El nuevo libro del filósofo esloveno Slavoj Zizek titulado La nueva lucha de clases y que lleva por subtítulo: Los refugiados y el terror, aporta numerosos análisis acerca de la crisis del capitalismo global y sus consecuencias. Al principio, parece que Zizek no se muestra partidario de que se reciba, de forma abierta, a los refugiados, pero a medida que va profundizando en sus consideraciones sobre la convulsa situación mundial, sus planteamientos se abren al reconocimiento explícito de la solidaridad, respecto de los que huyen de la guerra, la pobreza y la marginación.
Zizek escribe que: «Europa tendrá que reafirmar su pleno compromiso con proporcionar medios que aseguren la supervivencia digna de los refugiados». En efecto, independientemente de la complejidad de la situación existente en varios países de Oriente Próximo, y de los conflictos y guerras existentes, se impone el deber de humanidad y la aplicación de los Derechos Humanos, con su espíritu de solidaridad y fraternidad.
Ahora bien, también es verdad que, sin un cambio económico radical a escala mundial, se prolongarán en el tiempo las grandes desigualdades y la pobreza. Lo que supone que no se evitará que siga habiendo refugiados en el planeta.
De todos modos, lo que está claro es que los refugiados que llegan a Europa necesitan asistencia y provisiones.
No en vano, también dice Zizek que: «Quizá la solidaridad global sea una utopía, pero si no luchamos por ella, entonces realmente estamos perdidos, y merecemos estar perdidos». La deslocalización y otras consecuencias del capitalismo global son las que producen muros, separaciones, corrupción, paraísos fiscales, desigualdades económicas brutales, injusticia social, etc.
Otra cuestión es que la humanidad tenga que acostumbrarse a otra manera de vivir en los próximos años y décadas. Quizás, una considerable parte de las personas tengan que vivir, de una manera más nómada y plástica, con más cambios y transformaciones en su estilo de vida.
A lo largo del libro Zizek argumenta acerca de muy diversas cuestiones, entre ellas sobre la supervivencia del Estado Islámico, y de otros aspectos relacionados con la lucha contra el terrorismo. Escribe, por ejemplo, que: «Arabia Saudí, el aliado de los Estados Unidos, se alegra de que el ISIS combata al islam chiita,…». Además, como se sabe, el terrorismo islámico también existe en África y en otras zonas del mundo, especialmente en Asia. Aunque considero discutible que fuera el ataque de Estados Unidos a Irak el causante directo que creó las condiciones para la aparición del Estado Islámico, entre otras razones, porque ya existían Al Qaeda, y otros grupos extremistas que son la yihad mundial.
Las críticas de Zizek al capitalismo global son rotundas, ya que escribe: «Este nuevo apartheid, este sistemático aumento de diferentes formas de esclavitud de facto, no es un deplorable accidente, sino una necesidad estructural del capitalismo global actual». Evidentemente, de lo que se trata es de impulsar una economía sostenible y solidaria, en la que primen las necesidades de todos los ciudadanos del mundo, y no los privilegios de una minoría que ocupa el poder.
Algunas de las afirmaciones de Zizek, a mi juicio, son muy discutibles, por ejemplo, cuando dice que los refugiados nunca sentirán gratitud hacia la gente en cuyos países han conseguido entrar. Creo que pueden integrarse, conservando su idiosincrasia, cultura y costumbres, y respetando las leyes. Y que los refugiados vean a Europa como la causante o la responsable de su situación, es algo que puede ser aplicable al primer mundo en su conjunto, y es algo a valorar y discutir, si se piensa en la ONU, los Derechos Humanos, y el derecho internacional, y lo poco que ha hecho, en mi opinión, la comunidad internacional para parar la guerra en Siria.
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