Por Yusif Babanly
Mientras los ciudadanos étnicos azerbaiyanos residentes en los distritos de Kafan y Mehri de la República Socialista Soviética de Armenia eran víctimas de brutales palizas y expulsiones en noviembre de 1987, uno difícilmente podía imaginar que el odio hacia los azerbaiyanos se transformaría en un perturbador acto de terror, culminando en la Masacre de Jodyalí (Khojaly).
Entusiasmados por el discurso público del asesor de Mijail Gorbachov, Abel Aganbekyan, en París, el 16 de noviembre de 1987, sobre la anexión de la región de Nagorno-Karabaj de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán por parte de la República Socialista Soviética de Armenia, los círculos nacionalistas de Armenia comenzaron a movilizar sus esfuerzos en la Plaza de la República de Ereván. Los ingredientes habían sido secretamente preparados y luego siguió una carta con miles de firmas de armenios, peticionando una transferencia incondicional del Distrito Autónomo de Nagorno-Karabaj (NKAO) de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán a la República Socialista Soviética de Armenia. Nótese que la palabra clave aquí es “incondicional”, lo cual significa que los armenios exigían una anexión completa de una parte del territorio soberano azerbaiyano de Nagorno-Karabaj a Armenia, bajo el argumento de que la población estaba desbalanceada (76% de armenios versus 24% de azerbaiyanos) a favor de los armenios dentro de los límites del NKAO, pero desestimando la legitimidad, o la falta de la misma, para los derechos similares de 220 mil azerbaiyanos que poblaban densamente los distritos de Kafan, Mehri, Daralayez (Vayots Dzor) y Basarkecher (Vardenis), a la autonomía política administrativa, y menos aún a la unificación con el propio Azerbaiyán.
Y así sacaron provecho del juego. Para evitar tener que enfrentar exigencias similares de la minoría azerbaiyana en la Republica Socialista Soviética de Armenia, les pareció que la mejor opción era su completa y sistemática expulsión de Armenia. En noviembre de 1987 fueron entregados los dos primeros vagones de refugiados azerbaiyanos; en enero del año siguiente – 4 autobuses. Para el fin de febrero de 1988, la cantidad de desplazados alcanzaba los 4 mil. Ellos fueron ubicados en áreas urbanas como Sumgait, Bakú y Ganja. Uno se puede preguntar porqué los refugiados azerbaiyanos, que fueron expulsados principalmente de las áreas rurales de los distritos de la República Socialista Soviética de Armenia arriba mencionados, fueron ubicados en ciudades azerbaiyanas, en vez de aldeas o asentamientos, donde ellos hubieran encajado mejor. La respuesta está en el objetivo. Los distritos urbanos usualmente están sujetos a una mayor visibilidad y albergan muchos más intereses económicos y socio-culturales, que al ser afectados por un incidente particular pueden escalar a un evento más grande y subsecuentemente provocar medidas reactivas. En una aldea, donde la población está limitada a un número específico, la violencia interétnica puede ser reducida a un disturbio local menor y muy pronto se extinguirá. En una ciudad, por ejemplo como Sumgait, Ganja y Bakú, la agitación probablemente comenzaría con un grupo de jóvenes vengativos y crecería hasta convertirse en multitudes fácilmente manipulables, dispersas en varios distritos de la ciudad. Ellos harían daño a la gente, irrumpirían en tiendas, quemarían automóviles y se enfrentarían a la policía, atrayendo inevitablemente la atención de los medios de prensa enviados con anterioridad, o simplemente de determinada gente con cámaras de video. Y eso es exactamente lo que sucedió. Sumgait, como el más vívido ejemplo de manipulación de elementos sensibles, sería pronto reconocida como el lugar de nacimiento del conflicto de Nagorno-Karabaj, porque las cámaras, que generalmente no se apuran en captar hechos “espontáneos” en un patio trasero industrial poco atractivo como Sumgait, estaban allí para captar las imágenes de las “rabiosas turbas azerbaiyanas” poniendo a la ciudad patas para arriba, justo desde las primeras horas del 27 de febrero de 1988. Uno no debería estar sorprendido de que tres días más tarde, el 2 de marzo de 1988, esas imágenes fueran públicamente emitidas en Suiza y los Estados Unidos, aunque la política represiva de la Unión Soviética nunca permitió una acción así en otras regiones de la Unión Soviética. En los días que siguieron a la masacre de 131 civiles en las calles de Bakú por el ejército soviético, en enero de 1990, la TV y las radios fueron clausuradas, la información fue suprimida para prevenir cualquier filtración a la prensa internacional externa de todo lo relacionado con la masacre. Sin embargo, las imágenes de violencia en Sumgait nunca describieron las raíces de los violentos disturbios, por las cuales tanto armenios como azeríes murieron como resultado. Tampoco se informó acerca de los tres líderes pandilleros armenios, el más infame de los cuales, Eduard Grigoryan, fue capturado en el acto, imputado, enjuiciado y condenado pero que se esfumó en el aire tan pronto fue transportado a una prisión de Moscú.
