La nueva ética mundial esconde un programa anticrístiano enraizado en la apostasía occidental. También impone la dictadura del relativismo que niega la verdad, la revelación, la realidad y la moralidad.
El relativismo mantiene que existen muchas verdades acerca de las cosas, al menos tantas como personas creen tener un conocimiento de ellas.
Por lo tanto, la nueva ética mundial ha sustituido a los valores universales sobre los que se fundó el orden internacional en 1945. Las erróneas nuevas verdades establecidas han venido a sustituir a las antiguas y se imponen con la misma contundencia
La nueva ética mundial está corrompida por su posicionamiento radical. Las aspiraciones de la humanidad han sido secuestradas posicionándose por encima de todo tipo de jerarquía legítima.
En nombre de una nueva ética mundial, se tiene el derecho a tomar decisiones intrínsicamente malas como el aborto, el “amor libre”, la eutanasia, el suicidio asistido y el rechazo de cualquier forma de autoridad legítima.
“Bentham, patentó la actitud del buen ciudadano ante la ley positiva: “obedecer puntualmente y censurar libremente”. Bobbio rechazó también con energía lo que tildó de “positivismo ideológico”: la peregrina idea de que una ley, por el solo hecho de ser legítimamente puesta, genere una obligación moral de obediencia. Lo políticamente correcto, por el contrario, nos lleva al lejano oeste: prohibido prohibir, porque aquí nada puede considerarse verdad ni mentira; pero yo no lo haría, forastero…” (Andrés Ollero)
El discurso de Benedicto XVI a la Asamblea General de las Naciones Unidas con ocasión del 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El Papa destacó tres propiedades de estos derechos: universalidad, indivisibilidad e interdependencia, y advirtió contra el peligro de debilitarlos con interpretaciones relativistas.
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