Situado en el Palacio Carlos Gardel en Buenos Aires, además del museo está la sede de la Academia Nacional del Tango. Cuenta la historia de este arte desde la década de 1850 hasta la actualidad.
El tango, a mi entender, une y reúne varias artes: la música, la poesía-canción, el movimiento-danza. Es de algún modo, filosofía popular en síntesis. Y al ser, diríamos, una combinación entre filosofía existencial pasada por el tamiz del pueblo, llega a los recovecos más profundos del cuerpo-psique-alma.
Durante generaciones, “el arte popular”, sea cual sea su actividad o género o arte, no ha estado valorado lo suficiente, sea en la música o en la canción, sea en las diversas artesanías. Esto ha sucedido, de alguna manera, no solo con el tango, también con el flamenco, aunque ahora, en estos tiempos, la UNESCO ha valorado como bien inmaterial el flamenco.
Ambos tipos de artes de la canción-música-danza-movimiento-tacto, escultura-arquitectura del movimiento con el aire-espacio y, combinado con las anteriores, creo que buscan la “esencialidad de la vida”, por tanto, los afectos-sentimientos-emociones-pasiones mezclados con las ideas-conceptos-enunciados. Diríamos que es el máximo ejercicio de la filosofía-metafísica en lenguaje popular, pero enseñándonos, realidades muy profundas del corazón humano.
De alguna manera, muestra y demuestra, que el ser humano no es solo razón, sea cartesiana o hegeliana o kantiana o marxiana, es que el ser humano es una combinación de irracionalidad y racionalidad, adaptación de la definición de Aristóteles, de “animal racional”, o, de irracionalidad más racionalidad más alma-espíritu inmortal, adaptación actual de la formulación antropológica-metafísica de Tomás de Aquino, es decir, el ser humano “como animal racional con alma”.
En mi modo de entender, hay un substrato, que la antropología nos indicaría y aceptaría, que hay “un poso de ser y estar de los pueblos e individuos”, que va pasando de una generación a otra, de un siglo a otro, de una cultura a otra, de una sociedad a otra, de una religión a otra. Un “mínimo común antropológico psicológico y existencial”, unos “universales culturales” que va pasando de un siglo a otro, y puede permanecer en el ser-estar de los hombres, aunque cambiándose, durante generaciones y siglos y milenios. Quizás, algunas ideas, no solo comidas, ni solo costumbres, pero si modos de ser y estar, de enunciados o conceptos, van atravesando de siglo en siglo, cambian las estructuras externas, superestructuras ideológicas o culturales o metafísicas o religiosas o económicas… “pero esa esencialidad queda”.
Esos grandes temas, que al ser humano, son indispensables y esenciales para él y para ella, el amor, la muerte, el deseo, la fortuna, el destino, la querencia, el desamor, el desengaño, la tristeza, la alegría, la angustia, el pasar de los tiempos… A mi me parece que el tango, igual que el flamenco, igual que otros bailes, que denominamos populares de todos los continentes, han ido pasando por el tamiz de la historia, por sus redes, por docenas de generaciones de hombres. El tango por muy lejano que esté en Argentina, durante estos, casi ya dos siglos, es la herencia de la América Precolombina, más la América Hispana, la herencia africana, la llamada cultura gauchesca, italiana, más todo lo heredado de siglos anteriores que llevaron unos y otros a ese lugar del mundo…
Los especialistas hablan de seis estilos que dejaron su impronta en el tango argentino, el tango andaluz, la habanera cubana, la polka europea, la mazurca, el candombe. Yo, me atrevería a indicar además los distintos “flamencos hispanos” heredados y llevados por los hispanos, y también los cantos populares italianos…
Algunos hablarían del “tango” que nació o surgió en algunos barrios populares, como alguna forma de música de la contradicción, de la protesta, de la identidad de las clases populares, de alguna manera, formas de “protesta y de indicar la presencia y la presencialidad de algunos estratos sociales en el mundo”, del rock and roll de su época o tiempo o lugar o idiosincrasia…
Para terminar Borges indicaba que no le gustaba escuchar a Gardel porque les hacía llorar a los porteños con sus tangos. Quizás, ese es el gran misterio-enigma del tango, “al hacer llorar, libera al ser humano de sus más profundas tristezas-melancolías-penas-angustias”. Se produce la catarsis, que el viejo maestro Aristóteles nos indicaba propio de la comedia-tragedia, es decir, del arte-artes, de la estética. Es, diríamos, el psicoanálisis popular que el pueblo fue capaz de descubrir y descubrirse. Terminemos este modesto artículo con tres versos de un tango:
“Adiós, me dijo adiós,
Y se oyeron dos besos
Como dos ecos de dolor […]”.
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