Tareas para el hogar

Tareas para el hogar

Por Genoveva Arcaute

Ya se sabe que las tablas, tanteadores y orden de mérito de los productos culturales son atractivos pero opinables. Estas últimas semanas ha habido una lista en especial que me ha visitado desde unos cuantos muros amigos, que he compartido con algún comentario zumbón y esas cosas. Ya se sabe también que por más pasatistas y domingueros que sean esos trucos periodísticos, puede ocurrir que te dejen pensando, que te encuentres en ratos de ocio repasando eso que leíste con un ojo solo y te pongas a responder, a corregir, a ampliar. Que sea tema de alguna de tus conversaciones o de tu misma escritura.

Se trata del rankin de la revista Icon del diario español El País  titulado Diecinueve libros escritos por mujeres que deberían leer los hombres. Busco firma, sólo está la de algún fotógrafo, así que me queda la duda acerca del lugar, M o F, que ocupa el autor. Que anda a las apuradas porque sólo anota un párrafo por cada uno, justificando el formato galería, que llaman “fotorrelato”.

Abre con un clásico e insoslayable El segundo sexo  que no podemos ni debemos discutir. Que los varones vayan y lean. Pero también parece un tanto obsoleto, a menos que estemos en un programa sobre la historia de las ideas feministas. Proponemos la lectura más actual de autoras posfeministas, como se da en llamar a la actual camada de pensadoras (también se ha optado por la denominación de feminismo de la diferencia) que de alguna manera desmienten algunos postulados de Simone y anclan sus definiciones en lo irreductible de la biología que abre, con la posibilidad de concebir, y parir, un abismo de percepción, sensibilidad e intelecto entre varón y mujer. Pondríamos entonces a Luce Irigaray, Judith Butler, Hélène Cixous, Paul Preciado o Virginie Despentes en este rubro. Las más divertidas: Isabel/Paul Preciado (Testo yonqui) y Virginie Despentes (Teoría Kincon, y la novela Vernon Subutex, cuyo protagonista masculino debería ser pasto de lectura masculina).

Vayamos a la ficción, por favor y subrayemos una que otra elección. El cuento de la criada lo aprobamos con entusiasmo. La construcción de una utopía negativa, como todas ellas arbitraria e inhumana, es un arduo trabajo. Hay que resolver y explicar cómo se llega allí, qué vigencia tiene la verosimilitud científica y cuáles son los comportamientos de los grupos sociales. Atwood lo resuelve tan bien como Huxley, mejor que Orwell, pero no logra la poesía democrática de Bradbury. Hoy se ha redescubierto esta novela, la vemos hecha serie, como vimos Hijos de hombre de P.D. James, otra anticipación femenina. Valga decir que agradecemos –nosotras- el foco en la reproducción que aplican ambas.

Vamos a obviar los relatos de vidas reales como el de Cheryl Strayed o las biografías de mujeres en culturas opresoras y mutiladoras. Las vidas excepcionales no se valoran por género si no por esa misma categoría de hazaña, de colmo de dolor e injusticia, de cosa o persona extraordinaria. Vamos por la épica del ser devaluado, decadente, vicioso y abandonado, imaginado por un escritor,

Por eso reemplazaríamos el de Maya Angelou, que escribe su propia vida, la historia de superación como niña negra humilde que pasa todas las limitaciones hasta convertirse en la autora de esos episodios, reconocida, leída y popular. Pondríamos en su lugar a una de sus lectoras, Toni Morrison, escritora, que ambienta su Beloved en el sXIX, que fue a la universidad a los dieciocho años y que trabaja su estilo a la manera del realismo mágico. No es de fácil lectura, no inspira demasiada compasión la esclava fugitiva que mata a su hija por amor y la culpa la hace convivir con su fantasma hasta la locura. Alta literatura, compleja en su lenguaje, rica de procedimientos, en torno a un drama básico y archiconocido.

De Jaeggy, no tenemos nada que decir, sólo preguntarnos si La ciudad y los perros tuvo más lectoras que lectores Los hermosos años del castigo, pero la respuesta no la tiene nadie.

Nothomb figura en la lista, merecidamente, pero con una novela sobre  trastornos alimentarios. Este parece ser un tema exclusivamente femenino, abordado por editoriales pedagógicas, como en su momento lo fue el sida y los comportamientos adolescentes. Textos fáciles escritos por encargo por editoriales de manuales escolares. Facilitadores de la tarea para docentes incómodos. De Vigan también lo hace, discursiva y palabrera. Sobre el tema mejor lo hace Cielo Latini, en Abzurdah, superéxito en su momento, pero testimonio de vida, así que, descalificado en este canon.

