Bueno es para un modesto articulista reflexionar sobre el género de la columna, porque al final, todos los días se publican miles de ellas, y, por tanto tendrán consecuencias.
Raúl del Pozo, en una entrevista, publicada en la Vanguardia, el 21 de junio del 2017, realizada por Pilar R. Veiga, indica que las “mejores columnas son las que se escriben en quince minutos”. Idea que si mi memoria no me falla, también la explicó Umbral hasta la saciedad, aunque indicaba, entre veinticinco y treinta minutos, y, que a su vez, vienen estas aguas de Ruano, pero que posiblemente, es tomada de una práctica de la redacción de los periódicos, cuándo el tiempo apremiaba, una tradición de los redactores en general, durante generaciones…
También indica, como consejo a los periodistas, “que cobren”. Ciertamente, es una máxima necesaria y aconsejable, pero debo indicar, que hoy, estamos muchos en esto del columnismo, que somos colaboradores, como si perteneciésemos a una ONG del articulismo. Dilema-diatriba-dialéctica, fácil de resolver, o, escribes-publicas en medios que no disponen para remunerar las columnas, y, si tuviesen posiblemente, a la mayoría de nosotros, no nos seleccionarían en sus equipos de opinión, o, dejas de publicar columnas, o, incluso de escribir. Porque la gran pregunta es ¿tiene sentido que usted o yo, escribamos columnas que no se van a publicar, ni siquiera en digitales provinciales…?
Si admitimos que el artículo periodístico es un género más de la literatura, igual que la poesía o el teatro o la novela o el conjunto de aforismos, debemos aceptar las consecuencias, cientos de miles de poetas, han escrito versos, mejores o peores, sin saber, si terminarían en libro, si alguien los leería. Por consecuencia, en esa lógica e inferencia, podemos redactar columnas, aunque no sean leídas por nadie, irlas acumulando en los cajones de los vientres de los ordenadores, para saber, que tarde o temprano se perderán-hundirán en el silencio…
Raúl del Pozo es escritor literario, escritor periodístico, escritor columnista, antiguo maestro de escuela. En cuatrocientas cincuenta palabras te monta un reportaje, en cuatrocientas cincuenta palabras te expresa un micromundo en un macromundo, en cuatrocientas cincuentas palabras nos muestra-demuestra algo de lo que somos y algo en donde estamos.
Existe un flujo de lava, de periodistas que pasan, quizás ya eran, a la escritura de literatura, de escritores literarios que traspasan las fronteras de y hacia el periodismo, especialmente, la columna. Este es el juego en definitiva, la columna es información y actualidad, ambos conceptos en sentido muy amplios, pero también es literatura y filosofía y algo de ciencias sociales y… La columna no es solo un soneto sinfónico, sino un cocido, que dispone de muchos garbanzos y alubias y trozos de carne y huesos de jamón y patata y caldo y sal y agua… La columna, es el reflejo de un corazón-alma-mente-cuerpo pasándoselo a otro ser humano que puede estar a diez mil por mil metros. La columna es como un rayo de pensar-sentir, que se materializa en unos cientos de signos-palabras-términos-conceptos-ideas-vocablos-imágenes…
No se escribe-redacta-siente-piensa lo mismo un artículo en una noche que por la mañana, en un día de lluvia que de un sol ilimitado, en la tranquilidad de un sillón o con una microfelina subiéndose por las teclas entre el ordenador y tus gafas. Todas esas circunstancias producen que las conexiones neuronales sean diferentes, los caminos de la conciencia interior por las autopistas-veredas-caminos del consciente-inconsciente sean diversos y, por consecuencia, el producto-melón-paella del artículo sea diferente en matizaciones.
El tiempo me ha ensañado que existen muchos tipos de pintores, muchos tipos de teólogos, muchos tipos de filósofos, muchos tipos de matemáticos, y, como es natural, también muchos tipos de columnistas. Cada uno, con sus historias y sus deseos y sus metas, construye una iglesia o una catedral o un palacio o una unifamiliar, algunos, construyen un barrio entero. Pero, a semejanza, imagen-concepto que tanto utilizo, que en un nicho ecológico, existen muchos individuos de muchas especies vivas y no vivas, pienso que en la cultura, tanto que se habla de libertad de expresión, debemos otorgarnos el derecho de que existan muchas especies de animales y plantas y minerales en el nicho de la columna, del arte, de la literatura, de la filosofía, del pensamiento…
Pienso modestamente, que Raúl del Pozo, se considerará, ya es hora de hacerlo, uno de esos eslabones que vienen desde Larra, uno de los grandes, bueno y necesario sería reconocerlo, uno de esos hitos-argollas-piedra, uno de esas varias docenas que en estos tres siglos, han atravesado el corazón de la historia. Bueno sería, no solo leerlo, sino empezar a darles homenajes, de distinto tipo, antes que la guadaña le seccione la respiración, bueno sería, por ejemplo, un Congreso para el estudio de su obra y su figura y sus palabras y sus escritos y sus artículos.
Bueno, sería, que en esta sociedad-país-Estado, nos diésemos cuenta, que existe la libertad de conciencia y de expresión, y, que aunque, un escritor-escribiente-pensante-filósofo-articulista, no nos guste demasiado, merece, tener un lugar, porque se lo ha ganado durante décadas, porque ha intentado, decente y honestamente enseñarnos algo del corazón humano. Me gusta Japón, que a las personas de cierta edad, que llevan décadas en oficios manuales, les otorgan reconocimiento a nivel nacional. Bueno, podríamos recoger y adaptar esta idea, no solo con medallas, sino con aprecio y bondad…
Los comentarios están cerrados.