El voto a distancia, herramienta indispensable, para la nueva normalidad político-electoral

El voto a distancia, herramienta indispensable, para la nueva normalidad político-electoral

Exponemos tres consideraciones (voto anticipado, voto telemático y cupo pobre) específicas, puntuales y determinadas, para afrontar, democrática y consensualmente, la crisis, metodológica y estructural, que pandemia mediante, se nos aproxima en relación a todos y cada uno de los turnos electorales en las diversas comunidades que tienen como bien jurídico mayor, la soberanía del voto, la voluntad del votante, para que este se siga cumplimentando como ariete principal y sustancial, sin que ello implique o signifique que cada uno de los que voten deban verse obligados a exponer en alto riesgo su salubridad o quebrantar los protocolos sanitarios de distanciamiento social y de no concurrencia a lugares de aglomeración de personas, que se impusieron como norma y que seguramente continuarán en el corto y mediano plazo.   

1)    El voto anticipado:

El voto anticipado, lograra modificar sustancialmente el eje desde el cual se realizan, frustradamente todos los intentos hasta ahora de dotar de mayor calidad y participación a las democracias actuales.

El voto anticipado permitirá que el tiempo corra del lado, o transcurra en favor del ciudadano y no del sistema, que por más que semánticamente se denomine democrático, atenta contra la democracia ciudadana, tal como está diagramado en la actualidad, en donde se abre, se genera, se insta a una suerte de periodo de caza, en donde la única víctima termina siendo el mismo ciudadano para el que supuestamente se hubo de abrir el período electoral que se constituye en la cárcel en donde perece la libertad política ciudadana.

El voto anticipado fungirá en paralelo con el voto tradicional o clásico, es decir que la existencia del mismo no significará, como expresamos la anulación de lo existente, sino que se da, como una instancia democrática más, para que el ciudadano, en caso de que así lo considere, haga uso de ese derecho que le permitirá, dar a conocer su preferencia electoral, manejar los tiempos políticos a su buen entendimiento y no quedar preso de las estructuras que determinan lo democrático y lo político, y finalmente, contribuir a que lo electoral sea más transparente a nivel financiamiento como distendido y claro a nivel publicitario.

A los noventa de días de finalizada una elección, es decir del último comicio o jornada electoral, se abre un registro, que orbitará dentro del organismo electoral pertinente de cada distrito, en donde los candidatos que pertenezcan a los diversos partidos existentes, como los independientes (es decir que no están afiliados o anotados a ningún partido) se podrán registrar, en forma voluntaria, en caso de que deseen recibir votos anticipados. Bajo un registro sencillo, los candidatos solo deberán inscribirse en la categoría escogida (a diputado, presidente, gobernador) a la que desean presentarse, siendo esta única como inmodificable) y bajo juramento declarar que los gastos que le demanden la campaña, jamás podrán superar en total los cien salarios mínimos de un trabajador de su distrito. Al mes de haberse abierto el registro, el mismo se cierra, dando a conocerse el listado final de los que compiten. El período de recepción de voto anticipado se posibilitará hasta cien días antes de las elecciones establecidas, tradicionales y clásicas, en donde podrán sumarse, todos los candidatos que no hayan hecho uso de la opción de recibir los votos anticipados. El cómputo de sufragios o resultados obtenidos del voto anticipado, formalizará únicamente cómo candidatos efectivos, es decir que puedan conmutar como votos traducibles en la elección final, a todos aquellos que superaron en cantidad el cinco por ciento de los votos totales anticipados emitidos. Los ciudadanos que hayan hecho uso de la opción del voto anticipado, así finalmente sus candidatos no hubieran  de lograr el cinco por ciento, no podrán volver a votar, dado que el voto seguirá siendo único, posibilitando solo, el hacerlo tiempo antes de la elección o en el modo tradicional y clásico en el momento mismo.

Todos los ciudadanos que no hayan hecho uso de la opción del voto anticipado, votarán el día de la elección tradicional, en donde podrán votar o sufragar por los candidatos que hubieron de haber superado el porcentual de cinco por ciento, teniendo la cantidad de votos anticipados obtenidos como piso, como por los candidatos que decidieran no hacer uso de esta opción (estará en ellos el de establecer sus respectivas conveniencias, la posibilidad está dada para que elijan desde su buen entendimiento) y en caso de los cargos ejecutivos, ganará quién obtuviese la mayor cantidad de votos sobre los totales, es decir los anticipados y los clásicos. En caso de los cargos o lugares legislativos, se distribuirán las bancas o espacios, por el sistema de representación que impere el distrito (D´Hondt o el que fuese) y la cuestión partidaria o partidocrática, será determinante más luego, en  el ejercicio propio de la representación y no antes (es decir se supone que los que se presenten por un mismo partido tendrán una comunión de ideas o empatía que sólo será comprobable en el hipotético ejercicio sí es que llegan más de dos de una misma expresión política).

