Bernie Sanders, el aspirante presidencial del partido Demócrata que representa la mayor amenaza al favoritismo de Hillary Clinton, es un veterano legislador independiente que clama por una revolución política en Estados Unidos.
Senador de 74 años que se define como “socialista democrático”, Sanders venció por enorme ventaja a Clinton en las elecciones internas en New Hampshire, después de perder por apenas dos delegados hace una semana en Iowa.
Un poco gruñón pero dado al sarcasmo, el senador de Vermont lleva toda una vida en cargos públicos ocupándose de la desigualdad económica y denuncia a rabiar que la fortuna del 1% más rico de los estadounidenses se equipare con el 99% restante.
Sanders asegura que la desigualdad es el gran asunto moral, económico y político del presente, y reclama una reforma al “corrupto sistema de financiamiento electoral” que impida a los multimillonarios gastar ilimitadamente para impulsar a sus candidatos a la Casa Blanca.
Miles acuden a sus mítines, la ganadora del Oscar Susan Sarandon es su admiradora y la marca de helados Ben and Jerry (oriunda de Vermont) creó un sabor -menta cubierta de grueso chocolate- en su honor.
“Estamos tocando una fibra del pueblo estadounidense que comprende que las políticas del establishment simplemente no son suficientes. Necesitamos cambios audaces, necesitamos una revolución política”, dijo la semana pasada durante una asamblea en Iowa.
Su campaña propone acceso universal a la salud, duplicar el salario mínimo, controlar Wall Street, universidades gratuitas, impuestos para los ricos y sacar a 27 millones de estadounidenses de la pobreza.
Su modelo son los países nórdicos. “En países alrededor del mundo, en Escandinavia y Alemania, las ideas que menciono no son radicales”, explicó.
La pregunta – válida también para el caso del millonario Donald Trump, convertido en el puntero del bando republicano – es si Sanders puede transformar su popularidad entre personas que generalmente no asisten a las urnas de voto el lunes, cuando las primarias arranquen en el estado de Iowa.
Nacido en Brooklyn, Nueva York, el 8 de septiembre de 1941, y criado en una familia judía de clase baja que nunca pudo salir de su pequeño apartamento, Sanders es elocuente en sus experiencias personales sobre las dificultades para conseguir dinero.
Su padre fue un inmigrante polaco que perdió a toda su familia en el Holocausto. Ahora dice que no es activo religiosamente aunque declara seguir las enseñanzas del papa Francisco.
Estudió en el Brooklyn College antes de trasladarse a la Universidad de Chicago.
Siendo un estudiante se involucró en el movimiento por los derechos civiles y participó en la marcha en Washington en la que Martin Luther King pronunció su famoso discurso “Tengo un sueño” en 1963.
Tras graduarse, trabajó en un kibutz en Israel y luego se mudó a Vermont, donde trabajó como carpintero.
En 1981, fue elegido alcalde de Burlington, la ciudad más grande del estado, por solo 10 votos. Fue reelegido tres veces.
Durante su gobierno, la ciudad registró avances en la construcción de viviendas asequibles, impuestos progresivos, protección ambiental, cuidado infantil y derechos de las mujeres.
Incluso tuvo tiempo para adornar con su voz gutural y su fuerte acento neoyorquino un disco de música folk en 1987, un esfuerzo agradecido pero no del todo admirado por músicos del género.
En 1990 fue elegido a la Cámara de Representantes como independiente de Vermont. Luego de 16 años en esa cámara, ganó la senaduría por el estado, y actualmente cumple su segundo periodo, tras ser reelegido en 2012 con 71% de los votos.
Su dilatada trayectoria se compara con la de su rival Hillary Clinton. Pero para sus seguidores “Bernie” es diferente, ya que su candidatura está financiada con pequeñas donaciones, y no por ricos donantes.
En 2014 colaboró con el senador republicano John McCain para aprobar una ley que facilita a los veteranos de guerra obtener cuidado médico, rompiendo las trabas partidistas que han paralizado gran parte de la vida política de Washington en años recientes.
En 2015 se registró como demócrata y anunció su lanzamiento presidencial.
Se ganó admiradores al negarse a lanzar ataques personales contra Clinton por el escándalo de correos electrónicos que manchó su periodo como secretaria de Estado o por las infidelidades de su esposo.
“¡Los estadounidenses ya están hartos y cansados de escuchar sobre los malditos emails! Basta con eso”, dijo durante un debate televisado en noviembre.
Pero a medida que se acercaba la votación en Iowa asomó los cuchillos, atacando a Clinton por sus vínculos con la banca de inversión Goldman Sachs. Vive en Burlington con su segunda esposa Jane. La pareja tiene cuatro hijos y siete nietos.
Los comentarios están cerrados.