El resultado que dejan los hechos de Sumgait es que la limpieza étnica de los azerbaiyanos de Armenia, que comenzó en 1987, pasó absolutamente desapercibida, mientras que las imágenes de los armenios victimizados en Sumgait llegaron, a través de la cinta de video de una cámara, una y otra vez a la audiencia occidental.
Durante los próximos meses que siguieron a los hechos en Sumgait, el liderazgo comunista en Azerbaiyán trataba continuamente de convencer al público azerbaiyano de los irrompibles lazos de amistad entre los pueblos azerbaiyano y armenio. Mientras tanto, las áreas pobladas por azerbaiyanos en Armenia eran vaciadas merced a forzados desalojos, impulsados por las aspiraciones nacionalistas de Armenia, que eventualmente transformaron a esta república soviética en una entidad mono-étnica, sin que quedara ningún representante de la etnia azerbaiyana para principios de 1990. Por contraste, no sólo los armenios étnicos siguieron siendo una significativa minoría dentro de Azerbaiyán, excluyendo su región de Karabaj, sino que ellos fueron capaces de retener su estatus de una minoría de 30 mil personas hasta el día de hoy, en un Azerbaiyán independiente, viviendo principalmente en áreas urbanas tales como la capital Bakú, Sumgait y asentamientos circundantes.
La historia de los cambios demográficos dentro del contexto del conflicto de Karabaj es bastante “fascinante”, en el sentido de que las tierras históricas azerbaiyanas dentro de la Armenia de hoy en día, donde los azerbaiyanos tenían una mayoría absoluta, tales como los distritos de Irevan, Sharur-Daralayez, Surmaly y partes de Novo-Bayazit, desde el principio del siglo XX fueron sistemáticamente vaciadas de azeríes por las autoridades imperiales rusas, seguidas por el liderazgo soviético con el establecimiento de la URSS. El desplazamiento más grande de su patria nativa de azerbaiyanos, que se haya registrado, en lo que hoy es el sur y el este de Armenia, fue realizado en 1948-1953, por dos tristemente célebres decretos del Consejo de Ministros de la Unión Soviética, bajo los números 4063 y 754. Como resultado, más de 100 mil azerbaiyanos fueron reubicados desde regiones de Armenia a las tierras bajas de Azerbaiyán, liberando de esta manera espacio vital para los armenios que llegaban de la diáspora, principalmente del Líbano y Siria.
No obstante, los azerbaiyanos étnicos seguían siendo numerosos y constituían la mayor minoría étnica en Armenia hasta el comienzo del conflicto de Nagorno-Karabaj en 1987. A los azeríes no se les otorgó específicamente ningún derecho cultural de base social y/o étnica, ni autonomía alguna, mientras que los armenios gozaban de derechos lingüísticos, culturales, sociales, y lo que es más importante, derechos políticos de autogobierno dentro de Azerbaiyán. A la larga, eso eventualmente contribuyó a deslegitimar las demandas de la anexión de una parte de un estado soberano, a otro. Movilizando esfuerzos para expulsar a toda la restante población azerbaiyana de Armenia a fines de la década del 80, los armenios impidieron la posible búsqueda por parte de la minoría azerbaiyana en Armenia de una autonomía cultural. Lo que quedó por realizar hacia el primer trimestre de 1990, era hacerse las víctimas, expulsar a toda la población armenia de Nagorno-Karabaj y anexarlo unilateralmente a Armenia. El plan fue realizado mediante dos efectivos instrumentos: el terrorismo en todo Azerbaiyán fuera de la zona de conflicto y las masacres dentro de la zona de conflicto.
