México es una olla de presión frente a una pandemia que arroja más de 2 mil 100 muertes que se visibilizan a medias entre los discursos encontrados de un gobierno que arenga el ánimo diciendo que “vamos de salida” pero llama a mantener intacta una cuarentena que ya no es tal.
Y no lo es, porque en la última semana, los mexicanos han regresado de manera paulatina a las calles, a buscar reactivar una movilidad detenida no sólo por la pandemia, sino por una serie de infortunios como la caída en los precios del petróleo y la crisis económica que están pegando a todos los niveles y segmentos de la población en el país.
A todo lo anterior, se suma el desgaste de un régimen gubernamental encabezado por un Presidente como Andrés Manuel López Obrador quien en menos de año y medio de gobernanza enfrenta una crisis no sólo sanitaria, sino política y económica.
Para el mandatario, el final de la corrupción ha sido una de sus banderas con las que inició la batalla en su gobierno. Sin embargo, los últimos acontecimientos exhibieron excesos ligados a tres de sus funcionarios quienes de manera directa, indirecta, con parentescos y conflictos de interés han beneficiados a empresarios muy cercanos al gobierno de la Cuarta Transformación que repite las viejas prácticas de antaño, tan cuestionadas por el mismísimo Presidente a lo que reiterativamente llama: “La Mafia del Poder”.
Hoy podríamos decir que hay tres momentos claves en el “fin de la corrupción” en la etapa de la 4T LópezObradorista en México:
- Los jugosos contratos de la Secretaría de Educación Pública al empresario Ricardo Salinas Pliego, dueño de Televisión Azteca y de Banco Azteca.
- Carlos Slim y su contrato para una de las obras del Tren Maya, donde su consuegro Miguel Torruco tiene mucho que ver por ser el Secretario de Turismo.
- Los mercaderes de la pandemia, donde el hijo de Manuel Bartlett, Director de la Comisión Federal de Electricidad fue tan visionario como para convertirse en vendedor de ventiladores respiratorios para víctimas de Covid-19 que fueron vendidos con sobreprecio al IMSS en Hidalgo.
Frente a esto, en las últimas horas dos palabras se han convertido en claves para los temas que hoy preocupan en México: Corrupción en el régimen y Opacidad en las cifras Covid-19.
A estas alturas, ¿cómo hablar de que se acabó con la corrupción?
También resulta evidente el cambio de discurso desde la línea presidencial donde tal parece que se pretende “relajar” el tema de la pandemia ante la crisis económica que vive el país y que ha disparado los índices de violencia e inseguridad.
El Presidente sabe que el país ya es una olla de presión y no sólo por la pandemia. Lo es por su resistencia a romper su burbuja y dejar de dividir a un país que hoy se encuentra severamente confrontado.
El actual régimen sabe que el 2021, año de elecciones intermedias en México, no será fácil repetir victorias que encumbraron a una izquierda hoy ampliamente exhibida por repetir los viejos vicios del pasado.
México podría correr el riesgo de inmolarse ante tantos desaciertos que ya no tienen retroceso.
¿Cuántos muertos en realidad se tienen por el virus Covid_19?
¿Por qué minimizar las cifras de contagios en momentos donde se llama a la cuarentena, pero por otro lado el Presidente dice que estamos a punto de salir de la fase crítica?
¿Por qué mantener la confrontación con los empresarios y sólo favorecer al grupo de empresarios que están haciendo negocios sexenales?
¿Reconocerán los nuevos indicadores de pobreza que ya se sienten en la diaria realidad de México?
¿Hasta cuándo se pondrá en orden a los grupos del narcotráfico que hoy rebasan al propio gobierno y entregan ayuda a los necesitados construyendo un nuevo heroísmo delictivo?
Sin duda, el Presidente de México es un buen hombre, sólo que sin suerte.
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