Por Emre Tunc Sakaoglu
El gobierno del primer ministro japonés Shinzo Abe está apuntando a poner fin al ciclo deflacionista que ha marcado las dos últimas décadas y ha causado estancamiento, si es que no ha provocado recesiones prolongadas en forma trimestral. En esa misma línea, tras asumir el poder a fines del 2012, el gobierno del LDP encabezado por el Sr. Abe, formuló una hoja de ruta, a la cual generalmente se refieren con la etiqueta de ‘Abenomics’ y que está compuesta por “tres flechas”, simbolizando las tres herramientas políticas básicas a ser utilizadas para combatir las presiones deflacionarias: política fiscal, política monetaria y reformas estructurales.
El pilar fiscal de la política general de esta hoja de ruta apunta a reducir la deuda pública del Japón, que ya es más del doble que el tamaño de la economía del país. Esto es así, porque Japón tiene una población que envejece rápidamente, combinada con una población en edad laboral decreciente en términos absolutos, por lo cual el gasto en bienestar social produce un enorme peso sobre el presupuesto. El programa fiscal del Sr. Abe incluye el aumento del impuesto a las ventas para proveer al gobierno de mayores ingresos, motivando al mismo tiempo a los consumidores a comprar bienes y desalentando que se posponga el consumo a la espera de que haya precios reducidos en el futuro. De esta manera, el Sr. Abe apunta a incentivar la demanda para impulsar la inflación, así como la producción.
Por otra parte, en calidad de principal medida monetaria, el banco central japonés (Bank of Japan, o BoJ) hacia abril del 2013 comenzó a inyectar dinero en la economía, como parte de un programa de alivio cuantitativo y cualitativo (QQE). Al adquirir deuda del gobierno con bonos y otros valores, el ambicioso programa del BoJ apunta a ejercer una presión inflacionaria sobre la economía por espacio de dos años (hasta abril del 2015) teniendo como objetivo alcanzar la meta inflacionaria del 2%. Un yen debilitado también contribuye al tema, especialmente al inflar los costos de importación y alentar las exportaciones. El efecto inflacionario de la depreciación del yen es aún más relevante en el caso de la importación de petróleo, ya que aumentan los costos infligidos a los productores industriales, reflejándose por lo tanto esto aún en los precios de los bienes de consumo esenciales.
Las reformas estructurales son imprescindibles
Finalmente, el pilar estructural, o tercera “flecha” de la Abenomics, incluye varias reformas que apuntan a mantener el crecimiento a largo plazo por medio de la intervención ocasional del gobierno en la economía. En primer lugar, el Sr. Abe apunta a reforzar el mercado laboral incrementando la tasa salarial estándar, bajando el desempleo lo más que se pueda, y haciendo crecer el empleo entre las mujeres y los ancianos. En este respecto, la Abenomics está apuntalada por el mantenimiento de una correlación balanceada entre las ganancias corporativas y los salarios, para permitir que crezca el consumo doméstico, lo cual es una precondición para el crecimiento sostenido en el Japón.
El pilar estructural del programa del Sr. Abe incluye medidas que apuntan a ponerle fin a los cuellos de botella en el suministro y a alentar el comienzo de nuevos negocios, así como también a incrementar las tasas de empleo entre mujeres y ancianos para ampliar la capacidad productiva. Desde esta perspectiva, no sería una gran sorpresa ver al Japón aceptando también más trabajo migratorio en el futuro cercano. También es verdad que las capacidades productivas del suministro laboral (si es que puede ser incrementado con las medidas enumeradas más arriba) pueden ser incentivadas por cambios en los sectores, encabezados por el gobierno, y por políticas de inversiones bien coordenadas de acuerdo a la visión del Sr. Abe.
En esta coyuntura tendría que estar claro que las reformas estructurales deberían ser la prioridad del Sr. Abe y de su gobierno; en el sentido de que el éxito de la Abenomics dependerá de su habilidad para prevenir la sobrecarga de la política monetaria y mantener la deuda gubernamental en el mediano plazo, al tiempo que se allana el camino y se espera el momento de que las reformas estructurales operen el cambio real a largo plazo.
Riesgos futuros
La reducción gradual será necesaria después de un tiempo, por cuanto el actual nivel de inflación ya ha pasado el punto medio, pero la volatilidad del mercado combinada con las alzas en los bonos necesitan ser evitados con la ayuda de una cuidadosa regulación después de retirar progresivamente el estímulo. Tokio necesita mantener el delicado equilibrio entre las crecientes presiones inflacionarias y la conservación del control sobre las tasas de inflación que pueden llevar una vez más al estancamiento.
Sin embargo, las políticas inflacionarias pueden tener el efecto de derretir el apoyo público para el gobierno del Sr. Abe, a menos que se las arregle para incentivar al mismo tiempo el poder adquisitivo de los consumidores. En un escenario tal, las reformas a largo plazo no pueden ser implementadas de una manera consistente, ya que el gobierno no sería capaz de encontrar suficiente apoyo público para ellas.
También es verdad que eliminar la brecha de producción negativa del Japón tomará probablemente algún tiempo, por lo cual Tokio podría no ser capaz de alcanzar su meta del 2% de inflación para el 2015. Además, la población japonesa se está achicando y revertir esa tendencia va a tomar mucho tiempo. Por este camino, el país puede no ser capaz de mantener tasas satisfactorias de crecimiento (más del 2-3%) en el mediano plazo. Por ahora, lo mejor que podemos esperar es que las capacidades productivas del Japón puedan ser rejuvenecidas por un yen más débil, junto con medidas estructurales, y que las empresas japonesas mejoren sus performances basadas en el aumento de exportaciones y la proyectada demanda interna. Juntas, ambas perspectivas podrían llevar a que las acciones japonesas atraigan financiamiento suficiente, al tiempo que Japón entra en un mercado alcista de larga data.
Fuento: JTW
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