Como dicen por ahí, más dura un escarabajo en la boca de un pájaro carpintero, que un Scaramucci en la Casa Blanca. El nuevo director de comunicaciones del presidente Donald Trump, Anthony Scaramucci, salió de su cargo tras ejercerlo por apenas 11 días.
La Casa Blanca no ha tenido suerte con su equipo de prensa, pues el anterior portavoz de la Presidencia, Sean Spicer, inició su primera conferencia de prensa con una controversia relacionada a la dimensión del público que asistió a la inauguración del presidente el pasado 20 de enero.
Por otra parte, el recién nombrado director de comunicación, Anthony Scaramucci, llega con la fuerza de un tsunami y arrasa incluso con el Jefe de Gabinete Reince Priebus, siendo la dimisión de Sean Spicer solo la punta del iceberg. El nuevo jefe de personal, John Kelly, resultó ser la pared contra la que no pudo Scaramucci. Luego de choques de titanes, diferencias con el estilo de otros colaboradores como Steve Bannon, Scaramucci está diciendo adiós al cargo que no terminaba de estrenar.
Anthony Scaramucci, del corazón de Wall Street a la candela de la política de Washington, fue un director de comunicaciones sin experiencia política que había aparecido como un “salvador” que vendría a rescatar la relación entre esta Administración Trump y la prensa, si es que alguna vez hubo una relación, puesto que la tensión surgió en la campaña electoral donde la prensa contraria al presidente fue catalogada como “Fake News”.
Sarah Huckabee Sanders, nueva secretaria de prensa de la Casa Blanca, dio un mensaje el lunes: “Anthony Scaramucci dejará su cargo como director de Comunicaciones de la Casa Blanca. El Sr. Scaramucci consideró que era mejor darle al Jefe de Gabinete John Kelly una pizarra limpia y la capacidad de construir su propio equipo. Le deseamos todo lo mejor”. En todo caso, entiendo que las razones pueden ser otras, ya que Scaramucci era el borrador nuevo de esa pizarra sucia.
A continuación vamos a analizar los cinco errores imperdonables que Anthony Scaramucci cometió en 11 días como Director de Comunicaciones de la Presidencia y que ningún director de comunicaciones debería cometer en ningún nivel político, ya sea federal, provincial o local.
- Cinismo exagerado, “love, love and love”: El estilo muy frontal de Sean Spicer había sido motivo para una parodia en el programa Saturday Night Live, la personificación de Melissa McCarthy logró un record de teleaudiencia. Se le consideraba directo y un tanto agresivo a la hora de interactuar con los periodistas que cubren la fuente de la casa de gobierno. En cambio, cuando Anthony Scaramucci hizo su debut, parecía más bien, una conferencia motivacional de desarrollo personal. El nuevo director de comunicaciones utilizó la palabra “amor” en todos los tiempos verbales, llegando a usar ese sustantivo recurrentemente y expresando su amor por el presidente y todo lo demás que pueda ser amado. Con el paso de los días nos daríamos cuenta que ese amor evolucionaria a amenazas e insultos.
- Insultos a su equipo, algo que no debe suceder, nunca en la primera semana! “Es un jodido paranoico y esquizofrénico”, este tan solo fue uno de los insultos con los que Scaramucci llegó encendiendo la casa del número 1600 de la avenida Pensilvania. Luego de ver una comparación de videos sobre disertaciones separadas tanto de Trump como de Scaramucci, sorprende el gran parecido del lenguaje corporal y los gestos de ambos empresarios. Scaramucci al igual que Trump, empezó su gestión con un estilo incendiario, de confrontación y sin filtros, pareciendo a veces un tanto acusatorio cuando trata de descubrir los culpables de las filtraciones de información. La persona tildada de esquizofrénico por Scaramucci fue el jefe de personal, Reince Priebus. ¡se perdió el respeto!
- Amenazas: “lo que voy hacer es que voy a eliminar a todos los del equipo de comunicaciones y empezar otra vez”. ¿Director de comunicaciones, investigador o inquisidor? La realidad es que The Mooch – como le llaman – vino dispuesto a limpiar la casa. El sentido común se perdió cuando Scaramucci escribe un tweet envenenado etiquetando a su jefe superior, Priebus, donde también involucra la cuenta de twitter de FBI. Las amenazas de despidos de Scaramucci fueron tan tenebrosas como las amenazas de despidos de la única fábrica que da sustento a un pueblo olvidado en el desierto. En sus palabras, cuando habla de la manera sumaria con que efectuaría tales despidos se nota lo inescrupuloso del contenido, para muestra un botón: “Despedí a un tipo el otro día. Tengo a tres o cuatro más que despediré mañana. Llegaré a la persona que le filtró eso. Reince Priebus – si quiere filtrar algo- se le pedirá que dimita en breve”.
- Lenguaje colorido, un término que sustituye lo vulgar: Como si fuera la película de El Padrino, Scaramucci quiso poner su sello desde el primer día imponiendo el respecto a través del terror, lo que no necesariamente se traduce en respecto, sino en miedo. Tanto con sus amenazas como con su lenguaje soez, Scaramucci por 11 días dirigió su oficina al estilo clásico de la mafia italiana, ejerciendo un control férreo que se tradujo en un terremoto que se llevó todo lo que encontró en su camino, incluyendo a Sean Spicer en la entrada.
- Nunca acaparar más cámaras y atención que el propio presidente, es jugar con fuego: Aquí no hay mucho de qué hablar, solo hay que aplicar el sentido común para darnos cuenta que una persona que es llamada para manejar y eliminar crisis no debe ser una fuente de escándalos y controversia. En menos de dos semanas, The Mooch acaparó más atención y cámaras que el presidente mismo. En cierto modo, podríamos decir que después de 6 meses de crisis tras crisis al presidente le conviene trasladar la atención sobre su persona hacia otro colaborador, pero nunca es bueno competir con el magnetismo del presidente. La manera en que Scaramucci llegó en su primer día de trabajo, dio la impresión de que llegaba un bombero a apagar un fuego pobremente manejado por Spicer y su equipo, se le notó seguro de sí mismo, yo diría excesivamente seguro. Sus gestos derrochaban tanto control de su primera aparición que parecía arrogancia disfrazada de “amor”, sus manos nunca estuvieron tranquilas. Para ser su primer día, dio la impresión de que contaba con mucha autonomía en sus acciones y no el típico vocero que espera retroalimentación de su fuente de información, su superior.
Conclusión, a Trump le luce su lenguaje incendiario, bueno, nos hemos acostumbrado porque es el presidente y nadie cambiará eso, al menos no todavía. Esa fórmula franca y directa no le funciona a Scaramucci y debemos recordarle la primera de las 48 Leyes del Poder, de Robert Greene: “Nunca le haga sombra al jefe”.
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