Adam Smith consideró que la sociedad civil se sostiene por medio de la economía de mercado.
Smith pensaba que tenían que existir unas leyes ciertas que proporcionaran un sentido al funcionamiento de la sociedad. Este pensador llamaba a la virtud simpatía, ya que es lo opuesto al egoísmo. Y la empatía surge de la generosidad del carácter.
El sabio británico del siglo XVIII reconoce abiertamente que los actos humanos están impulsados en gran medida por el deseo de riqueza. Por tanto, es necesario que sean respetadas una serie de reglas morales que, en realidad, son confirmadas, por su gran valor, desde un planteamiento que deriva de la propia experiencia humana.
Smith está convencido de que las hipótesis son lo fundamental en la metodología del descubrimiento científico. Desde la perspectiva conceptual de Adam Smith en el siglo XVIII se vivía en una sociedad de comerciantes que había superado el viejo y anacrónico estado feudal y que con la expansión del derecho de propiedad había producido un cierto aumento de la prosperidad para una parte de la población.
Indudablemente, Smith estima que la generosidad y la solidaridad compasiva son la expresión de una vida compartida y fundamentada en la virtud.
En este sentido, se opone claramente a las tesis de Hobbes que habla de la agresividad y violencia natural del ser humano. Escribe Smith: «La sociedad humana contemplada bajo una cierta luz abstracta y filosófica aparece como una gran e inmensa máquina, cuyos regulares y armoniosos movimientos producen miles de agradables efectos». Considera que la virtud es racional y por eso los seres humanos entienden perfectamente lo que son la prudencia, la justicia, la generosidad, etcétera.
Y no cabe duda que una de las razones esenciales del progreso y de la riqueza económica es el trabajo. También es verdad como dice Smith que la división del trabajo aumenta la producción.
De hecho, se puede afirmar que en pleno siglo XXI el surgimiento de nuevos tipos de trabajo será algo constante en las próximas décadas debido a la aceleración de la era digital y tecnológica en la que estamos inmersos.
Aunque Smith también reconoce que el egoísmo puede más que la benevolencia en el intercambio económico en sociedad. Con él surge el denominado liberalismo económico que sostiene la libertad de la actividad económica con la mínima intervención del Estado.
Considero que está equivocado en este aspecto, porque las grandes desigualdades económicas no pueden ser corregidas y compensadas más que por medio de las políticas sociales de los Gobiernos en los países actuales. Es un claro ejemplo de un planteamiento realista y profundo de las situaciones sociales y económicas que se observan en la realidad de hoy.
La metáfora de la mano invisible propuesta por Smith es resultado de sus convicciones, pero, a mi juicio, no tiene razón de ser, ya que no es demostrable que se pueda percibir realmente una autorregulación del libre mercado por sí mismo.
Puesto que se producen grandes desajustes económicos que perjudican gravemente a las capas sociales más débiles. A diferencia de lo que suponía Smith la ampliación de los mercados no iba a garantizar un aumento de la riqueza de los países de un modo automático.
Porque la redistribución de los beneficios del comercio y la producción son la clave de bóveda del sistema capitalista moderno y contemporáneo.Y en mucha menor medida del bienestar social e individual de todos los ciudadanos.
Los bienes tienen valor objetivo algo que se puede explicitar diciendo que es medible y cuantificable. El valor del trabajo es lo fundamental para Smith. Al igual que lo fue también para Condillac o Locke que utilizaron el trabajo o la cantidad del mismo como medida de cambio.
Quiero ir terminando el artículo con una cita de Smith de su libro La riqueza de las naciones que dice: «Al perseguir su propio interés frecuentemente fomentará el de la sociedad mucho más eficazmente que si de hecho intentase fomentarlo». No estoy de acuerdo, porque actualmente la extraordinaria complejidad de la estructura socioeconómica desborda y supera, por numerosas causas y razones, este planteamiento característico de un puro liberalismo económico.
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