Los escándalos sobre fraudes electorales son especies de epidemias políticas que se expande por diversos países del mundo, al igual que las fiebres reeleccionistas de una serie de gobernantes, quienes en sus desbordados afanes de perpetuarse en el poder, utilizan toda clase de artimañas para legitimarse a través de referéndum amañados, consultas viciadas y elecciones fraudulentas
Para consolidar ignominiosas autocracias revestidas de mesianismos, populismos con altas dosis de corrupción y violaciones de los derechos humanos. Un fenómeno que no es exclusivo de determinados países africanos y latinoamericanos, sino una quimera que también se presenta en países asiáticos y europeos, como la famosa dictadura en Bielorrusia de Alexander Lukashenko, apodado “el último dictador de Europa”. Un tirano que lleva 26 años en el poder ganando elecciones fraudulentas con el apoyo económico de la UE, amparo que le permitió estructurar un régimen autoritario que tiene en la cárcel y en el exilio a los principales críticos de su tiranía.
Un sátrapa que se ha reelegido consecutivamente en medio de acusaciones de fraudes y ante la mirada complaciente y pasiva del resto de Europa. Así durante 26 años logró un control absoluto sobre todas las ramas del poder público: presidencia, parlamento, aparato judicial y organismos de control.
Pese a las brutales represiones, las violaciones de las libertades y de los derechos humanos, la UE ha mantenido su política de ayuda y de cooperación económica con el régimen de Lukashenko, dado que considera a Bielorusia como un territorio clave para sus intereses estratégicos en las goteras de Rusia.
Lo controvertido es que la UE rechaza a regímenes como el de Teherán, Caracas, Managua y Damasco, entre otros, pero a la vez, es tolerante con la tiranía Lukashenko. Un opresor que a pesar de sus políticas represivas y antidemocráticas había contado en el apoyo de la UE, que tras las protestas no reconoce los resultados y anuncio una serie de sanciones. Un tipejo que llego al poder tres años despúes de la desintegración de la Unión Soviética con un discurso de hombre fuerte y con esa aureola de autoridad ganó sus primeras elecciones en 1994 con el 80% de los votos.
Históricamente las únicas elecciones verdaderamente libres y competitivas que ha ganado Lukashenko en sus 26 años que lleva en el poder. Antes que llegará al poder, Bielorrusia fue un país con un régimen presidencialista con claras separaciones de poderes. En 1996, dos años después de asumir el poder sin la aprobación del parlamento convocó a un referéndum constitucional y así comenzó su espiral dictatorial, eliminando los límites de su mandato y consolidando un control absoluto de todos los poderes.
En las elecciones legislativas del año pasado, asumió con un fraude electoral monumental el control absoluto sobre el parlamento, dado que la oposición que tenía dos escaños no pudo presentarse a la reelección. Lo insólito es que 26 años después de haber ganado las elecciones en 1994 con el 80% de los sufragios, el 9 de agosto de este año, en medio de las protestas más grandes en la historia del país, y con denuncias anticipadas de fraude volvió a “ganar” las elecciones con la “aplastante” victoria del mismo 80% de los votos.
Un resultado electoral poco creíble por el gran descontento popular en contras de las políticas del régimen, la candidata de la oposición, Svetlana Tijanóvskaya, una profesora de inglés de 38 años, quién decidió presentarse a las elecciones, después que los 15 aspirantes de la oposición fueron encarcelados o exiliados, solo obtuvo el 10% de los votos. Por eso este país de 9,4 millones de habitantes vive un clima de tensiones y de protestas por ese gigantesco fraude electoral y la violencia policial de un régimen que se ha sostenido con la tolerancia política de la UE.
Los comentarios están cerrados.