La atención de Salud Primaria en España está siendo insuficiente por muchas razones. Entre ellas, las esperas para que los ciudadanos sean atendidos presencialmente en las consultas.
En Madrid, por ejemplo, es habitual que las personas tengan que esperar dos semanas para acudir a la consulta médica presencial. Las citas para los especialistas se retrasan con frecuencia y las listas de espera para operaciones o pruebas suponen una espera demasiado larga para los pacientes, ya que tienen que esperar, en muchos casos, meses o más de un año.
Por si no fuera bastante, con la pandemia del coronavirus el trabajo de los médicos de familia se ha incrementado considerablemente. Y las consecuencias las sufren también los usuarios de la Sanidad Pública española. Si a esto se añade la prevención y los tratamientos a los enfermos de cáncer y de otras enfermedades graves como el ELA y otras, la situación es dramática.
Ya se sabe que el envejecimiento de la población es un hecho, pero esto no sirve como excusa. La obligación de todo Gobierno es garantizar una sanidad de calidad y esto no se está logrando ya desde el año 2008 con la crisis económica. Los nuevos retos se solucionan con tres posibles medidas estratégicas. La primera es mejorando la distribución de fondos económicos de los Presupuestos Generales del Estado cada año, la segunda con una ligera o reducida subida de la cotización a la Seguridad Social y la tercera con una subida moderada de impuestos directos. Podría ser con las tres medidas simultáneamente o con una o dos de las planteadas.
Porque la solución pasa por contratar muchos más médicos y personal sanitario. Es la única manera de descongestionar los centros de salud y los hospitales. Y esto requiere mucho más dinero del que se está empleando en la actualidad en España en Sanidad. Así de claro y rotundo. Es incuestionable.
En un Estado existen gastos imprescindibles y el referido a la salud es absolutamente necesario. Se pueden recortar otros gastos, pero no el que corresponde a una asistencia sanitaria a la altura del siglo XXI.
La plena cobertura de servicios de salud esenciales no es un capricho de los ciudadanos es un derecho en toda regla y los poderes públicos deben financiarlos adecuadamente.
Es cierto que la mitad de la población mundial, más de 3.600 millones de personas no disfrutan de atención sanitaria, pero esto no puede servir de excusa para que en nuestro país la situación siga siendo negativa y preocupante.
Lo que no se puede pretender es que el número de pacientes se adapte al personal sanitario existente es al revés. Es preciso incrementar el número de facultativos en directa relación con las necesidades de una cifra cada vez mayor de pacientes.
Con una mejor Atención Primaria en los países de ingresos medios y bajos se podrían salvar 60 millones de vidas y aumentar la esperanza de vida en casi 4 años para el 2030. La ONU en 2019 en una reunión de alto nivel logró que los países se comprometieran a reforzar la atención primaria de salud. Lo que ocurre es que son compromisos teóricos, pero deben convertirse en realidad.
También la OMS recomienda a todos los países que incrementen un 1% la partida presupuestaria del PIB a partir de partidas presupuestarias u otras formas de financiación. Se trata de conseguir el mayor nivel posible de salud y bienestar para todos. Lo principal son las personas y no las instituciones.
Si queremos que no mueran personas por falta de medios, como ha pasado con el coronavirus, por falta de respiradores para todos los que los necesitaban para seguir viviendo, se debe dotar de más dinero a la Sanidad Pública. De esta manera, habría más medios y más médicos y se lograría una adecuada calidad en la atención sanitaria en España.
Este fin de semana miles de personas se han manifestado para salvar una Atención Primaria noqueada por el coronavirus en toda España. Por ejemplo, en la Comunidad de Madrid están cerradas las urgencias ambulatorias desde marzo de 2020. Es inaudito. La falta de recursos está causando estas situaciones. Y esto repercute en la salud de los afectados.
Una parte considerable de la población, especialmente la mayor, está menos digitalizada y, por tanto, es necesario atenderla presencialmente. La atención telefónica no es suficiente para atender adecuadamente a los pacientes, en gran cantidad de casos.
La telemedicina y el correo electrónico tampoco son la panacea, aunque sean útiles en ciertos casos y situaciones. Los médicos no pueden auscultar por teléfono. El trato personal con los doctores es insustituible, por muchas razones que no hace falta explicar. Además, el tiempo de consulta de cada paciente debe ser mayor y para eso son necesarios más médicos.
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