Finalmente y más allá de todas y cada una de las adaptaciones o ajustes que se puedan realizar al voto anticipado, destacamos, finalmente, esta condición de personalización que le brinda al votante esta irrupción del voto anticipado, más allá de todo lo narrado, también podrá votar por la candidatura o el candidato que desee (y no condicionado por listas, por anexos, por decisiones partidarias previas), en una nueva y cabal muestra más, que esta propuesta promueve e insta a que sea el sistema el que se amolde a la decisión del ciudadano y no viceversa, en tren de una restauración de lo democrático, desde su semántica, su etimología, su valoración, su conceptualización, su adaptabilidad y las condiciones de libertad política que debiera generar al solo mencionar su nombre que con propuestas como la presente se consuman en grado sumo. 

2)    Voto telemático: Votar en elecciones internas, primarias o de elección de candidatos de todos y cada uno de los partidos políticos, por medios o vía virtual, plataforma web o aplicación móvil. 

A los efectos de revitalizar lo democrático (esperando que los efectos sanitarios no percudan la ya estructuralmente endeble relación entre votantes y votados), se permitirá que tanto afiliados a partidos políticos, como independientes (es decir los que figuren en el padrón o listado general de electores) puedan elegir a los diferentes candidatos a todas las categorías en las diversas elecciones que se precien de democráticas, en todos y cada uno de los partidos políticos, mediante formato digital-electrónico, creando no sólo una plataforma a tal efecto, sino una aplicación móvil, para celulares que identificará al votante y paso seguido permitirá la realización del voto. Concluyó el tiempo en que un dirigente se define como dueño o atesorador de una determinada cantidad de votos o votantes porque lleva, forzosa y forzadamente a un acto en donde no se dice ni resuelve nada o porque exhibe planillas incomprobables, los nuevos tiempos de la democracia que estamos alumbrando nos conducen a este desafío de empalmar la nueva época tecnológica, en donde hasta te operan clínica y médicamente por internet, las transferencias bancarias se hacen por home-banking y necesariamente, la política debe adecuarse, permitiendo que cada ciudadano, garantizando su derecho político, lo pueda hacer lo más a mano posible, mediante un envío por su teléfono celular o móvil. Gestionaran también el contar con urnas electrónicas para evitar las aglomeraciones y amuchamientos, que son el caldo de cultivo para que enfermedades como la covid19 generen el caos sanitario en cualquier población que no revitalice sus experiencias, telemáticas, a distancia y aprovechando la tecnología.

Todos los ámbitos de la vida política y democrática de varios países en el mundo han cambiado su perspectiva y la forma cómo se relacionan con su ciudadanía desde la aparición de las nuevas tecnologías de la información. De estos cambios no están exentos los procesos electorales, ya que son una parte fundamental del sostenimiento de los sistemas democráticos y representan la voluntad de un pueblo. Estos procesos deben garantizar la transparencia, legitimidad y legalidad de sus resultados, al mismo tiempo que su conformación y evolución siguen atravesando cambios desde el uso de tecnologías en sus etapas respectivas.

3)    Cupo pobre: Para establecer justicia, ecuanimidad y ciudadanía a los más afectados por la pandemia (económica y socialmente) y que estructuralmente sobreviven en los márgenes de la sociedad, como archipiélagos de excepción que se constituyen en indigna norma. 

Tal como en muchas democracias occidentales, se instrumentó, para dotar de equidad representativa, de una suerte de cupo, o de porcentaje mínimo o expresamente especificado (puede alcanzar hasta la mitad del total) para el género mujer, a los efectos de mitigar la cultura, y su enfermedad, machista o patriarcal, instando y llegando con éxito, a equiparar la participación femenina, con el predominio, hasta antes de la disposición (o discriminación positiva), masculino, debemos actuar de forma semejante, para combatir la “aporofobia” (odio al pobre) o el incremento de la pobreza o el no combate de la misma como principal flagelo a vencer desde las democracias representativas en las que habitamos.

Huelga destacar que se ha propuesto, bajo esta misma referencia de integrar, lo que en un primer momento puede parecer paradojal, discriminando positivamente, tal como se hizo con la mujer, con el joven o con la nueva generación. Es decir se planteó también, con un altísimo nivel de aceptación y de divulgación de la idea, de llevar a cabo en los compendios normativos electorales, otro cupo, esta vez, referido a la edad o lo generacional. Se dio en llamar cupo joven o cupo generacional. Las razones, para establecer el mismo, se vinculaban indisolublemente con el ya existente cupo para la mujer, o disposición que establecía que las mujeres debían tener un determinado porcentaje (en la actualidad es el cincuenta por ciento en la mayoría de las aldeas occidentales que han legislado sobre esto) de participación en las listas electorales, dado que nadie hubo de elegir (sí más luego cambiar, por ejemplo sí uno se auto-percibe de un género en el que no nació) ni en qué momento (es decir qué edad tener), ni tampoco bajo que etiqueta de lo masculino o femenino irrumpir primeramente en el mundo, se concluía que no podía existir un cupo, sin que fuese razonable que existiese el otro (lo mismo, se argüía en caso de los que alegaban que no debiera existir cupo alguno, sosteniendo este procedimiento, el de disolver el cupo existente, para evitar su multiplicación al infinito, el cupo para el transgénero, el cupo para el artista, el cupo para…etc).

