Las personas que llegan a alcanzar los cien años, sin considerar los años bisiestos, viven 36.500 días y son un porcentaje muy pequeño de toda la población. O, dicho de otro modo, los centenarios han estado vivos 876.000 horas. Esto lo que pone de relieve es que la vida humana, aunque pueda ser larga es más corta de lo que se puede pensar, en un primer momento. Es entendible que en la niñez y en la adolescencia se pueda creer que somos inmortales y que la muerte queda muy lejos o que incluso no ocurrirá. Es el resultado de la fantasía y de la imaginación puesta al servicio de los deseos lógicos de seguir viviendo para siempre.
Se ha descubierto en las investigaciones psicológicas que a los diez años aproximadamente los niños comprenden que la muerte es para siempre y que no es algo reversible. El deseo de no morir es algo que han pensado y sentido filósofos de la talla de Unamuno y que, de modo general, está presente a lo largo de la historia en todos los filósofos. La filosofía es una meditación de la vida en contraposición a la muerte que es lo que nos espera a todos, sin distinción de ninguna clase.
Vivir unos cientos de miles de horas es todo lo que tenemos y cada día que pasa se acorta el número de días y horas para el inevitable y fatal desenlace. Esto en vez de causar desaliento o ansiedad puede, bien interpretado, producir una fuerza y un entusiasmo inmensos que nos lancen a vivir una existencia plena y gozosa. La gerontofobia que se observa claramente en la sociedad es algo a superar desde la educación y la formación. No se puede despreciar a nadie por ningún motivo y tampoco por la edad. Todos somos valiosos independientemente de la edad.
La creatividad y la superación personal deberían ser las marcas de identidad de todos los seres humanos que vivimos en el planeta. En realidad, no es así, porque una parte considerable de la población prefiere vivir vidas superficiales y basadas exclusivamente en el confort material, sin más. Están en su derecho, si se parte de la libertad individual, pero no es la mejor forma de vivir, si pensamos en profundidad lo que es la realidad humana y el sentido que deseamos dar a nuestro paso por el mundo.
A partir de una cierta edad que puede ser a los 50 o 60 años las personas se dan cuenta intuitivamente de que les quedan de vida menos años de los que ya han vivido, por decirlo de alguna manera, y que el tiempo restante no es demasiado largo, sin contar con que el azar interviene y un cierto número de personas mueren antes de las edades que he citado.
Es verdad que la longevidad y la esperanza de vida han subido y ya estamos hablando de 83 años en España. Pero esto es un simple promedio estadístico que es clarificador, pero nada más. En definitiva, se trata de aprovechar los años y los días de las mejores formas posibles que pueden ser muchas y muy diversas y variadas.
Se trata de experimentar la vida en toda su grandeza e intensidad, desde una actitud entusiasta y apasionada, sin pensar en nuestra desaparición física e intentando aprovechar todo lo que nos ofrece la realidad para ser felices. Pero esto requiere esfuerzos que deben ser alegres y divertidos, ya que la felicidad es una conquista diaria, no es algo que viene dado previamente sin nuestra participación activa. Algo que también señala la filósofa Victoria Camps.
Ser capaz de arriesgarse y salir de la zona de confort son condiciones imprescindibles para ser más felices y crecer, como seres creativos y abiertos a los demás. Una vida sin riesgo no existe, excepto para los que ya han muerto, para los vivos la inseguridad es algo consustancial a la propia existencia. Es además una oportunidad para desarrollarnos más y mejor con la superación de obstáculos e imprevistos demostrándonos a nosotros mismos, de qué somos capaces. El miedo es lo que realmente se debe eliminar de las vidas humanas, ya que es el enemigo principal de la felicidad y de la tranquilidad.
La confianza en uno mismo y la buena autoestima son palancas muy poderosas para poder con todo. También la perseverancia y la tenacidad junto con una actitud prudente, pero firme y decidida. La constancia y la paciencia son decisivas también para el logro de metas y propósitos, junto con una mentalidad optimista y positiva, para el disfrute de una vida plena.
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