He visionado la película “El Jardín de la Alegría”. Tras el suicidio del marido de Grace, un ama de casa de un pueblecito británico, descubre que éste ha acumulado importantes deudas. Para tratar de salvar su casa, decide plantar marihuana en el jardín, y recurrir a un joven consumidor de este estupefaciente para que le ayude a venderla en el mercado negro. El fin no puede justificar nunca los medios; no se puede cultivar droga para salir de un apuro económico. Desenfadado film que muestra la irresponsable tolerancia de cierto sector de la sociedad hacia las llamadas “drogas blandas”.
“El suicida es el antípoda del mártir. El mártir es un hombre que se preocupa a tal punto por lo ajeno, que olvida su propia existencia. El suicida se preocupa tan poco de todo lo que no sea él mismo, que desea el aniquilamiento general”, afirma Gilbert Keith Chesterton
Por otra parte, la legalización del consumo de la marihuana aumenta en Estados Unidos, donde el tradicional y prestigioso periódico ‘The New York Times’ se ha sumado a los que apoyan la legitimación de esta droga. El periódico publicó un artículo en el que explicaba que el uso moderado de la marihuana es menos dañino que el consumo del tabaco y el alcohol. Siguiendo su apoyo a la legalización de esta planta, el rotativo ha publicado un anuncio de Leafy (en la imagen), una app que permite a los usuarios encontrar chamizos que venden marihuana. Se debe tener en cuenta que la droga llega directamente al cerebro. El estudio de la Oficina Nacional de Control de la Drogadicción de Washington, refrenda que los alcaloides pueden producir daños como zozobra, melancolía, brotes psicóticos y tendencias al suicidio.
La droga cuanto más se consume más imperiosamente se necesita, el vendedor engaña al incauto comprador con que le llevará al paraíso, pero se calla el precio que deberá pagar: su propia autodestrucción, el deterioro físico y psíquico, que transformará, el paraíso de unos instantes, en un prolongado e insoportable infierno. La adicción a las drogas es la muerte, la inmolación de millones de jóvenes ingenuos e inocentes, en aras de uno de los más sucios y miserables negocios que ha conocido la Humanidad.
El vacío de Dios, ¿no lleva a la desesperanza? La desesperanza conduce a la deshumanización. El hombre sin Dios se deshumaniza y se hace enemigo hasta de sí mismo.
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