La enfermedad es una realidad humana. No hay ser humano, que no tenga que soportar una o varias o muchas enfermedades, graves o leves, en su cohabitar con la vida. No hay persona que no tenga que soportar la enfermedad real o potencial de algún ser muy querido.
Diríamos que estamos condenados a la enfermedad, patología, leve o grave, que en general suele curarse, o también, puede quedar una herida-trauma-deficiencia-limitación, leve o grave durante el resto del existir, y la persona que la sufre, y los cercanos, tienen que sobrellevarla y sobresoportarla y sobresufrirla, y por último, la enfermedad puede llevar al término de la vida, al menos, de la vida en este valle y bosque y meseta del planeta. Y, con ésta última solución-resolución, existen dos grandes sistemas ideológicos, los que piensan, que no existe ninguna Puerta después, los que piensan y desean y quieren que exista una Ventana Después Eterna.
Es sabido que la palabra enfermedad, viene del latín “infirmitas”, que significa falta de firmeza, hoy diríamos, falta de salud. Salud que puede ser física-biológica, o salud psicológica-mental. O, ambas realidades, que se pueden entrecruzar, crear muchos caminos, puentes, relaciones, finalidades, funciones, realidades, y, en definitiva, sufrimientos. Sin contar que toda enfermedad grave, sea corporal o sea psicológica, tiene consecuencias, no solo para ese individuo que la sufre, sino para la sociedad, la familia, la economía, la política, el Estado, etc.
Pero hemos titulado, este artículo que es como un pájaro de papel, cómo los que jugábamos de niños, que lanzábamos al mundo, sin saber si va a volar mucho o poco. Reitero, que indico que hemos titulado “enfermedad o potencial enfermedad”. Es decir, que se produce una realidad antes del nombre definitivo de una patología, un tiempo, también, casi en todos los seres humanos, que te atraviesan síntomas y signos y señales, que los especialistas, no indican lo que puede ser, o la patología que ese ser humano sufre o puede sufrir.
Es un tiempo de pruebas, análisis, resonancias y la multitud de pruebas empíricas, que gracias a Dios y al saber humano, los seres humanos han ido descubriendo, para desde fuera ir horadando en la realidad interna del sujeto, y al final, indicar un veredicto que se llama diagnóstico, es decir, lo que esa persona sufre, si es grave o leve, y sobretodo el nombre, y de ahí, cuándo te lo otorgan-regalan-donan, se produce, el sosiego y la calma, porque no es nada, o es casi nada, y con un poco de salud y medicina se curará, o entra, por el contrario en un palacio negro y obscuro de perplejidades, temores, incertidumbres, sufrimientos constante, cambiando la existencia de ese individuo, de esa familia, y quizás, viéndose enfrentado al pasillo que lleva al Final, al final, al menos en este mundo.
Debemos no olvidar, que incluso en el área o bosque de la enfermedad en estos dos o tres últimos siglos, especialmente, el último se ha producido avances científicos en todos los campos, que ha permitido una medicina mucho mejor. Es decir, no olvidemos, dos datos, durante siglos y milenios, cuántas mujeres se han muerto en los partos, cuántos seres humanos se han muerto por una muela no bien curada, no bien sacada de su hueco.
La OMS ha creado la CIE que es la “Clasificación y Estadísticas de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud”. En definitiva, una lista y taxonomía, dónde los pájaros enfermos de las patologías, se les dan nombre y descripción. Aunque esto, pueda parecer, sin importancia es un paso de gigante, es diríamos la estandarización de ese conjunto de fenómenos que se interrelacionan, salud y no-salud, patologías-enfermedades-diagnósticos-pronósticos-terapias, esperanzas-desesperanzas, temores-penas o alegrías-curaciones…
En el marco del cristianismo, que es diríamos en la mar, que todavía Europa y Occidente se mueve-conmueve-nada-bucea-vuela, pues el Nazareno pasó por esta vida, haciendo el bien y haciendo signos portentosos. Todavía, en el seno del catolicismo, el milagro y los signos prodigiosos y curaciones, todavía se producen, al menos, se aprueban oficialmente, varios cada mes, pasando todas las pruebas y evaluaciones y autoevaluaciones, que esta Confesión-Iglesía cristiana realiza, que se sea ateo o agnóstico o creyente en otra religión, los controles que este colectivo realiza, no son pequeños, pruebas empíricas, del fenómeno para demostrar si es real, comité de expertos científicos, que otorguen su veredicto, comité de expertos teólogos, que también lo hagan, y al final, la sanción y aprobación por el Pontífice. Bien harían ustedes, estimados lectores y lectoras, bucearan un poco en este fenómeno, y se enterasen de esta realidad humana, para que vean, que el proceso es más serio o tanto, como cualquier gran juicio-veredicto de la justicia ordinaria.
Decíamos que en el seno del cristianismo, la curación portentosa y durable y permanente e instantánea se sigue produciendo. Y, cuándo a un individuo o familia, le llega uno de esos mazazos, que es mucho más, que el golpe de una ventana en el ring del boxeo, esa familia, pide al Buen Dios y a la Santísima Trinidad, la curación, como si fuesen otros leprosos o nuevos ciegos, le piden al Nazareno que les cure, como si fuesen otras “viudas”, le piden por la curación de su hijo o nieto o hermano o padre…
¿Qué puedo decirte, además de estas sencillas palabras, cuándo te haya visitado una enfermedad grave, o estés en ese proceso de diagnóstico, no sabiendo cómo va a ser el veredicto…?
¡Durante siglos, la humanidad, generación tras generación, además de buscar la salud en la medicina y en el saber humano, se ha puesto al mismo tiempo, a los pies del Crucificado, esperando su salud, o al menos, esperando, que sus pequeños o grandes sufrimientos se unan y reúnan con los del Nazareno, esperando su Santa Voluntad…!
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