En la dinámica de los hechos políticos, o de como instrumentar los dispositivos teóricos, de como traducirlos, conducirlos de los libros, de los tratados, de las ponencias, de los púlpitos, al hecho real y cotidiano, es que se brinda el presente giro, el paso como instancia, para apreciarlo en la magnitud procedimental y posible de que lo un tiempo atrás se definió como “voto compensatorio”. Este mismo consiste, recordemos, en: un cambio en el criterio de igualdad, por el de equidad social, para legitimar el vínculo, el lazo de representación, mediante el otorgar una nominalidad diferente, no a las personas en cuanto a una condición, sino a la condición, circunstancial, de pobreza y marginalidad, que pueden tener un grupo de personas en una jornada electoral, para ser más visibles para el estado, y poder de esta manera, contar con la presencia del mismo para modificar tal situación. Es decir que el voto, de la persona en condición o situación de pobreza valga cinco y el de resto de los ciudadanos no pobres siga valiendo uno (con todas las precauciones y prudencias metodológicas para llevarlo a cabo y más luego contarlo o traducirlo en un resultado).

Dado que ningún compendio normativo, resistiría un voto compensatorio de estas características, sin antes reformar la ley de leyes del estado en cuestión, es decir la constitución que corresponda, y atento a lo dificultoso que resulta esto mismo en cualquier parte del mundo, y por sobre todo para utilizar el “cupo pobre” que se propone como un primer momento o estadío, es que se proyecta como el primer paso, necesario e indispensable, para la cuestión de fondo que nos promueve: el trabajar en pos del nuevo sujeto histórico de lo democrático que es el pobre y mitigar el principal mal, problema o falencia de las democracias occidentales, la pobreza, su aumento, su mantenimiento o estancamiento en niveles, humanamente intolerables.

En cada una de las listas electorales que se propongan a la ciudadanía, un tercio de las mismas, en todos y cada uno de los lugares (es decir tanto en los lugares expectables como los que no, en la integralidad de las listas) debe tener, sea hombre, mujer o independientemente de cómo se perciba, a personas en condición o en situación de pobreza, claramente registrables por intermedio de no contar con los recursos que se consideran básicos, elementales o indispensables para subsistir con dignidad (la mayoría de los países occidentales alumbran un índice de ingresos mínimos o de canasta básica).

Los argumentos, sobrados y amontonados, podrán ser los mismos que los que fueron utilizados para sostener la iniciativa de voto compensatorio (direccionamos a los interesados a profundizar en esta propuesta-concepto) agregándole, uno sólo de ocasión que no por sarcástico, puede perder valor de seducción o de convencimiento.

Se sabe sobradamente que no por ser parte, real y puntual, de una situación (en este caso la de ser y padecer la pobreza) específica, se contará con mayores herramientas para resolver para el resto la misma (es decir un pobre, por el hecho de ser tal, no tendrá más posibilidades por más que tenga más ganas o un deseo más apasionado, para hacer traducible ese supuesto derecho moral de solucionar la pobreza general, porque él la vive o la padece) pero al menos en caso de establecerse el “cupo pobre” estaremos, y por imperio de la ley, sacando desde la política concreta y puntual (en el momento electoral, cuando resultan ungidos) de la pobreza a un número determinado de personas que, mediante la preocupación por la cosa pública, saldrán (se sabe que los sueldos u honorarios de los representantes o de los políticos profesionalizados mediante el voto escapan de los mínimos o de las situaciones de pobreza para con ellos) de la misma.

En tiempos en donde disminuir en el número que fuese o no permitir que aumente o se sedimente la pobreza, no sólo es importante, sino imprescindible y en los espacios en donde la política sigue prometiendo mucho más de lo que cumple, el clima se torna cada vez más opresivo, como deslegitimador, por tanto se deja a consideración para su instrumentación el cupo pobre.  

Cada una de las propuestas podrá ser implementada, individual o consecuentemente, y con las diversas modificaciones coyunturales que se le puedan realizar para que se ajusten con más eficacia a los distintos compendios normativos que pretendan poner en práctica las presentes consideraciones. 

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