Paolo Sorrentino, Nápoles 1970, escritor, guionista y director de cine, muy influido por Fellini nos presenta un cine que intenta aunar el mensaje sociopolítico o del alto poder, y por otro lado, de una gran belleza en las imágenes.
Para muchos El divino y la Gran Belleza y The Young Pope serían películas esenciales en Sorrentino, pero de alguna manera para explicar la realidad social y el alma italiana, especialmente, de Roma, donde se centra el poder político, religioso, cultural e histórico de la Península Italiana, y un reflejo diríamos del mundo.
Casi siempre con una música inquietante, por ponerle un epíteto o adjetivo, a mi modo de ver, la música en Sorrentino es un personaje más, intenta narrar estados del alma, o mejor dicho, estados de la carne-psique-alma. Quizás, indagar en lo que somos y lo que somos según dónde estamos, o dónde estamos según nos hace lo que somos…
Una obra de arte, es siempre un reflejo del autor, sea el género que sea, pero también de la sociedad de su época y su tiempo y su cultura. Pero el problema del cine, no es el mismo que otros géneros, por ejemplo, la novela, el autor es casi totalmente libre de plasmar lo que crea, sino que en el cine, intervienen esencialmente, el productor, una multitud de oficios y de personas, y desde luego, el público, que si compra entradas o no, es decir, si hace un producto que sea económicamente viable, porque cuándo un director de cine, falle en dos o tres películas a nivel económico, quizás su carrera profesional se vería mermada.
Pero cada persona que se enfrenta a una obra de arte, también proyecta lo que es o algo de lo que es, sea por temor o deseo o amor o pasión o concepto o idea. Entiendo el cine, como un género hibrido o combinado o mixto, semejante, en muchos sentidos al teatro o a la ópera. Es decir, es un género que combina muchos géneros a su vez, la literatura, la imagen, la música, la danza, el movimiento, etc.
Por consecuencia, una película, entendida como arte, no solo lleva en sí un mensaje, no solo es un conjunto de signos y símbolos, sino también muestra un estado de realidad y de realidades, de belleza y de bellezas, en definitiva, estamos del ser humano o si se quiere del alma. En definitiva, toda gran obra de arte, y aunque, estemos o no estemos de acuerdo, en todos los mensajes de una gran obra de arte, sea literaria o fílmica o musical o danza, nos enfrenta a y en lo profundo de nuestro ser.
Quizás, por razones neurológicas profundas, o quizás, porque nuestra intrahistoria más profunda, nuestro inconsciente colectivo o individual más esencial, quizás, desde la prehistoria ya el ser humano realizaba arte, no ya el plástico en las cuevas, sino acompañado a éste, quizás relatos, danzas, músicas, movimientos, quizás “protopelículas”, que con sus cuerpos representaban las sombras de las hogueras y los relatos y las canciones, en las paredes, en movimiento. Es decir, quizás llevamos el cine, esa combinación de artes, desde hace miles de años, o si se quiere el teatro. Entonces, el arte, el cine, el teatro, Sorrentino nos hace enfrentarnos, a lo profundo de nuestro ser, al pozo más esencial de lo que somos o dónde estamos.
Por eso, se indica, que muchos de los directores italianos, no reflejan Roma, sino que Roma es el verdadero personaje, Roma es la verdadera historia, Roma es el signo o conjunto de signos y símbolos, que reflejan un micromundo en un macromundo, muchos macromundos en muchos micromundos. Que Roma en cada metro de su superficie, tiene más historia que otras ciudades, quizás juicio exagerado. Pero Roma, al combinar el pasado y el presente, pueden aunar multitud de significantes y significados, contenidos y continentes del alma humana, sean espirituales o políticos o económicos o sociales o históricos.
Algunos dirían, el cine italiano, refleja el alma humana. Roma es el alma humana, alma y cuerpo-carne y psique-mente-cerebro, unidad e individualidad, sociabilidad e historia, cultura y naturaleza, tiempo y espacio. Yo y todos, ayer y hoy y mañana.
No todo lo de Sorrentino me gusta, es lógico, ninguna obra de arte o conjunto de obras de arte, pueden gustar a todo el mundo. Pienso, que aunque es un gran esteta, quizás, no lo sea tanto un gran ético y moralista. Porque, el límite, entre mostrar lo que existe o existente, y, hacer propaganda de inmoralidades, puede estar en la obra de arte, ser una línea muy fina. Y, y no estar muy claro. Mostrar un mensaje negativo de un fenómeno, para curar esa herida, como el médico, y quizás regodearse, en esa herida, puede en la obra de arte, ser muy difícil de entender y comprender.
Quizás Sorrentino, Fellini y otros directores italianos y del mundo, han creado obras, que son la nueva mitología del mundo actual, tomadas del antiguo, pero estamos, hemos estado en el siglo veinte, en una nueva era de Pericles, con sus sombras y sus luces y no hemos sido conscientes. No lo somos aún. No podemos infravalorar el poder de la belleza, pero nos gustaría que fuese con mayor grado de verdad y bondad. Sorrentino te espera, otro día, quizás, hablemos de Fellini y de tantos cineastas, que son los grandes escritores de hoy…
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