El término “terrorismo armenio” llegó a los titulares de prensa a mitades de la década del 70, cuando la organización terrorista ASALA y los Comandos Justicieros por el Genocidio Armenio (JSAG), entre muchos otros grupos más pequeños, tomaron el rol de combatir contra los civiles turcos en todo el mundo, por haber supuestamente cometido un “genocidio” de armenios en Anatolia en 1915. Sin embargo, las semillas del terrorismo armenio habían sido plantadas mucho antes de 1915, cuando los armenios de Turquía decidieron formar el ultranacionalista Dashnaktsuitsuin (Federación Revolucionaria Armenia), una organización para establecer un estado en el este del Imperio Otomano a fines del siglo XIX, para satisfacer las ambiciones imperiales rusas. Desde tomar un banco en Estambul en 1896, hasta cometer masacres de civiles azerbaiyanos en Shusha durante las vacaciones primaverales de 1920, los militantes del Dazhnak habían aterrorizado a las masas en gran escala. Décadas más tarde, una nueva ola de terrorismo armenio en los años 1970-1980 dejó el saldo de docenas de civiles turcos muertos, reduciéndose luego hasta llegar a su actividad mínima en 1985. Con las exhortaciones de Zori Balayan y Silva Kaputikian a favor de la anexión de Karabaj a Armenia, los círculos ultranacionalistas tomaron las armas de nuevo. Desde Qazakh a Agdam, desde Ganja a Bakú, ningún civil azerbaiyano estaba a salvo. El tránsito de autobuses, trenes, aviones, subterráneos, estaba sujeto a ataques terroristas. El último acto terrorista en la estación de subterráneos de Bakú públicamente conocido, fue registrado en Bakú poco después de que se firmara un acuerdo de cese de fuego entre Azerbaiyán y Armenia en mayo de 1994. Una de las más grandes atrocidades fue el abatimiento del avión de socorro azerbaiyano que iba a Armenia a participar de las operaciones de rescate y búsqueda y ayudar a las víctimas del terremoto armenio en diciembre de 1988. Todos los 77 azerbaiyanos a bordo, menos uno, murieron.
La segunda herramienta fue el aterramiento de la población local azerbaiyana en Nagorno-Karabaj. Comenzando desde fines de diciembre de 1989, los azerbaiyanos fueron aterrorizados con apaleamientos públicos, asesinatos, masacres en grupo en todo Karabaj, incluyendo el suburbio Khankendi de Karkijahan, Malibeyli, Gushchular y Garadaghly, todo en el lapso de dos meses. A pesar de que las aldeas de Malibeyli, Gushchular y Garadaghly ardieron en llamas, la información sobre el exterminio de hasta 140 civiles y la completa limpieza étnica de esas aldeas se ocultó en gran parte. Los residentes azerbaiyanos de Karabaj todavía defendían su suelo. Para quebrar su confianza en sí mismos e intimidar a la población azerbaiyana de la región, los armenios necesitaban una debacle de grandes proporciones, que pondría fin a las esperanzas de paz y reconciliación. En las palabras del actual presidente armenio y entonces comandante de los destacamentos armenios: “Antes de Khojali, los azerbaiyanos pensaban que los armenios éramos gente que no podría alzar su mano contra la población civil. Hemos sido capaces de romper este [estereotipo]” (Thomas de Waal, Black Garden: Armenia and Azerbaijan through Peace and War.- Thomas de Waal, Jardín Negro: Armenia y Azerbaiyán a través de la Paz y la Guerra. Nueva York y Londres, New York University Press, 2003, pág. 172.) se describe perfectamente el estado de ingenua confianza y esperanza del lado azerbaiyano en el conflicto, que inadvertidamente cayó víctima de una convicción errada.
Comenzando con la pañoleta de Khuraman Abbasova, una mujer eminente de Karabaj, arrojada frente a la multitud azerbaiyana el 22 de febrero de 1988 cerca de Askeran para prevenir un mayor derramamiento de sangre entre los pueblos azerbaiyano y armenio (es una tradición azerbaiyana el respetar a una mujer anciana y obedecer su voluntad una vez que “una pañoleta de una madre” es arrojada delante de alguien), luego de que dos jóvenes azeríes, Ali Hajiyev y Bakhtiyar Guliyev, habían caído víctimas de las balas armenias cerca de Askeran, y hasta las masacres, sobre las cuales se ha informado poco, de Garadaghly del 17 de febrero de 1992, los azerbaiyanos estaban siendo convencidos por su liderazgo que la amistad entre armenios y azeríes se mantendría. Jodyalí probó lo contrario. Una ciudad bastante poco notoria, de unos 2.000 azerbaiyanos a principios de 1992, Jodyalí estaba rodeada por aldeas ocupadas ahora por armenios. En los primeros meses de ese año, la ciudad ya había estado viviendo bajo el bloqueo por varios meses seguidos. La única comunicación con la ciudad era por helicóptero, que les hacía llegar comida y material médico. Pero eso pasó a la historia hacia fines de enero, cuando el último helicóptero con civiles a bordo fue abatido por un lanzagranadas armenio cerca de Shusha. Hambrienta, congelada, ignorada y desprotegida, Jodyalí estaba soportando sus últimos días.
