegría, una piedra, o una punta de un lápiz…
Podría ser que el articulaje fuese el testamento espiritual y cultural, que ofrezco a mi sociedad, no sé si permanecerá en el futuro, a la humanidad, de toda una existencia bajo los árboles de las ideas, conceptos, enunciados, argumentos, razones, imágenes…
Rellenas hojas en papel o en bits electrónicos, porque durante años, la cabeza era un volcán de observaciones e ideas, y, te decías, muchas serán ya descubiertas hace siglos, otras, otras no tendrán valor, pero quizás, un uno por ciento o por mil, pueden servir a la sociedad-humanidad. Ya, que se han presentado en la mente-conciencia-visión, pues, debo, tengo el deber de plasmarla en un papel, en forma de frases o en forma de colores-dibujos, para que otras personas, más cultas y entendidas que este escribiente, termine de perfeccionarlas, quizás sirvan para algo. Por ejemplo, de cien sugerencias para evitar accidentes de tráfico, quizás una, podría evitar algunos. Y, entonces la redactas en una materialidad. Y, ya, expuesta en ese nivel, te preguntas, tendrás que ofrecérsela a los otros, porque en tu cajón, duerme como los gatos en las tardes de agosto, somnolientas y estiradas. Y, entonces, intentas publicar… publicarlas… hacerlas público…. mostrarlas al público…
Quizás, no tenga otro destino, que escribir palabras, pintar colores, quizás, ese sea mi/tu destino. Quizás, ahora, en esta trayectoria, ya final, materializarlos en botellas de la forma de artículos… Otros tendrán que construir otras cosas, yo/tu, modestamente, columnas de opinión en cajas de bombones rellenos de ideas/percepciones/sueños/posibilidades/sugerencias/preguntas…
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