A dos semanas de ir a las urnas, México vive un proceso electoral con una alta efervescencia política, debido al asesinato de 13 candidatos y al riesgo inminente de violencia en diferentes puntos del país.
El gobierno de México ha quedado inerme frente a la muerte violenta de candidatos que en diferentes circunstancias han quedado en el camino de la contienda electoral.
Si bien, desde la Secretaría de Gobernación se ha señalado que mantienen un monitoreo permanente para prevenir situaciones de riesgo para candidatos, lo cierto es que se vive un proceso electoral donde la violencia y las amenazas para contendientes crecen con rapidez a medida que se aproxima el 6 de junio.
Regiones como San Luis Potosí, Sonora, Tamaulipas, Guerrero, Oaxaca y Michoacán son focos de riesgo frente a uno de los procesos electorales más grandes en la historia democrática del país.
El juego político no sólo se enfoca en lograr que el partido del Presidente Andrés Manuel López Obrador mantenga la mayoría y el control del Congreso de la Unión, sino a blindar su propia investidura para la segunda mitad de su mandato
Lo anterior ha logrado abrir en México un fuerte debate y clara confrontación sobre el desempeño presidencial de los dos últimos años.
Sin embargo, la popularidad del mandatario mexicano rebasa los niveles del 60 por ciento, lo que desconcierta si se analizan las acciones erráticas de su mandato o la confrontación interna que hoy enfrenta su propio partido en vísperas de ir a las urnas.
El narco en campaña
Nunca como ahora se ha hecho evidente en México el trinomio que marca el ritmo electoral: Gobierno, elecciones, narcotráfico.
La presencia de la delincuencia organizada se respira en las desdibujadas campañas pandémicas, ya sea para alentar a “sus candidatos”, para amedrentar a los incómodos o para eliminar a los adversarios.
Los cárteles sentaron sus reales sin el mayor recato.
Secuestros, amenazas y homicidios invaden los polvorines territoriales en México donde los candidatos del narco van en caballo de hacienda con o sin votos en las urnas.
Los financiamientos de campañas siguen siendo uno de los puntos débiles en los procesos electorales en México.
La falta de transparencia y de un escrutinio imparcial sobre la ruta de los dineros en campañas electorales, ha permitido un dispendio y uso discrecional de recursos que se utilizan para apuntalar candidatos, comprar votos de manera anticipada o cerrar negocios con quienes llegarán a ejercer mandatos.
Los riesgos de ser candidata
La llamada violencia política de género es uno de los vergonzosos estandartes de las elecciones intermedias en México.
Si bien se establecieron lineamientos para sancionar la violencia política, las candidatas políticas son los blancos más vulnerables para ataques verbales, agresiones físicas o el riesgo de perder la vida.
Las autoridades electorales poco han hecho para hacer efectivo el blindaje sobre la llamada violencia que se centra en muchas mujeres que contienden por cargos de elección popular.
La situación de violencia y peligro para la integridad física de varias candidatas se agrava en las zonas rurales e indígenas.
En completa indefensión, las candidatas no sólo encaran el ataque de sus adversarios, sino también el de sus propios correligionarios, el de la delincuencia organizada y en algunos casos el de sus propias parejas conyugales.
La violencia política de género en México sigue invisibilizada frente a las campañas negras, de violencia y hostigamiento que muchas mujeres enfrentan para mantenerse firmes, sin declinar a sus candidaturas y sobre todo vivas.
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