Si los armenios hubieran mantenido el bloqueo por unas pocas semanas más, los residentes azerbaiyanos seguramente no hubieran tenido más opción que rendirse o abandonar del todo la ciudad.
Sin embargo, el plan pergeñado por el ejército armenio no era simplemente tomar el pueblo, sino quebrar la confianza de los azerbaiyanos en sí mismos y romper la promesa de reconciliación en Karabaj. La intención estaba clara: ocupar, exterminar y mostrar. El plan iba a ser llevado a cabo por varios destacamentos guerrilleros, el regimiento 366 del ejército ruso encabezado por oficiales armenios y los voluntarios.
Aquí entra en escena Monte Melkonian, el tristemente célebre terrorista que planeó y ejecutó los asesinatos de diplomáticos turcos en Europa, cumplió condenas en cárceles francesas y ahora es el altamente glorificado héroe de Armenia. Melkonian ha sido el responsable de masacrar civiles azerbaiyanos en las aldeas de Garadaghly y Agdaban en 1992. En las palabras de su hermano, Markar Melkonian, quien describió su carera militante en el libro “El camino de mi hermano: la trascendental travesía de un estadounidense a Armenia”, Jodyalí para Monte fue un “acto de venganza”. Era una buena oportunidad de exterminar enemigos civiles, a quienes los miembros de los destacamentos Arabo y Aramo mataron a puñaladas. A diferencia de otros genocidios de la década del 90, como los de Srebrenica, donde 8 mil hombres bosnios, de edades diferentes, fueron ejecutados por pelotones de fusilamiento para disminuir la capacidad de combate de los futuros bosnios, Jodyalí, donde 613 civiles fueron masacrados (entre ellos 106 mujeres, 83 niños y 79 ancianos), fue un acto atroz, de vandalismo y comportamiento inhumano. Lo que realmente diferenció a la Masacre de Jodyalí fue el escarnio, la humillación, las torturas y violaciones de las víctimas. Los niños fueron muertos frente a sus padres. Los padres fueron torturados frente a los ojos de sus hijos. Las mujeres fueron violadas públicamente. Los ojos de los civiles ya muertos fueron vaciados, las lenguas cortadas, los senos cercenados, los brazos y piernas quebradas, los cuerpos decapitados. No sólo fue una atrocidad física, sino también una desgracia psicológica. Una mujer azerí, de un grupo de civiles que estaba huyendo, tuvo que asfixiar a su pequeño hijo cuando ellos se escondieron en los bosques, para que los militantes armenios, que los estaban siguiendo, no pudieran escuchar el llanto del bebe.
Para el tiempo en que el camarógrafo azerbaiyano Chingiz Mustafayev y los periodistas internacionales realizaron su peligroso vuelo a la zona de la matanza, los asesinatos habían finalizado. Sólo el plácido viento estaba contando la historia de proporciones inimaginables acerca de la violencia infligida a los civiles desarmados. Desparramados a través de los montes, los cuerpos de niños, mujeres y ancianos yacían inmóviles, por una simple razón. Eran turcos azerbaiyanos. Las imágenes filmadas por Mustafayev cambiaron profundamente la conciencia sobre lo que era realmente el conflicto. En la película, los sonidos de los helicópteros y los disparos de los fusiles armenios en el horizonte, eran el único fondo para los hombres azerbaiyanos que lloraban hasta casi desmayarse, viendo el despreciable acto de terror cometido por los militantes armenios. La masacre de Jodyalí, bien documentada como lo está, ha pasado a ser una parte inalienable de la historia militar armenia. Sirve para cubrir de un bien merecido oprobio a la guerra continua que se ha estado llevando a cabo contra los civiles azerbaiyanos y turcos por espacio de más de un siglo.
Los perpetradores de la Masacre de Jodyalí no han sido procesados todavía. Algunos fueron muertos por los soldados azerbaiyanos del regimiento de Ganja en la aldea Aghdara de Hasangaya en el verano de 1992; algunos han vuelto a Armenia para convertirse en héroes; otros asumieron cargos ejecutivos, como el presidente de Armenia, Serzh Sarkissian, y el ministro de Defensa Seyran Ohanian. En 2012, la oficina del procurador de la República de Azerbaiyán hizo pública la lista de los principales protagonistas acusados por la Masacre de Jodyalí.
Luego de los ataques terroristas contra las torres gemelas en Manhattan el 11 de setiembre, el presidente George W. Bush declaró: “Ya sea que nosotros llevemos a nuestros enemigos a la justicia, o que llevemos la justicia a nuestros enemigos, habrá justicia”. Asesinatos en masa en Nueva York o asesinatos en masa en Jodyalí, la justicia los espera a todos.
Yusif Babanly es co-fundador de U.S.Azeris Network
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