Transcribo a continuación el artículo elaborado por Pablo López López, Doctor en Filosofía y Profesor de Filosofía del IES, por considerarlo de gran interés.
“Podemos suicidarnos con “Podemos”. El remedio puede ser muchísimo peor que la enfermedad. No es lo mismo ser profesor interino de políticas, un hábil mitinero o una estrella televisiva que dirigir un complejo país en la encrucijada histórica de una acechante amputación separatista. ¿Algunos de sus votantes elegiría para operarse a un médico novato en prácticas? Dirigir un Estado es mucho más complicado y requiere mucha más experiencia. Pero los improvisados hinchas del podemismo le quieren entregar todo el poder a quien ni siquiera ha sido concejal de aldea.
Y lo peor no son lo iluso y vacuo de su programa y la incompetencia manifiesta de sus dirigentes, sino su anticuada y funesta ideología leninista y su afán revanchista contra todo lo que desprecian uniformemente como “la casta”. Llegan incluso a faltar al respeto a muchas víctimas de ETA. El pabloiglesismo es una bomba de desprecios. Menosprecia incluso la misma Transición, todo nuestro homologado sistema democrático, y nuestra histórica y actualizada monarquía parlamentaria. Pero es precisamente nuestro sistema, pese a sus humanos defectos, el que está purificando ya la manida corrupción. En la Transición que nos trajo la democracia, se cantaba a la libertad “sin ira”. Ahora el podemismo oportunista se aprovecha de una ira artificiosamente exacerbada. Motivos hay para el descontento, pero también para una prudente esperanza, y nunca para una desesperación desquiciada. Con demagógico electoralismo, estos iluminados parasitan la actual crisis económica en vías de superación, y la corrupción de una pequeña minoría de dirigentes (ni el 1% de los cargos públicos), que la maledicencia generaliza a “todos los políticos”. Los males presentes parecerán poca cosa, si se adueñan del poder estos aprendices de Hugo Chávez o Evo Morales, maestros en ahogar la alternancia en el gobierno.
Se invocará el derecho a votar lo que se quiera. Claro, igual que existe el derecho a la libre expresión, sobre todo para advertir de las consecuencias de un voto visceral y populista. Avisar no es alarmismo, sino responsabilidad cívica frente a una colosal irresponsabilidad convertida en moda internacional. En Francia la saga Le Pen, en Irlanda el Sinn Fein, o en España ERC y Podemos, pese a sus diferencias programáticas, representan fórmulas pseudomágicas a las que una parte creciente de la ciudadanía acude con más emotivismo que cabeza, sin calcular las atroces secuelas. Convertido el mesiánico podemismo en la nueva casta dominante, con su “macho alfa” a la cabeza, se consumaría con seguridad la ruptura del país, caeríamos en la bancarrota económica e institucional, y sólo mantendríamos buena relación con el eje “bolivariano”. Nos hundiríamos muy por debajo de Grecia, siendo el hazmerreír de Europa. Bastaría con que, según proponen, no pagasen la deuda y nadie nos financiara: en menos de dos años no habría para pagar ni a los funcionarios. Los cerrados círculos podemistas destrozarían la creación de riqueza para repartir sólo miseria. Los más pobres lo padecerían más que nadie. El castigo a unos gobernantes, lo pagarían ellos en primer lugar. Y todos, empezando por sus indignados votantes, sufriríamos tal “harakiri” social por muchas generaciones”.
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