Cada vez que asistimos a la santa misa, rezamos un rosario y/o cualquier plegaria se nos confía una responsabilidad extraordinaria: la misión. Hay que saber que la Iglesia Católica tiene sus orígenes desde el primer siglo de la era después de Cristo (sus abreviaturas d. C) ya desde el Concilio de Jerusalén se sabía que la Iglesia tenía la misión como misión.
Indigna y mucho que hayan cristianos perseguidos en este mundo contemporáneo, en un mundo insípido de ideas en las que se ignora completamente a Dios, en las que se menosprecia la opinión del Papa y del clero, en las que quieren imponer modas erradas de esta época.
¡Católicos ha sido, es y será nuestro momento! El momento de poder evangelizar a los demás, de poder orar con los demás, de poder sufrir con los demás, de poder celebrar las alegrías con los demás, nosotros los laicos y los que estamos llamados a servir a la Iglesia Católica- que es la Iglesia de Cristo tenemos ese enorme reto.
En el decreto Ad Gentes promovido por el beato Papa Pablo VI que es un decreto de la actividad misionera de la Iglesia en su literal 7 dice así: “La razón de esta actividad misionera se encuentra en la voluntad de Dios, que quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque uno es Dios, uno también es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre es Cristo Jesús que se entregó a sí mismo para la redención de todos (1 Tim 2, 4-6).
En el Catecismo de la Iglesia Católica numeral 905 expresa: Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando, con el “anuncio de Cristo comunicado con el testimonio de la vida y de la Palabra”. En los laicos, esta evangelización adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo.
Todos estamos llamados a poder ser misioneros con nuestros familiares, amigos, vecinos, con quienes podamos compartir a diario. Estamos inmersos en sociedades que han llegado a una desorientación social, educativa, financiera, política y hasta sexual porque no quisieron incluir a Dios desde un inicio a sus proyectos de país.
Hay algo de esperanza, si, la hay pues no hace más de 15 días el presidente de Francia- Macron- reconoció públicamente que el vínculo de la Iglesia con el Estado se ha deteriorado y quiere repararlo, quiere ser más cercano con los Obispos franceses, tremenda sorpresa, además ya el presidente Trump ha manifestado públicamente su admiración por la labor del Papa Francisco y expresa su cercanía para poder colaborar en cualquier proyecto que se tenga, es decir, las potencias mundiales se han dado cuenta que apartando a Dios y a la Iglesia definitivamente cualquier visión de país que se tenga a largo plazo va a ser un rotundo fracaso.
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