La serie “Viajando con Chester”, emitida por Cuatro, ha logrado una audiencia de 2.823.000 espectadores, según el ranking publicado por el semanario Supertele del 11 al 17 de octubre. Ha llegado a la pequeña pantalla para ofrecer un formato poco habitual: la entrevista. Dos encuentros personales en cada emisión, una cuidada puesta en escena, una acertada iluminación para recrear cada ambiente, música atinada y una subasta benéfica del sofá en el que se desarrolla la entrevista, firmado por los protagonistas.
El lenguaje de los entrevistados y del mismo presentador es un tanto soez, irónico y, en ocasiones, blasfemo.
Risto Mejide (en la imagen) abandona las butacas judiciales –la última fue la de “Tú si que vales”– para sentarse en un chester. A través de diversas entrevistas, que el presentador insiste en llamar conversaciones, el programa pretende exhibir a algunos personajes de relevancia social. Para ello, Mejide se traslada al lugar que elige el entrevistado, descarga su sofá, un chester tapizado para la ocasión, y se sumerge en una conversación tranquila, sincera, auténtica e improvisada.
Uno de los requisitos para ser candidato al chester de Risto es que el protagonista genere interés por sus opiniones. Sin embargo, ésta es una condición demasiado subjetiva para atraer siempre a la gran mayoría del público. La lista de personajes abarca figuras de diversos ámbitos, pero destaca un porcentaje elevado de políticos y la ausencia de personas del ámbito cultural.
Como línea de fuerza, en “Viajando con Chester”, Mejide se implica en el formato y promete mostrar su faceta más personal y desconocida, vertiendo opiniones y anécdotas personales. Prescindiendo de que sea o no periodísticamente legítimo que un presentador se considere a sí mismo un personaje de interés social, habrá que ver si es conveniente desde el punto de vista del entretenimiento televisivo.
Por la intervención activa y personal de Mejide, en el programa queda patente que uno no puede estar siempre a la altura intelectual y humana de todos los personajes a los que entrevista y, en no pocas ocasiones, Risto exhibe, contra su voluntad, sus carencias y el desconocimiento más absoluto sobre algunas materias. Al espacio le falta intensidad, autenticidad y profundidad, porque a algunos telespectadores no les valen las frases hechas, los “razonamientos” populistas ni las conversaciones a medias (Fuente: Telespectadores Asociados)
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