En la era digital y consumista en la que, actualmente, se vive se pueden plantear numerosas preguntas, acerca de los fines de la educación o de la enseñanza. Es una cuestión esencial que siempre ha estado en la palestra a lo largo del tiempo.
Y con el cambio social que se está desarrollando de forma tan rápida, es conveniente tener claros ciertos principios educativos. Aunque están sujetos a la libre discusión y a la argumentación, como es lógico.
Ciertamente, la cultura del esfuerzo que está presente en la normativa educativa es, a mi juicio, la clave de todo proceso formativo. Los atajos no son posibles, ya que, en el fondo, tiempo y aprendizaje son dos elementos indisociables en educación.
Los contenidos que deben ser aprendidos por los alumnos de Secundaria están interrelacionados con los procedimientos empleados, y con la buena disposición actitudinal. Pero esto mismo, ya presupone una dedicación activa y participativa, en el aprendizaje de conocimientos y destrezas cognitivas.
La gestión de las emociones en los centros educativos debe partir, en mi opinión, de un modelo general de lo que se entiende que debe ser una persona educada y respetuosa.
Ya que en la construcción de la personalidad del individuo, también colabora la escuela y, de modo general, la enseñanza reglada. Indudablemente, la educación para la ciudadanía y los valores éticos contribuyen a ir creando sujetos responsables.
A este respecto, son clarificadoras las palabras del filósofo y pedagogo Gregorio Luri que dice: «Lo que ocurre es que la inteligencia emocional hoy se presenta como un fin en sí misma y se enfrenta a la llamada inteligencia cognitiva. ¿Felicidad a costa de las Matemáticas? Mire usted, esa teoría no la compro». No se debe poner el énfasis en las habilidades emocionales en detrimento de la capacidad cognitiva. Porque lo fundamental es la habilidad para razonar, resolver problemas, aprender y ser creativo.
Y la capacidad para relacionarse bien es algo aprendible. El mercado laboral debería ser más flexible. Porque el éxito profesional no depende, exclusivamente, de las relaciones humanas, sino que se basa en el aprendizaje continuo y en la creatividad.
En este sentido, el letrero que puso Platón en la puerta de la Academia: «que nadie entre aquí que no sepa geometría», es la clara expresión de que, el cuidado del yo o del alma y sus emociones, es el cultivo del conocimiento. Puesto que las definiciones, el orden, la filosofía, la formación gimnástica y musical, y de modo especial, la matemática proporcionan saberes que sirven para la formación del alma y del cuerpo.
Que los estudiantes busquen, de modo ambicioso, la excelencia o sacar los mejor de sí mismos, en su proceso de formación considero que es algo lógico y racional. Creo que lo mejor no es conformarse con la mediocridad. La movilidad social es algo que irá, probablemente, a más con el paso del tiempo, en la sociedad actual.
Aunque, también es cierto, que la mediocridad equitativa en el rendimiento educativo existe, el sistema de formación pretende maximizar los aprendizajes. Nuestro país debe apreciar y valorar mucho más, la diversidad de talentos existente.
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