Nothomb practica el golpe de efecto en Diarios de golondrina, juega con la sorpresa, crea un personaje mujer sicario, justificado psicológicamente, pero que en el fondo sigue siendo una chica sensible y leal. En Antechrista bordea el terror y la dominación entre chicas adolescentes, humilla a los adultos estúpidos y en Attentat resuelve un retruécano sobre la belleza y la cosificación con maestría. Creo que es este el recomendado a los varones en nuestro modesto parecer. Pero como escribe breve agregaríamos el de las amigas, Antechrista, ya que estamos bastante desparejos en el rubro “novelas de iniciación”. Amélie es joven y muy bella, lo que la hace especialmente terrorífica.

No creo tener nada para decir de Ms Marvel, comic. Sólo que es pareja del capitán Marvel. Debe tener ya muchos lectores.

La lista se cierra con Bonjour tristesse. Digamos que la novela no es anglosajona, no es protagonizada por un adolescente, en la iniciación sexual está con alguien mayor pero superior, el ambiente es burgués y de vacaciones y por supuesto no tuvo el prestigio de El cazador oculto. ¿Cuál es el índice de banalidad de cada una de estas novelas?

Clarice, sí, un sí grande como una casa, como un castillo o una metamorfosis.

Quizá ya sea tiempo de mencionar cuáles deberían, en este juego infinito, agregarse a la famosa lista. Bellefleur, de Joyce Carol Oates, candidata al Nobel, una enorme novela (también una escritora puede ser farragosa fuera de la gran novela de mercado) que tiene pretensión de ocupar ese puesto de “gran novela americana”, que es ya casi un género. Se supone que dicha novela es muy larga y contiene todos los elementos que componen el ser nacional de ellos, Dos Passos, Hemingway, Fante, Pynchon, Franzen, Auster, Foster Wallace y todos los que usted quiera. Bien, aquí hay una chica, (develemos que Leah  nace con un minipene que es rápidamente rebanado por la comadrona)  la gran protagonista, en la que hace eje un familión, compuesto por todos los parientes imaginables, en un caserón, que sufre todos los avatares que un topos pueda sufrir. Amores, niños, secretos, épicas, crímenes, pecados y mentiras atrapantes, sí. Una gran novela del… ¡realismo mágico! (calificativo que compite aquí con gótico, si ello pudiera darse en el nuevo mundo) Otra vez como si ese estilo, lenguaje, receta, se llevara bien con lo femenino (dicen que G. Márquez es el escritor que mejor comprende a las mujeres y J. Donoso también, en versión más oscura, claro.)

Doris Lessing –sí premio Nobel- también tendría un lugar. Pero con una novela breve: El quinto hijo. ¿Mérito? Iluminar la maternidad desde un ángulo poco usual. Lean.

Última recomendación: Agota Kristoff, una pesadilla hecha novela. El gran cuaderno, dos niños (¿niños?), una abuela, la guerra. Escritura sin aspavientos, seca y apasionante. Cala en el inconsciente como un cuento tradicional. No sabemos por qué, acierta en los fondos oscuros de lo humano como pocos.

Queda decir que aquí casi no se habla de procedimientos, sólo de contenidos. La narrativa femenina ha sido analizada en busca de especificidades atribuibles al género del autor y se hecho la deducción de que recorridos culturales tan desparejos han de dar resultados igualmente divergentes. También ha sobrado la frase “escribe como un hombre” sin que se sepa muy bien qué sea eso, aunque el propósito es siempre adulador. Sólo se puede leer, encontrar analogías, repeticiones, paralelos entre las obras de un período, una lengua, una temática. La lituana Biruté Ciplijauskaité (La novela femenina contemporánea (1970-1985) Hacia una tipología de la narración en primera persona, Anthropos, Colombia 1998), en Wisconsin ha desarrollado investigaciones sobre la narrativa de mujeres, en lengua española, en la década 70/80  del siglo veinte.

C. encuentra que el procedimiento básico de la escritura femenina en su campo de búsqueda es la subversión. Contra el logocentrismo, también llamado falogocentrismo. La palabra sobre la sintaxis, el derecho a balbucear, la escritura oscilando a lo poético. Menciono El amor del lobo y otros remordimientos de Cixous, Cassandra de Christa Wolf. A la manera de ciertos libros de Pascal Quignard, a menudo novelista convencional, algo como filosofía poética con retazos narrativos.

Pero esto se torna demasiado serio. La otra opción es poner los brazos en jarra y exclamar:”¡Todavía seguimos con eso!”

Genoveva Arcaute es Profesora Nacional en Letras, por la Universidad Nacional de La Plata. Es co-autora, con Jorge Goyeneche, de la pieza teatral “De dulce de leche y de chocolate”. Fue incluida en las antologías “La mujer rota” (en homenaje al centenario de Simone de Beauvoir, México, 2008) y en dos editadas por la Biblioteca Nacional de la República Argentina: 2008-2009 y 2010-2011. Sus artículos y textos literarios se han difundido en numerosos medios gráficos y digitales. Publicó las novelas “Mandorla” (2007) y “Biblopista. Tres casos de Doris Milano” (2012), así como los poemarios “Todas somos Frida” (2010) y “Diario de inminencia” (2015).

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